Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 6: El Rescate

Marina estaba agotada, tanto física como mentalmente. No podía decir cuánto tiempo había pasado desde el último episodio de locura del psicópata, pero su cuerpo aún temblaba con los recuerdos de lo que había visto. El dolor en sus muñecas y el frío en la habitación la mantenían al borde de la conciencia, mientras su mente luchaba por aferrarse a cualquier esperanza, por mínima que fuera.

Las horas pasaban lentas, y el silencio era su única compañía. De vez en cuando, escuchaba ruidos leves fuera de la habitación, pero siempre eran efímeros, como si fueran producto de su imaginación. Sin embargo, algo cambió en la atmósfera. Había un sonido inusual, un murmullo apenas perceptible que se filtraba a través de la puerta.

Marina abrió los ojos, forzándose a concentrarse en el ruido. No era su captor. Su respiración se aceleró cuando comprendió que, por primera vez desde que fue secuestrada, estaba escuchando una voz diferente, una voz humana que no pertenecía a él.

Intentó gritar, pero la cinta en su boca lo impedía. Desesperada, golpeó la cabecera de la cama con la cabeza, esperando que el sonido atrajera la atención de quienquiera que estuviera allí. Los murmullos se detuvieron, y el silencio volvió a reinar. Unos segundos después, la puerta de la habitación se abrió lentamente.

Un hombre de mediana edad asomó la cabeza, sus ojos se agrandaron cuando la vio atada a la cama. Parecía tan sorprendido como ella. Marina no podía creer lo que estaba viendo; por fin, alguien había encontrado su prisión.

El hombre, nervioso, dio un paso adelante. Susurró algo, probablemente para tranquilizarla, mientras sus manos temblorosas buscaban en sus bolsillos. Encontró un cuchillo pequeño y comenzó a acercarse a Marina para cortar las correas que la mantenían prisionera.

Marina sintió un torrente de emociones, una mezcla de alivio y miedo, mientras veía al hombre luchar con las correas. La esperanza crecía en su pecho con cada segundo que pasaba, sintiendo que su liberación estaba cerca.

Sin embargo, en medio de su alivio, algo no cuadraba. El hombre estaba demasiado concentrado en liberar a Marina para notar el sutil cambio en la atmósfera de la habitación. Un movimiento en la penumbra, un susurro de la muerte acercándose. Marina quiso advertirle, pero la cinta sobre su boca la hizo presa de su propia desesperación.

El hombre logró cortar la primera correa, liberando la muñeca izquierda de Marina. Ella movió la mano, intentando señalar hacia la sombra que se acercaba por detrás, pero era demasiado tarde. Justo cuando estaba a punto de cortar la segunda correa, un frío estremecimiento recorrió la espina dorsal de Marina. Sentía que algo terrible estaba a punto de suceder.

De golpe, detrás del sujeto se vio un martillo que impactó sobre el individuo...

El sonido del impacto resonó en la habitación como un trueno. Marina vio cómo los ojos del hombre se abrían de par en par por el dolor y la sorpresa, antes de que su cuerpo se desplomara sin vida sobre ella. Su sangre comenzó a empapar la cama, y el calor de la vida escapándose del cuerpo la envolvió en un horror indescriptible.

El psicópata estaba de pie detrás del cadáver, su respiración era pesada y entrecortada, y en su mano derecha sujetaba el martillo ensangrentado. Su expresión no mostraba furia, sino una calma inquietante, casi como si acabara de completar una tarea mundana.

—No es tu momento, Marina —dijo con suavidad, mientras dejaba caer el martillo al suelo con un ruido sordo—. No puedes irte. Aún no.

Marina sintió que la esperanza que había florecido en su pecho se marchitaba y moría, sustituida por un abismo de desesperación. Él retiró el cuerpo inerte del hombre, arrojándolo sin esfuerzo al otro lado de la habitación como si fuera un muñeco de trapo. La sangre goteaba de sus manos mientras se acercaba a ella.

—¿Sabes lo que me haces hacer, Marina? —preguntó en voz baja, su tono era de reproche, pero también de ternura—. No quería que esto sucediera, pero tú... tú me obligas.

Con una delicadeza que era más aterradora que cualquier violencia, él se inclinó sobre ella y acarició su rostro ensangrentado, su pulgar trazando un camino desde su mejilla hasta su barbilla.

—Él no te entendía como yo. Nadie lo hace. Y por eso, Marina, te protegeré de todos. De todos aquellos que intenten llevarte lejos de mí.

Marina cerró los ojos, intentando alejarse mentalmente de la pesadilla que la envolvía. Pero no había escape. Sabía que estaba atrapada, y que la cordura que había logrado conservar hasta ahora estaba empezando a desmoronarse.

El psicópata desató las correas restantes con una eficiencia que solo incrementaba su terror. Marina no podía moverse, su cuerpo estaba congelado por el miedo y el shock. Él la tomó en sus brazos, cargándola como si fuera su novia en una noche de bodas, ignorando la sangre y la suciedad que cubrían a ambos.

—Vamos a limpiarte, Marina. Quiero que estés perfecta, siempre perfecta para mí.

Mientras la sacaba de la habitación, Marina pudo ver de reojo el cuerpo del hombre que había intentado salvarla. El charco de sangre se extendía, mezclándose con las sombras, como si fuera una mancha que nunca se borraría de su memoria. Y aunque sabía que no había escapatoria, no podía evitar la horrible certeza de que esta era solo una de las muchas pruebas de la pesadilla que continuaría viviendo.

El silencio volvió a caer sobre la casa, roto solo por el eco de los pasos del psicópata mientras la llevaba hacia un destino que ella no podía prever. Marina cerró los ojos, rezando en silencio por un milagro que parecía cada vez más inalcanzable.



#5870 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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