Narra Brenda
Al día siguiente, un sábado soleado, Alan me sorprendió con una invitación a su departamento. Me dijo que tenía algo especial preparado para mí.
Como siempre, tuve que inventar una excusa para poder escaparme y dirigirme hacia allá. Al llegar, Alan me recibió con una sonrisa radiante y abrió la puerta de inmediato.
- ¡Hola, amor! - exclamé emocionada, saltando a sus brazos y dándole un beso apasionado.
- Pasa - me invitó, rodeándome con sus brazos.
Entramos juntos y él cerró la puerta detrás de nosotros, creando un ambiente de intimidad.
- Entonces - dije con una sonrisa curiosa - ¿cuál es la sorpresa?
Alan, con un tono misterioso, me indicó que la sorpresa estaba en su habitación.
- En mi santuario de amor, en la morada de nuestros sueños compartidos, aguarda tu sorpresa - me susurró Alan, envolviendo sus palabras en un tono misterioso y cargado de emociones.
- ¿Puedes darme alguna pista? - pregunté expectante.
- No, tendrás que descubrirlo por ti misma - respondió, guiñándome un ojo.
- ¡Qué dulce misterio! - exclamé con una sonrisa radiante, dejando que la curiosidad y la emoción me envolvieran por completo mientras me adentraba en su cuarto, ansiosa por descubrir el regalo que me aguardaba en aquellas cuatro paredes llenas de amor y complicidad.
Al cruzar el umbral de su santuario, mis ojos se encontraron con una visión celestial: sobre su cama, reposaba una caja plateada adornada con una tarjeta que llevaba impreso mi nombre en letras delicadas. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza, anticipando el contenido de aquel obsequio que prometía desatar emociones indescriptibles.
Al abrir la caja, encontré una nota que decía: "Úsame". Al sacar el contenido, descubrí un hermoso vestido de novia. Aunque no entendía completamente lo que estaba sucediendo, no pude resistir la tentación de probármelo.
El vestido era una obra de arte: blanco, con un diseño inflado, sin mangas, y venía acompañado de un velo y unos zapatos blancos que combinaban a la perfección. Después de arreglarme el cabello y maquillarme, me puse el velo con una sonrisa ilusionada.
Cuando salí de la habitación, Alan me estaba esperando con un elegante esmoquin y la corbata que yo le había regalado.
- Te ves absolutamente hermosa, amor - dijo Alan, admirándome con ternura.
- Tú también estás guapísimo - respondí, sin poder apartar la mirada de él.
Extendió su brazo hacia mí y dijo:
- ¿Nos vamos?
Tomé su brazo con delicadeza y pregunté con curiosidad:
- ¿A dónde nos dirigimos?
- A la segunda parte de tu sorpresa - respondió, saliendo juntos, vestidos como una auténtica pareja de recién casados. Al abrir la puerta, nos esperaba una lujosa limusina.
- Adelante, señorita - dijo Alan, galante, mientras me ayudaba a entrar.
- Gracias - le agradecí, emocionada, acomodándome en el interior de la limusina junto a él.
El chofer nos condujo hacia el aeropuerto, donde un helicóptero nos esperaba en la pista.
- ¿Qué hacemos aquí? - pregunté, llena de intriga.
- Vamos por la segunda parte de tu sorpresa - reveló Alan, ayudándome a subir al helicóptero.
Mientras volábamos en medio del cielo, riendo y disfrutando de la emoción del momento, me di cuenta de que esta sería una experiencia inolvidable y llena de amor.
Cuando estábamos a punto de llegar, Alan habló con ternura en su voz:
- Bueno, mi amor, ha llegado el momento... - susurró mientras sacaba una venda con delicadeza.
- ¿El momento de qué? ¿Qué planeas hacer con eso? - pregunté, intrigada por sus acciones.
- Quiero que confíes en mí, Brenda. Esta sorpresa es especial y quiero que la disfrutes plenamente. Por eso, voy a vendarte los ojos - explicó, acariciando mi rostro con suavidad.
- ¿Qué? No, no es necesario... - respondí, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
Alan tomó suavemente mis manos y me miró con ternura.
- Brenda, por favor, confía en mí. Esta sorpresa es algo único y especial para ti. Quiero que experimentes cada momento sin tener ninguna pista visual. Permíteme vendarte los ojos para que la emoción sea aún más intensa - explicó, transmitiendo su sinceridad a través de sus palabras.
Aunque mi corazón latía acelerado, decidí confiar en él y asentí con una sonrisa nerviosa.
- Pero me da miedo... - admití, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.
Alan me envolvió en sus brazos protectores y, después de un minuto, escuché el suave aterrizaje del helicóptero.
- ¿Ya hemos llegado? - pregunté, con una mezcla de emoción y nerviosismo en mi voz.
- Sí, mi amor. No te preocupes, estoy aquí contigo. ¿Estás lista para vivir algo mágico? - susurró Alan, abrazándome con ternura y besando mi mejilla con dulzura.
Con cuidado, Alan descendió primero y luego me ayudó a bajar, manteniendo mis ojos vendados para mantener el misterio intacto.
- Alan, ¿qué significa todo esto? Me estás intrigando demasiado... - expresé, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.
- No te preocupes, mi amor. Todo será revelado en su momento. Confía en mí - susurró Alan, tomando mis manos con suavidad.
Después de unos instantes de suspenso, sentí cómo Alan retiraba con delicadeza la venda de mis ojos. Una vez que pude ver claramente, me encontré en un lugar mágico y encantador.
Frente a nosotros, se extendía una mesa elegantemente decorada para dos personas, con una exquisita selección de platos salados y dulces. Una hermosa torta de boda ocupaba un lugar destacado en el centro. Un arco de flores, lleno de colores vibrantes, se alzaba majestuosamente a poca distancia de la mesa, creando un ambiente romántico y encantador. Meseros sonrientes se movían con gracia alrededor, listos para atendernos.