Narra Brenda
Desperté lentamente, sintiendo cómo todo daba vueltas a mi alrededor. Mi cabeza dolía intensamente y no podía recordar qué había sucedido ni dónde me encontraba.
Abrí los ojos con esfuerzo y me vi en una habitación desconocida, atada a máquinas y monitores. Estaba en un hospital, pero no lograba recordar por qué. ¿Qué me había pasado?
Pasaron unos minutos y la habitación se llenó de personas que no conocía: médicos y desconocidos preocupados. Sus voces se mezclaban en mi mente confundida.
- Gracias a Dios, has despertado, cariño. Nos tenías muy preocupados, pero sabíamos que volverías
- ¿Cómo te sientes?
- ¿Estás bien?
Me costó mucho recordar sus rostros, pero finalmente logré identificarlos. Eran mis padres y mi hermana. Me incorporé lentamente y finalmente pude articular unas palabras:
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no recuerdo nada?
Un hombre que parecía ser el doctor intervino:
- Tuviste un accidente, señorita. Es recomendable que dejes las preguntas para más tarde. Necesitas descansar.
Mi madre tomó mi mano y trató de tranquilizarme:
- Tranquila, cariño, todo lo sabrás más adelante. Por ahora, debemos estar felices de tenerte de vuelta... Te llevaremos a casa.
Cuando mencionó la palabra "casa", una oleada de preocupación me invadió. No recordaba cómo era mi hogar, ni a mí misma ni lo que había ocurrido antes del accidente.
- Mamá... – Dije con temor en mi voz.
- ¿Sí, cariño?
- No recuerdo nada. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
El doctor interrumpió antes de que mi madre pudiera responder:
- Eso no es importante en este momento. Lo sabrás más adelante.
- ¡Es importante para mí! Necesito saberlo... ¡Quiero saberlo! – Grité con desesperación.
- Estuviste en estado de coma durante cuatro meses.
Cuatro meses, cuatro largos meses... No podía reaccionar, era demasiado tiempo. No recordaba absolutamente nada, y eso me llenaba de angustia. ¿Qué había sucedido? La desesperación se apoderó de mí y comencé a gritar, buscando respuestas. Todos a mi alrededor se alarmaron y vi cómo la enfermera se acercaba con una jeringa en la mano. De inmediato supe que era un tranquilizante. Intenté resistirme, pero mis esfuerzos fueron en vano. Lo último que pude percibir antes de caer en un sueño profundo fue un jarrón con hermosos Lirios Blancos, extrañamente recordé que eran mis flores favoritas. Con esa imagen grabada en mi mente, me sumergí en un sueño profundo y reparador.
Desperté en otra habitación que reconocí con dificultad: era mi propio santuario, mi recámara.
Mis padres estaban sentados en el sofá que tenía en mi habitación, mientras Ingrid ocupaba una silla frente a mi cama. Sus rostros reflejaban alivio al notar que había despertado. Y para mi sorpresa, allí estaban nuevamente los Lirios, esta vez adornando mi habitación y llenándola de su delicado aroma.
- ¿Te sientes mejor? – preguntó mi papá mientras colocaba su mano en mi frente.
- Quiero saberlo todo, necesito entender cómo sucedió esto y por qué no recuerdo nada, absolutamente nada.
- Tranquila, cariño, tómate tu tiempo. Hace cuatro meses tuviste un terrible accidente automovilístico y eso ha afectado tu memoria – dijo mi mamá mientras acariciaba mi cabeza.
- ¿Quién fue el responsable? – pregunté con voz alterada.
- Eso ya no importa, lo más importante ahora es que te recuperes. ¿Quieres descansar un poco?
- Pero no recuerdo a nadie ni nada. Necesito saber...
- ¿Cuál es el último recuerdo que tienes? – preguntó Ingrid, tomando mi mano con ternura.
- Estaba en casa, preparándome para el primer día de clases... iba a comenzar mi último año de preparatoria – dije con determinación.
Vi cómo los tres intercambiaron miradas de sorpresa y preocupación...
- ¿Qué está pasando? ¿Por qué se miran así? – pregunté con creciente angustia.
- Hija, eso ocurrió hace 9 meses... – dijo mi papá con voz entrecortada.
- ¿Qué? Nueve meses... ¿Qué sucedió? ¿Logré asistir a mis clases? Este iba a ser mi último año de preparatoria.
- Han ocurrido muchas cosas, cariño – respondió mi papá, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
Aquella respuesta hizo que las lágrimas brotaran de mis ojos. Me sentía desesperada, nueve meses de mi vida habían desaparecido de mi memoria.
La debilidad me invadió y todo se volvió borroso. Me dejé llevar por el sueño, probablemente inducido por el efecto del tranquilizante.
Cuando desperté, encontré a mi mamá en la puerta junto a dos personas. Al principio me costó reconocerlas, pero luego recordé a una de ellas.
- ¿Puedes recordarnos? – preguntaron ambos al mismo tiempo.
- Estaría loca si no recordara a mi mejor amigo – dije con una sonrisa genuina. – Tú eres Ian, mi amigo casi como un hermano.
Ian se acercó y me abrazó. Lo recordaba, pero no podía recordar qué había pasado con él. Luego dirigí mi mirada hacia la chica que estaba a su lado.
- Y ella, ¿quién es? – pregunté confundida.
- ¿No la recuerdas? – preguntó Ian. – Ella es Anabela.
- ¿Ella es tu novia? – pregunté sin saber quién era.
Vi cómo intercambiaron miradas y soltaron una risa.
- No, para nada... ella es Anabela, tu amiga. ¿No la recuerdas?
- Amiga... no tengo ninguna amiga. Mi único amigo eres tú – dije sin entender.