Un Profesor Encantador

Capítulo 30: Regreso

Narra Brenda

 

Mi corazón latía acelerado. Alan había estado llamando a mi celular, y ahora me sentía mal por no haber contestado. Decidí llamarlo de regreso, pero no obtuve respuesta. Me pareció extraño que hubiera apagado su celular, ya que pensé que quería hablar conmigo. Para distraerme, decidí hacer mi tarea y después me quedé dormida.

 

De repente, algo me despertó. Era la luz del sol pegando en mi rostro. Me había quedado dormida por más tiempo de lo que acostumbro, así que tomé una ducha rápida y me vestí apresuradamente. Amarré mi cabello y salí corriendo.

 

Por suerte, llegué a tiempo para mis clases. Pero la voz del director interrumpió la lección y nos pidió que nos dirigiéramos al auditorio. Supuse que se trataba de una ceremonia de premiación.

 

Comencé a caminar junto a Anabela, cuando de repente alguien tomó mi mano. Giré desconcertada y vi que era Tito.

 

- Buenos días - nos saludó a Anabela y a mí.

 

Giré y nos saludamos con un beso en la mejilla.

 

- ¿Qué hay de nuevo? - preguntó Tito

 

- Bueno, aquí vamos al auditorio ¿Tienes idea de qué se trata? - respondí curiosa

 

- De hecho sí... y es muy aburrido. Mejor ven conmigo - dijo Tito, tomando mi mano.

 

- ¿A dónde? - pregunté.

 

- A algo más divertido que esto. ¿Vienes? - dijo Tito, guiándome hacia el estacionamiento.

 

- Ok, tú ganas - dije, dejando a Anabela y siguiéndolo.

 

Tito me llevó al estacionamiento, donde había un pequeño parque con bancas y árboles.

 

- ¿Y aquí qué? ¿Es este tu plan de algo más divertido? - pregunté.

 

- Está bien, está bien. Lo admito, no tenía planeado nada. Solo quería verte. Pero al menos aquí podemos hablar tranquilos y no tenemos que ir a eso... - dijo Tito.

 

- ¿Y por qué no quisiste ir? - pregunté.

 

- Era una premiación de baloncesto – dijo.

 

- ¿Qué? Tú eres el capitán, ¿por qué no estás ahí? - pregunté sorprendida.

 

- Por eso mismo. Si voy, mis compañeros no reciben atención. Yo soy el capitán, pero mi equipo también merece reconocimiento. Además, los premios y el reconocimiento son superficiales. No me gusta que se trate solo de mí -respondió Tito.

 

-Entiendo -dije, admirando su humildad.

 

- Me alegra que lo entiendas - dijo Tito, sonriendo.

 

- Eres un buen chico, Tito - dije sinceramente con una sonrisa.

 

- Tú también eres una gran chica. En serio, me encanta cómo eres. No sé cómo pasé tanto tiempo sin hablarte. No sé cómo no te vi antes - dijo Tito con ternura.

 

Me sonrojé ante sus palabras y sentí un cosquilleo en el estómago. Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la tranquilidad del parque.

 

Tito tomó mis manos y se acercó lentamente a mí. Pensé que iba a intentar besarme de nuevo, como la última vez que estuvimos juntos. Al principio intenté separarme, pero él insistía. Sin embargo, esta vez algo cambió en mí. Tal vez fueron las palabras que Tito me había dicho o tal vez era que, por fin, deseaba besarlo. Estábamos a punto de hacerlo cuando un auto que se acercaba nos echó las luces encima. Rápidamente nos separamos, lo que hizo que Tito se molestara un poco. Yo no lograba ver quién era el que había llegado, hasta que apagó las luces y bajó de su auto.

 

Me quería morir. No podía ser. Era él, de todos los días que podía venir, tenía que venir justo hoy: era Alan.

 

- Jóvenes, ¿qué hacen aquí? Se supone que todos los estudiantes deben estar en el auditorio, y más si se trata de integrantes del equipo de baloncesto - dijo Alan, mirando a Tito.

 

- ¿Profesor Freeman? - dije sorprendida.

 

Fue lo único que salió de mi boca, mientras que ambos no dejaban de mirarme.

 

- Les aconsejo que vayan rápido si no quieren reportes... escaparse del auditorio es una falta grave, y por seguridad es mejor que estén ahí - continuó Alan.

 

Tito lo miró con una cara de enfado, mientras que yo no quería esperar más para hablar con él. Tenía que arreglar todo lo que había pasado. Así que me acerqué a Tito con cautela.

 

- Tito, ¿puedes adelantarte sin mí? Tengo que preguntarle algo al Señor Freeman, algo que me quedó pendiente de una tarea -le dije.

 

- Ok, te veo después - dijo serio y comenzó a irse.

 

Esperé lo suficiente para que Tito se alejara y entonces, con temor y un poco de enfado, me acerqué a Alan. Sentía una mezcla de alegría y enfado.

 

- ¿Volviste? - le dije.

 

- Nunca me fui - respondió.

 

- Estuviste ausente varios días - le reclamé - ¿Adónde fuiste?

 

Alan no respondió mi pregunta.

 

- ¿Así que ahora estás con él? ¿Te dedicas a salir con adolescentes? Me alegro por ti, haces bien en salir con chicos de tu edad - dijo él con sarcasmo.

 

- ¿Disculpa? ¿Qué dijiste? - respondí, tratando de contener mi enojo.

 

- Primero dejas de hablarme, me voy, pero antes de irme me pides un tiempo, y cuando vuelvo ya sales con adolescentes lindos, ¿no? -continuó él, acusándome.

 

- Escúchame – grité – tú no tienes derecho a reclamarme. Fuiste tú el que prometió "LUCHAR POR NUESTRO AMOR" y después te fuiste. Te estuve llamando y no contestaste, te escribí y no me respondiste. Linda forma de luchar por nuestro amor.

 

- Fui a Nueva York, tuve que viajar por algunos asuntos familiares y de trabajo, pero claro tú todavía no entiendes de eso. Algún día lo entenderás - dijo él, insinuando mi juventud.

 

Odiaba cuando usaba nuestra diferencia de edad en nuestras peleas.

 

- ¿Y qué clase de asuntos? Si se puede saber - pregunté, tratando de entender.




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