Un profesor como regalo de Navidad [kaisoo]

Capítulo Siete

Kai se arrancó los pantalones a tirones y se metió de nuevo en la ducha poniendo el agua lo más fría que permitía el grifo. Si por él hubiera sido lo hubiera follado allí mismo, pero se merecía un buen castigo y no iba a ser él quien se dejará llevar por su pene.

Bajó su mirada para ver que su miembro palpitaba de deseo. Le dolía mucho pero aún podía soportarlo con tal de verlo soportar un nuevo castigo. Uno que esperaba aguantara, por el bien de su propio pene.

****

Kyungsoo bajó como pudo las escaleras al salón. Kai le había puesto unos calcetines y prestado unas pantuflas, pero le estaban demasiado grandes y, a mitad del camino, se deshizo de ellas. El jersey y los pantalones tampoco le quedaban bien, pero estar rodeado de su olor era más que suficiente para que se los dejara puestos.

Se acercó a uno de los muebles y observó las fotografías. En una de ellas aparecía una mujer con tres niños pequeños iguales entre sí. Todos sonreían felices. Otra imagen era de él con tres mujeres a su alrededor. Paseó por el salón deteniéndose a ver las fotografías. Había muchas pero la que más le gustó fue la de Kai en el suelo de un jardín rodeado por siete niños de distintas edades.

―Son mis sobrinos ―le dijo bajando la escalera.

Kyungsoo volteó a verlo y se derritió de deseo por ese hombre. Kai le había dejado unos boxers para cubrir sus partes y que no le rozara el pantalón y se puso aún más caliente al pensar que el pene de él había tocado algo que ahora estaba tan cerca de él.

―Eres muy familiar. Tienes muchísimas fotos.

―Me gustan las familias numerosas. En eso no me parezco mucho a mis hermanas.

―Tienes tres, ¿verdad? ―Kai asintió. ―Se parecen entre ustedes.

―Salvo en el sentido de la responsabilidad... ―murmuró. Kai miró el reloj antes de mirarlo a él. ―¿Tienes hambre?

―No mucha.

―Encenderé la chimenea para que caliente la habitación. ¿Quieres algo de beber?

―Un refresco estaría bien. No quiero ver ni una gota de alcohol en mi cuerpo durante un tiempo.

Él sonrió, daba la impresión que contenía la risa. Se acercó a la chimenea y se agachó para encenderla. Kyungsoo le contemplaba maravillado. Se había puesto unos pantalones negros de pijama y una camisa también a juego que tenía desabrochada lo suficiente como para ver el nacimiento de su vello en el pecho.

Se mordió el labio al bajar y ver su trasero tan firme y duro que le daban ganas de acercarse, tocarlo y hacer muchas cosas pervertidas más.

De pronto pensó que no necesitaba la chimenea para caldear la habitación, solo a Kai.

―Profesor...

―Kai ―rectificó él. ―Ahora puedes llamarme Kai.

―Bien... Kai. ―Olas de placer estremecieron su cuerpo al pronunciar su nombre y sentir que entre ellos nacía tal intimidad.

Estaba seguro de que a él le había pasado lo mismo. ―Debería irme a casa.

―Son más de la una de la mañana. Te quedarás aquí y por la mañana te llevaré a tu casa.

―Pero...

―Tampoco creo que vayas a dormir mucho. ―Interrumpió dejándolo boquiabierto. Kai se levantó y lo miró. Esbozó una sonrisa lujuriosa y salió hacia la cocina.

―Si tienes que llamar a alguien para avisar, el teléfono está al lado del televisor.

Kyungsoo se acercó al teléfono y marcó el número de Baekhyun esperando encontrarlo despierto y, por supuesto, que no estuviera con algún o algunos de los suyos en una situación que le imposibilitara responder.

Tras el cuarto tono la voz de Baekhyun le rompió el tímpano.

―¡Papa Noel te ha escuchado! ―gritó lo más fuerte que pudo.

―¿Quieres bajar el tono de voz?

¡Y cómo sabías que era yo! Dime ahora qué hago.

―Hombre, no querrás que te explique lo que tienes que hacer, ¿verdad? Creo que ya eres mayorcito para saber qué pasa entre dos hombres.

―No me refiero a eso, nosotros ya...

―¡No jodas! ¡Ya lo han hecho!

―¡¡No!! Bueno, no del todo... Mira, esto no es para hablarlo por teléfono.

―Tienes razón, quiero detalles y eso solo lo conseguiría viendo tu cara mientras me lo cuentas. Pero antes de pasar a otro tema... ¿La tiene grande?

―¡Baekhyun! ―gritó.

―¿Pasa algo? ―Kai se asomó por la puerta al escuchar el grito.

―No... Nada... Lo siento ―dijo colorado. Él no se quedó muy satisfecho, pero volvió a la cocina.

―Joder, me has dejado sordo.

―Mira quién fue a hablar.

―Bueno, ¿qué quieres?

―No voy a poder ir al piso hasta mañana...

―Mira que bien... ¡Chicos, ya tenemos sitio! ―gritó un poco más separado del teléfono.

―¡Hey! No metas desconocidos.

―No son desconocidos. Son amigos míos. Además, solo son dos. Ya sabes que las cosas, dobles, sientan mejor.



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En el texto hay: kpop, academico

Editado: 02.05.2022

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