Un Profesor Encantador

Capítulo 54: Una Pesadilla

Narrador

 

En la residencia Brown, la ansiedad se apoderaba de Ingrid mientras daba vueltas de un lado a otro. Finalmente, la puerta se abrió y sus padres entraron, pero sus rostros reflejaban una sombría tristeza.

 

- Mamá, Papá, qué alivio que han llegado. ¿Cómo está Brenda? - preguntó Ingrid con voz temblorosa.

 

Los ojos de sus padres se encontraron, incapaces de encontrar las palabras adecuadas.

 

- ¿Qué sucede? ¿Por qué se miran así?- inquirió Ingrid, sintiendo cómo la preocupación se convertía en angustia.

 

La madre no pudo contener las lágrimas, mientras que el padre permanecía en silencio.

 

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué mamá llora de esa manera? - preguntó Ingrid desesperada - POR FAVOR, DÍGANME CÓMO ESTÁ BRENDA - exclamó con desesperación.

 

- Tu hermana está en coma, hija. Los médicos hablan de una fuerte lesión en la cabeza - dijo la madre con la voz entrecortada. El padre, en silencio, abrazaba a su esposa tratando de encontrar consuelo en medio de la desolación.

 

Ingrid se quedó pálida como un fantasma, paralizada por la impactante noticia. No podía creer lo que acababa de escuchar, pero finalmente encontró la voz para expresar su dolor.

 

- No, no puede ser verdad... Díganme que esto es solo una pesadilla - susurró con la voz quebrada.

 

Los padres, exhaustos emocionalmente, negaron con la cabeza sin fuerzas para pronunciar palabras. Se abrazaron nuevamente, dejando que las lágrimas fluyeran en silencio. Ingrid, separándose de ellos y secando sus propias lágrimas, logró articular unas palabras más.

 

- Por cierto, el profesor de... - tartamudeó - el profesor de literatura de Brenda estuvo aquí. No sé cómo se enteró, pero me imagino que ya toda la escuela debe saberlo - dijo sollozando.

 

Los padres se miraron entre sí, desconcertados por la noticia adicional. Ingrid captó su expresión y comprendió que la tragedia de Brenda se había extendido más allá de los límites de su familia.

 

- ¿Qué pasa ahora? ¿Hay peores noticias? - preguntó Ingrid, con temor en su voz.

 

- Hija... Alan se presentó en el hospital y nos confesó todo - dijo su madre, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

 

- ¿Confesó qué? - inquirió Ingrid, sintiendo un nudo en el estómago.

 

La madre tragó saliva antes de responder.

 

- Al parecer... él y Brenda tenían una relación romántica.

 

- ¿Una relación romántica? - repitió Ingrid, atónita.

 

- Sí, hija. Parece ser que estaban juntos antes de que Brenda tuviera el accidente. Tuvieron una discusión... y según Alan, Brenda estaba hablando con él por teléfono mientras conducía. El otro conductor declaró que ella venía hablando por celular.

 

- Esto es demasiado... por favor, díganme que es una broma - suplicó Ingrid, con incredulidad. - Brenda es menor de edad y Alan es su profesor... esto no puede ser real.

 

Los padres se miraron a los ojos, compartiendo la angustia de su hija. Asintieron en silencio, confirmando con gestos lo que no podían expresar con palabras. Ingrid se quedó sin habla, sin saber cómo procesar toda la información. Mientras sus padres se retiraban a descansar, ella decidió investigar en la habitación de Brenda, en busca de alguna pista que pudiera ayudarla a entender lo que acababa de descubrir. Fue entonces cuando encontró un libro sobre la mesita de noche de su hermana, con una dedicatoria en la portada.

 

"Este es el primer libro que escribí. Espero que cuando lo leas, pienses en mí con amor... Alan Freeman".

 

Ingrid se quedó paralizada al leer esas palabras, su mente llena de emociones encontradas.

 

Entonces es verdad - pensó, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor.

 

Ingrid revisó el libro y encontró un papel con una dirección, el número de piso y el departamento. En la parte de atrás, había un mensaje que decía "mi amor" con corazones. Decidió seguir la pista y se dirigió al edificio indicado.

 

Al llegar, intentó subir por el ascensor, pero estaba fuera de servicio. No se dejó desanimar y subió por las escaleras hasta llegar al departamento señalado en el papel. Para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta y pudo escuchar una discusión acalorada que provenía del interior.

 

- ¿Qué haces aquí, Laura? ¿Por qué viniste? - preguntó Alan, con frustración en su voz.

 

- Necesitaba hablar contigo - respondió Laura, intentando mantener la calma.

 

- No tengo nada que hablar contigo después de lo que hiciste. Lárgate de mi departamento - exclamó Alan, con ira evidente en su tono.

 

Ingrid se quedó afuera del departamento, escondida, tratando de entender la situación. Escuchó sus voces llenas de resentimiento y confusión.

 

- Pero Alan, tienes que entender que lo hice por tu bien - intentó explicar Laura, con un dejo de tristeza en su voz.

 

- Por mi bien - interrumpió Alan, sarcástico - ¿Alejarme de la mujer que amo te parece que fue por mi bien?

 

- Ella es una adolescente y tú eres su maestro - argumentó Laura, buscando justificar sus acciones.

 

- Lárgate - dijo Alan, con determinación - Jamás te perdonaré por eso.

 

- ¿Qué pasa? ¿La niñita no te dejó hablar? - dijo Laura con una risa irónica - Parece que no tiene la madurez suficiente para escuchar. ¿Se encerró en su habitación a llorar?

 

Cuando Laura pronunció esas palabras, Alan se enfureció tanto que sintió un impulso incontrolable de golpearla. Ingrid, que estaba escuchando todo desde afuera, transformó su expresión de confusión en odio. Sin pronunciar una palabra, entró silenciosamente al departamento, sin hacer ruido. Aún no sabía qué iba a decir, pero cuando se colocó detrás de Laura, Alan la miró sorprendido. Laura notó la expresión de sorpresa en el rostro de Alan y se volteó, encontrándose cara a cara con Ingrid, quien la miraba con intensa hostilidad.




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