Narra Brenda
- Me tengo que ir - dije mientras Alan me sostenía en sus brazos.
- Tienes que irte - dijo Alan sin querer soltarme.
- Sí, ya es tarde - Mis padres deben estar preguntándose dónde estoy - dije mientras lo besaba.
- No quiero que te vayas. Me gusta que estés aquí - dijo haciendo pucheros.
- Tampoco quiero irme, pero nos veremos mañana - respondí.
- Tienes razón. Mañana es sábado y tendremos todo el día para nosotros. Tengo algo planeado para nosotros - dijo sonriendo.
- ¿Qué planeas? - pregunté curiosa.
- No te lo diré. Será una sorpresa. Solo puedo decirte que traigas ropa para nadar - dijo misterioso.
- Ok, señor misterioso. Nos vemos mañana - dije mientras lo besaba.
Alan me acompañó hasta la puerta mientras seguimos besándonos. Abrió la puerta con una mano y con la otra me sujetaba de la cintura.
Al día siguiente
- ¿Ya puedes decirme a dónde iremos? - pregunté a Alan.
- Aún no, pero ya falta poco - respondió.
Subimos a su auto con extrema precaución para que nadie pudiera reconocernos. Una vez adentro, Alan me tomó de la mano mientras con la otra conducía.
Durante el trayecto, Alan me miraba y sonreía. Yo estaba entusiasmada aunque no sabía adónde me llevaría, pero había algo que me preocupaba: éramos nosotros. La última vez que hablamos, me preguntó si quería ser su novia, pero como discutimos, no volvimos a hablar del tema.
- Bueno, llegamos - dijo Alan interrumpiendo mis pensamientos.
- ¿Puedo bajar ahora? - pregunté.
Él asintió, y yo bajé. Era hermoso, había un lago, una cabaña y estábamos en el muelle.
- ¿Qué es este lugar? - pregunté asombrada.
- No eres la única que conoce lugares lindos en Londres - respondió Alan.
Entramos en la cabaña y era como de cuento, como las que aparecían en las historias que me gusta leer, solo que esta vez era real.
Alan sacó una cesta repleta de comida, vino, frutas y algunos chocolates.
- Esto es lo que faltaba para ser perfecto - dijo Alan sonriendo.
- Esto es como un cuento de hadas - dije sonriendo - La cabaña, el lago, el príncipe
- Y la princesa - dijo Alan entrelazando su mano con la mía.
Me acerqué para besarlo, pero una llamada nos interrumpió. Era mi mamá, así que preferí mandarle un mensaje diciéndole que no iba a poder llegar a casa y que estaba con una amiga. Ya se me facilitaba mentir.
- ¿Vamos a nadar? - dijo Alan mientras se dirigía al lago.
- Creo que el agua está muy fría. No tengo muchas ganas de nadar en este momento - respondí mientras me sentaba en la orilla solo para mojar mis pies.
Cuando giré para ver a Alan, él se estaba quitando la camisa que llevaba. Era la primera vez que lo veía con el torso desnudo y vaya que se le notaba que había estado yendo al gimnasio. Me quedé admirándolo por un tiempo. Tenía un cuerpo muy atractivo y verlo me hacía estremecer. Hasta que reaccioné. Para entonces, Alan ya se había metido al agua.
- ¿Está muy fría? - pregunté.
- Ven a sentirla - dijo antes de jalar mis pies y meterme al agua.
Comencé a mover mis brazos y piernas, haciendo reír a Alan y provocando que me sostuviera más cerca de él. Nadamos un rato y después Alan se adelantó en regresar a la cabaña en busca de una toalla. Me la llevó y me acompañó de vuelta a la cabaña. Nos sentamos en el sofá por un rato. Él me rodeó con su brazo y comenzó a besar mi oreja, lo que me provocaba cosquillas. Después buscó mi boca y la besó. Sus brazos hicieron que quedáramos recostados en el sofá y Alan no dejaba de tocarme. Entonces comprendí adónde quería llegar con eso y lo detuve. La verdad es que no me sentía del todo cómoda y confieso que sentí miedo.
- Alan - dije mientras me sentaba.
- ¿Todo bien? - preguntó.
- Sí, sí. Solo quisiera ir a caminar al muelle antes de que se vuelva más tarde
Me levanté, tomé su mano y nos fuimos a caminar. El paseo se cubría de una total calma que provocó que mis pensamientos sobre el estado de nuestra relación regresaran y entonces hablé.
- Alan... ¿Te puedo hacer una pregunta?
- La que quieras - me dijo mientras se llevaba mi mano a su boca para besarla.
- ¿Qué somos?... tú y yo ¿Cuál es el estado de nuestra relación? La última vez me preguntaste si quería ser tu novia... pero como discutimos, no sé cómo quedamos
Alan comenzó a reír y eso me desconcertó.
- ¿Dije algo gracioso?
- No, no es eso. Me río porque no puedo creer tu inocencia... me das mucha ternura
Bajé la mirada, pero Alan delicadamente levantó mi cara, provocando que nuestras miradas se conecten.
- Amor... nosotros somos novios, desde que te lo propuse en ese avión y tú aceptaste... y no dejamos de serlo ni siquiera cuando estábamos distanciados... esa fue solo una discusión de novios, y lo bueno de toda discusión es la reconciliación
Y entonces, como si no pudiera detener mi voz, le dije:
- Te amo, Alan
- Me encanta cuando un 'te amo' sale de tu boca... yo también te amo, mi amor
Luego vi que sacó una pequeña cajita de su bolsillo.
- Con esto lo haré oficial - dijo mientras me entregaba la caja.
- ¿Qué es? - dije tomando la caja.
- Ábrelo - dijo sonriendo.
Había dos cadenitas de oro en forma de corazón que tenían una frase grabada que decía "Novios para siempre".