Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 7: Un Juego Macabro

El sueño profundo se desvaneció lentamente, y Marina sintió un frío metálico que envolvía su cuerpo. Su cabeza aún estaba nublada, los efectos del sedante la mantenían en un estado entre la consciencia y la inconsciencia. Sin embargo, la creciente sensación de inmovilidad y pánico la arrastró de vuelta a la realidad con una fuerza brutal.

Abrió los ojos con dificultad, parpadeando contra la luz intensa que inundaba la sala. Intentó moverse, pero descubrió que su cuerpo estaba sujeto a una silla de metal. Sus muñecas, tobillos y pecho estaban firmemente asegurados por correas de cuero que no cedían ante su esfuerzo por liberarse. El miedo se instaló en su pecho mientras luchaba contra la parálisis, sintiendo cómo el pánico comenzaba a ganar terreno.

Marina miró a su alrededor, tratando de comprender dónde estaba. La habitación era pequeña, claustrofóbica, con paredes de metal desnudo que reflejaban la luz de las pantallas frente a ella. Una docena de monitores estaban dispuestos en una fila, cada uno mostrando imágenes en blanco y negro captadas por cámaras de seguridad. A primera vista, no reconoció los lugares que veía, pero pronto comprendió que cada cámara estaba instalada en diferentes partes de la casa donde había sido retenida.

El aire en la habitación estaba denso, impregnado de un olor a humedad y descomposición que hizo que su estómago se revolviera. Intentó apartar la mirada de las pantallas, pero era imposible; estaban justo en su línea de visión, y no podía escapar de lo que mostraban.

—Despierta, Marina —la voz familiar y perturbadora resonó a través de un altavoz oculto en alguna parte de la sala—. Hoy tenemos un nuevo juego.

El sonido de su voz hizo que un escalofrío recorriera su columna. No podía ver al psicópata, pero sabía que él la estaba observando, disfrutando de su miedo, alimentándose de su desesperación.

Las pantallas se encendieron una a una, mostrando imágenes de una joven que caminaba por un pasillo oscuro. Sus movimientos eran cautelosos, nerviosos, y cada paso que daba parecía un acto de pura valentía. Marina observó con horror cómo la chica avanzaba, claramente ajena al hecho de que estaba siendo monitoreada. En una de las pantallas, se podía ver al psicópata moviéndose en las sombras, acechando a su presa con la precisión de un depredador.

—¿Te gusta el espectáculo, Marina? —La voz del psicópata sonaba eufórica, casi extasiada—. Esta es nuestra invitada especial de hoy. Encontrarla fue fácil, pero lo que sigue... eso es lo que hace que todo esto valga la pena.

Marina intentó gritar, pero la mordaza que le había colocado impedía que cualquier sonido coherente escapara de su boca. Todo lo que podía hacer era observar impotente cómo se desarrollaba el juego macabro frente a sus ojos.

La joven en la pantalla finalmente llegó a una puerta al final del pasillo. Marina pudo ver cómo la mano de la chica temblaba mientras alcanzaba el pomo. Algo en su interior le decía que no debía abrir esa puerta, pero la curiosidad o la desesperación la empujaron a hacerlo.

Cuando la puerta se abrió, la cámara cambió de ángulo, mostrando una habitación similar a la que Marina estaba atrapada. En el centro de la habitación había una silla idéntica a la suya, y sobre la silla, un cuerpo inmóvil. Marina sintió su corazón detenerse por un segundo al darse cuenta de lo que estaba viendo: era un reflejo distorsionado de su propia situación, una pesadilla repetida.

La joven dio un paso atrás, aterrorizada, pero antes de que pudiera reaccionar, las luces se apagaron de golpe. El monitor quedó en negro por un momento que se sintió como una eternidad. Marina contuvo la respiración, esperando lo peor, y su instinto no la traicionó.

Cuando las luces se encendieron de nuevo, el psicópata estaba en la habitación con la chica. Ella gritó al verlo, intentando escapar, pero él la tomó con una fuerza brutal, empujándola contra la pared. Sus movimientos eran precisos, calculados, como si hubiera hecho esto mil veces antes. Marina apartó la vista, luchando contra el impulso de vomitar, pero los sonidos de la lucha llegaban nítidos a través de los altavoces.

—Este es el mejor momento, Marina —dijo el psicópata, mientras las imágenes en la pantalla mostraban cómo sometía a la chica—. Es cuando sus vidas se reducen a este instante, este pequeño juego de supervivencia... y siempre, siempre pierden.

La cámara enfocó el rostro de la joven, sus ojos llenos de terror, mientras el psicópata sacaba un cuchillo de su bolsillo. Él susurró algo en su oído, palabras que Marina no podía escuchar, pero que hicieron que las lágrimas comenzaran a correr por el rostro de la chica.

Marina quería cerrar los ojos, quería desconectarse de lo que estaba viendo, pero era imposible. El psicópata había calculado todo para que ella fuera testigo de cada segundo de la agonía que estaba infligiendo.

La hoja del cuchillo brilló bajo la luz mientras él comenzaba a jugar con ella, dibujando líneas en la piel de la joven sin llegar a cortar. Cada movimiento estaba cargado de una violencia contenida, una promesa de lo que estaba por venir.

Finalmente, con una calma espantosa, el psicópata hizo su movimiento. La cámara capturó el momento en que el cuchillo se hundió en la carne, y el grito de la joven resonó en los altavoces, un sonido desgarrador que reverberó en la mente de Marina. La pantalla mostró el rostro de la chica, deformado por el dolor, mientras él la despojaba de su vida con una meticulosidad aterradora.

Marina sintió que algo dentro de ella se rompía. Había presenciado demasiadas cosas horribles, pero esta... esta era diferente. Era como si cada segundo que pasaba frente a esas pantallas estuviera arrancando pedazos de su cordura, dejándola vacía, sin esperanza.

El psicópata terminó su "juego", dejando caer el cuerpo sin vida al suelo. Se acercó a la cámara, asegurándose de que Marina pudiera ver su rostro, manchado de sangre y con una sonrisa perturbadora dibujada en sus labios.



#5870 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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