Narra Brenda
Era como una pesadilla de la que no podía despertar. No podía creer lo que estaba sucediendo. El auto seguía en movimiento, mis lágrimas caían sin cesar y mi madre me gritaba desesperada. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta del auto y caí de rodillas en el suelo. Me levanté rápidamente y comencé a correr, sin importarme los gritos que me llamaban desde atrás.
Necesitaba estar con Alan, necesitaba que me explicara lo que estaba pasando. Con el corazón en la garganta, llegué a su departamento. Estaba destrozada, no podía controlar mi llanto. Alan abrió la puerta y antes de que pudiera decir una palabra, me abalancé hacia sus brazos, buscando su protección.
Desesperadamente, le supliqué:
- Por favor, dime que todo esto es una mentira. Dime que mis padres están tratando de separarnos y nada de esto es real... - mi voz temblaba de dolor y esperanza.
Alan bajó la cabeza, sus ojos llenos de tristeza, y suspiró antes de responder:
- Quisiera poder decirte que no es verdad, que todo es una confusión, pero no puedo mentirte más. Lo siento, Brenda. - su voz sonaba quebrada y llena de remordimiento.
Sentí cómo mi mundo se desmoronaba. Retrocedí, alejándome de él, tratando de asimilar sus palabras.
- ¿Entonces es verdad? Después de todo lo que prometiste, me mentiste... ¿Por qué, Alan? ¿Por qué me ocultaste todo esto? - pregunté, con la voz entrecortada por el dolor.
Alan se acercó lentamente, sus ojos llenos de lágrimas, y tomó mis manos entre las suyas.
- No quería lastimarte, Brenda. Pensé que si te ocultaba la verdad, podríamos ser felices juntos. Pero me equivoqué, y ahora lo veo. Te amo y no quiero perderte, pero entiendo si no puedes perdonarme. - sus palabras resonaron en el aire, cargadas de arrepentimiento y amor.
Me quedé en silencio por un momento, luchando con mis propios sentimientos. Finalmente, respondí con voz firme pero llena de tristeza:
- No sé si alguna vez podré perdonarte, Alan. Me has herido profundamente al romper tu promesa. Necesito tiempo para pensar y sanar. Por ahora, necesito alejarme de ti... - dije, con el corazón destrozado.
Me paré en la puerta, lista para irme, y él intentó detenerme.
- No intentes detenerme - advertí, con voz firme - Ya no sé qué me duele más... la primera vez que te encontré engañándome con ella, o esta vez que me mentiste después de haberme lastimado.
Me separé de él y, finalmente, grité:
- Ha sido el mejor de los cumpleaños
Esta vez, no quise llorar. Bajé rápidamente para alejarme de él. Me paré en la entrada del edificio y escuché cómo corría para alcanzarme, pero yo ya no podía estar con alguien que me había lastimado tantas veces.
- Solo lo olvidaremos... - dije cuando finalmente logró alcanzarme.
Él se quedó allí, sollozando, y yo me fui. Mi taxi había llegado, pero antes de irme, vi cómo Alan caía de rodillas, llorando. Durante el camino, tuve que decirle tres veces al taxista que ignorara cómo lucía, que estaba bien. Pero al llegar a casa, no pude contenerme. No quería entrar, porque sabía que tendría que enfrentarlos después de todo lo que había pasado.
Giré la perilla y ahí estaba mi mamá, sosteniendo el teléfono. Cuando me vio, lo aventó y corrió hacia mí.
- Oh, gracias a Dios, ¿estás bien? Te he estado llamando.
Y lo único que pude hacer después de haberme aguantado fue llorar...
- Estuviste con él, ¿cierto? - preguntó mamá. - ¿Te lo dijo?
- Soy una estúpida - dije entre llantos - Ahora puedes decirme: "Te lo dije". Vamos, dilo mamá, que lo estoy esperando.
Mamá no dijo nada, solo me abrazó.
- Estamos aquí para apoyarte, queremos lo mejor para ti... - dijo mientras me cubría entre sus brazos.
- Pero no es lo que necesito... ¡Lo necesito a él!
Yo estaba recargada en la puerta, mi mamá me consolaba tocando mi hombro. Estaba enojada y con una tristeza que no cabía en mi pecho.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó mi madre con voz suave, preocupada por mi estado.
- Quiero estar sola - respondí bruscamente, apartándome de ella. Me dirigí a mi cuarto, con la intención de encerrarme y permitir que mi corazón olvidara a Alan. Sin embargo, mientras subía los escalones, todo a mi alrededor se volvió borroso. Me sentía mareada y, antes de darme cuenta, perdí el conocimiento. Lo último que vi fue cómo la escalera parecía moverse.
Desperté en el hospital, escuchando voces a mi alrededor.
- ¿Una contusión, doctor? - preguntó mi madre, preocupada.
- Así es. Brenda sufrió una contusión, probablemente debido al estrés y a todo lo que ha pasado recientemente, incluyendo el grave accidente que tuvo. Afortunadamente, no es algo grave y es posible que pueda regresar a casa más tarde en el día - explicó el médico.
Así que estaba en el hospital. Me desmayé después de todo lo que había sucedido, y una vez más, Alan era el causante de mi dolor.
Abrí los ojos por completo y vi a mi madre y al médico observándome.
- Podemos irnos ahora, ya estoy bien - dije con determinación, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.
- Me alegra verte despierta, cariño. Pero debes descansar. Lamento mucho lo que te ha sucedido - dijo mi madre, con una mezcla de alivio y tristeza en su voz.
- No me pasó nada. Odio que me tengan lástima. Ahora, recoge tus cosas y vámonos - respondí con firmeza, rechazando cualquier muestra de compasión. No quería que me vieran como una víctima. Estaba comenzando a comprender que el fin de una relación no significaba el fin de mi vida, aunque aún me costaba creerlo por completo.