Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 1: El Secuestro Inesperado

Marina no era una persona que prestara demasiada atención a los detalles a su alrededor. Su vida estaba marcada por la rutina: el trabajo, los estudios, y las pocas horas que lograba robarle al día para relajarse en casa. Nunca había sentido la necesidad de preocuparse por lo que ocurría más allá de su pequeño círculo, creyendo que su mundo era seguro, que su vida no sería más que una serie de eventos predecibles.

Todo cambió en un instante.

El reloj marcaba las 8:00 p.m. cuando Marina salió de la universidad, agotada después de un largo día de clases. Caminaba por la calle principal, iluminada por las luces de los faroles que proyectaban sombras alargadas en la acera. El cansancio la hacía sentir un poco mareada, pero no era nada que no pudiera soportar.

Mientras se acercaba a la parada del autobús, sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si alguien estuviera observándola. Se detuvo un momento, mirando a su alrededor, pero solo vio a unas pocas personas que, como ella, estaban absortas en sus propios pensamientos. Desestimó la sensación como una paranoia producto del cansancio.

Sin embargo, el escalofrío no desapareció. De hecho, se intensificó a medida que se acercaba a una calle desierta que usaba como atajo para llegar a la parada. Marina decidió ignorarlo. “Solo falta un poco más y estaré en casa”, pensó, tratando de tranquilizarse. Pero en ese momento, un brazo fuerte la sujetó por la cintura, tirándola hacia atrás con una fuerza inesperada.

—¡¿Qué...?! —gritó Marina, luchando por liberarse. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba entender qué estaba pasando. La mano de su agresor cubrió su boca, ahogando sus gritos en la soledad de la noche.

—Shh, no hagas ruido —una voz profunda susurró en su oído, cargada de una calma inquietante—. Si te quedas callada, no te haré daño.

El terror se apoderó de Marina mientras intentaba morder la mano que cubría su boca, pero su captor solo la sujetó con más fuerza, arrastrándola hacia un callejón oscuro. Su mente corría, buscando desesperadamente una salida, un plan para escapar, pero su cuerpo estaba paralizado por el miedo.

—Por favor, no... —intentó rogar, pero el sonido apenas era audible. Sus fuerzas se agotaban mientras el hombre la empujaba hacia una camioneta negra estacionada en el callejón.

—Todo estará bien si cooperas —repitió el hombre, abriendo la puerta trasera del vehículo y empujándola dentro. Marina intentó resistirse, pero una vez más, la fuerza del hombre fue demasiado para ella. Sintió un dolor agudo en el brazo cuando su captor le inyectó algo, y en cuestión de segundos, todo comenzó a volverse borroso.

Marina escuchó las puertas de la camioneta cerrarse con un estruendo y el motor rugir al encenderse. Mientras la oscuridad se cernía sobre ella, su último pensamiento fue una desesperada pregunta: “¿Por qué a mí?”.

Cuando Marina recuperó la consciencia, todo a su alrededor era oscuro. Estaba acostada en una superficie dura, y la primera sensación que percibió fue un dolor sordo en la cabeza. Intentó moverse, pero sus extremidades estaban entumecidas, pesadas. Algo frío rozaba sus muñecas, y pronto se dio cuenta de que estaban atadas con cuerdas.

—¿Dónde… dónde estoy? —su voz salió apenas como un susurro. La oscuridad la envolvía, y el pánico comenzó a apoderarse de ella nuevamente. Intentó recordar qué había pasado, pero todo era un borrón después del ataque en la calle.

De repente, una luz se encendió en la habitación, cegándola momentáneamente. El dolor en su cabeza se intensificó con la luz, y tuvo que cerrar los ojos con fuerza.

—Ah, ya despertaste —la misma voz profunda que había escuchado antes rompió el silencio. Marina abrió los ojos lentamente, adaptándose a la luz, y vio a un hombre parado frente a ella. Vestía de negro, su rostro era una máscara de calma inquietante, y sus ojos la observaban con una frialdad que hizo que un escalofrío recorriera su espina dorsal.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —su voz tembló mientras intentaba enfrentarse al hombre. No podía dejar que viera el terror en sus ojos.

—Mi nombre no es importante —respondió el hombre con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Lo que quiero es simple: tú.

—¡Esto no tiene sentido! ¡Por favor, déjame ir! —Marina comenzó a luchar contra las cuerdas que la mantenían atada, pero cada movimiento solo parecía apretarlas más.

—Te sugiero que no luches. No haré nada que te lastime… siempre y cuando no me obligues a hacerlo —el hombre dio un paso adelante, agachándose para mirarla más de cerca—. Eres especial, Marina. Muy especial.

El terror en el corazón de Marina se mezcló con confusión. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Qué veía él en ella? Su mente corría, buscando respuestas que no podía encontrar. No conocía a este hombre, no entendía por qué la había elegido a ella.

—No te conozco… No entiendo… —Marina trató de controlar su voz, pero era difícil mantener la calma ante la mirada penetrante del hombre.

—No necesitas entender ahora. Solo necesitas saber que, mientras estés aquí, estarás a salvo... conmigo —respondió él, acariciando su mejilla con la yema de sus dedos. Marina retrocedió lo más que pudo, su piel se erizó ante el contacto.

—Esto es una locura... —susurró, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. No podía permitir que él la viera llorar, no podía mostrar debilidad.

—Quizás para ti lo sea, pero para mí... esto tiene todo el sentido del mundo —dijo el hombre, su voz impregnada de una extraña convicción—. Ahora, debes descansar. Has tenido un día largo.

Marina lo miró, tratando de encontrar algún rastro de humanidad en sus ojos, pero solo encontró un vacío inquietante. Su captor se levantó lentamente, caminando hacia la puerta de la habitación. Justo antes de salir, se detuvo y miró hacia atrás.

—Recuerda, Marina... no te haré daño, no si te comportas bien. —Y con esas palabras, cerró la puerta, dejándola sola en la oscuridad una vez más.



#5870 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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