Narra Brenda
Después de chocar con el camarero, rápidamente ayudé a recoger los platos que se habían caído al suelo.
- Lo siento mucho, señor – Me disculpé avergonzada.
- No se preocupe, señorita. Está todo bien – Respondió el camarero con una sonrisa tranquilizadora.
Alan se inclinó para ayudarme a levantarme y luego me tomó de las manos para guiarme hacia nuestra mesa. Gentilmente, corrió la silla para que pudiera sentarme cómodamente.
Estuvimos en el restaurante por tres horas, disfrutando de la comida y la compañía. Luego, regresamos al hotel mas tarde, nos despedimos con un beso en la mejilla y nos fuimos a nuestras habitaciones.
Decidí llamar a mi mejor amigo Ian por videollamada.
- Hola, Ian. ¿Estás despierto? – Pregunté con cautela.
- Ahora sí, Brenda. ¿Qué sucede? – Respondió Ian, despertando.
- Nada en realidad. Solo quería hablar con mi mejor amigo – Dije, sintiéndome un poco apenada.
- ¿Cómo te fue en el examen escrito? – preguntó con intriga.
- Muy bien… gané – dije tímidamente.
- Sabías que ibas a ganar – respondió Ian sonriendo.
- ¿Te puedo preguntar algo? – pregunté con cautela.
- Sí, claro, pregunta lo que quieras – respondió sorprendido.
- ¿Alguna vez te has enamorado de alguien que sabes que es imposible? – pregunté con timidez.
- ¿De alguien que no debías? – preguntó Ian sorprendido.
- Sí, exactamente – respondí con cautela.
- Qué extraño… no me imaginé tener esta conversación contigo – dijo riéndose.
- Sabes qué, mejor me voy a dormir – dije apenada.
- No, espera, cuéntame, intentaré ayudarte. ¿Cómo se llama él? – preguntó Ian con ternura.
- Alan, se llama Alan – dije tartamudeando.
- ¿Estás enamorada de tu profesor? – preguntó Ian alarmado.
- Oh por Dios Brenda, ¿sabes en qué te estás metiendo? - dijo Ian alarmado.
- Sí, lo sé, pero no puedo evitarlo, es más fuerte que yo - respondí apenada.
- Te estás adentrando en terreno peligroso - dijo Ian casi gritando.
- Vamos, cálmate, no es como si tuviéramos una relación - dije bajando la mirada.
- No... pero las ganas no te faltan - dijo con tono serio.
- Sabes lo que pasaría si se enteraran - dijo Ian alarmado.
- Imaginemos por un momento que tus sueños se hacen realidad y llegas a tener una relación con tu príncipe azul - dijo sarcástico.
- Tu noviecito perdería su empleo y tú... tu educación - dijo con tono serio.
- Sí, ya lo sé... ya lo sé - dije casi gritando.
- No llamé para que me reprendas, solo quería sacarme esto de mi pecho - dije bajando la mirada.
- Ay amiga, nunca te habías enamorado y ahora te enamoras de alguien imposible - dijo Ian con ternura.
- Quisiera poder estar ahí para poder abrazarte - dijo con ternura.
- Tengo que descansar... Buenas noches, Ian - dije bajando la mirada.
- Buenas noches, Brenda, y recuerda lo que te dije... trata de sacártelo de la cabeza - dijo amable.
Corté la comunicación y me acosté pensando en las palabras de Ian: "Te estás adentrando en terreno peligroso", que resonaban en mi cabeza, impidiéndome sonreír.
Ian tenía razón, tenía que sacármelo de la cabeza, pero ¿cómo podía dejar de pensar en él si tenía que verlo todos los días? Mañana tenía que estudiar con él para el examen oral, sin contar que era mi profesor y lo vería todo el año escolar.
Al día siguiente, luego de despertarme y arreglarme, me dirigí hacia la habitación de Alan. Toqué la puerta y, tras unos segundos, él la abrió.
- Buenos días, Brenda - dijo Alan con una sonrisa en su rostro.
- Hola, profesor - respondí tartamudeando y bajando la mirada.
- ¿Qué tal dormiste? - preguntó Alan, intentando romper el hielo.
- Bien, gracias - respondí nerviosa.
- Bueno, pasa, vamos a estudiar - dijo Alan, abriendo la puerta para que pudiera entrar.
Entré en la habitación y, como si fuera un mal augurio, tropecé con una mesita que estaba enfrente de la puerta, casi cayéndome al suelo. Pero Alan, rápido como un rayo, me atrapó en sus brazos, provocando que nuestras miradas se fijaran.
- ¿Estás bien? - preguntó Alan, con una mezcla de preocupación y sorpresa en su voz.
- Sí, sí, estoy bien, gracias - dije, intentando recuperar la compostura.
Me perdí en el azul de sus ojos, mientras Alan me miraba a los ojos sin decir una palabra. El silencio se hizo presente por unos segundos.