Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 9: El Reflejo de la Locura

Marina se encontraba en su celda, con los ojos cerrados, tratando de concentrarse en su respiración para calmar la tormenta de emociones que la sacudía. El psicópata había plantado en ella una semilla de duda que la estaba desgarrando desde dentro. ¿Y si tenía razón? ¿Y si realmente estaba cambiando?

El sonido de la puerta abriéndose la hizo sobresaltarse. Era él, una vez más, con su eterna sonrisa en los labios, como si todo lo que ocurría entre ellos fuera un juego inocente.

—Marina, querida —dijo con voz cantarina—, hoy he pensado en algo especial para ti.

Ella lo miró con cautela, sin decir una palabra. Cada vez que él hablaba con ese tono ligero, algo horrible seguía.

—He preparado una sorpresa —continuó él, acercándose con pasos tranquilos—. Quiero que veas algo. Algo que creo que te ayudará a entendernos mejor.

La llevó fuera de la celda, guiándola a través de pasillos que apenas había recorrido antes. Las paredes eran frías y húmedas, el olor a moho y decadencia impregnaba el aire. Marina no podía evitar sentirse como un cordero llevado al matadero, pero no tenía elección. Resistirse solo empeoraría las cosas.

Finalmente, llegaron a una puerta diferente a las demás, más pesada, más robusta. El psicópata la abrió lentamente, como si estuviera revelando un tesoro escondido. Dentro, la oscuridad era total, solo rota por una luz tenue que iluminaba un espejo al fondo de la habitación.

—Adelante —dijo él, haciéndole un gesto para que entrara—. No tengas miedo.

Marina, con el corazón en la garganta, dio un paso adelante. A medida que se acercaba al espejo, comenzó a distinguir su reflejo. Pero algo no estaba bien. Su rostro, aunque familiar, tenía una expresión que no reconocía. Sus ojos parecían vacíos, sin vida, y había una sonrisa torcida en sus labios, una sonrisa que ella nunca había hecho.

—¿Ves? —dijo él desde la entrada, con un tono que mezclaba orgullo y satisfacción—. Ese es tu verdadero reflejo, Marina. El que has estado escondiendo de ti misma. Lo que ves ahí es lo que siempre has sido, lo que estás destinada a ser.

Ella negó con la cabeza, retrocediendo, queriendo apartarse de esa imagen distorsionada que no podía aceptar como suya.

—No... eso no soy yo... —susurró, más para convencerse a sí misma que para responderle.

El psicópata rió suavemente, una risa que resonaba en la habitación como el eco de una burla.

—Es natural que lo niegues al principio. Pero cuanto más te resistes, más difícil será aceptar la verdad cuando finalmente te alcance.

Marina quería gritar, destruir el espejo, arrancarse esa imagen de la mente. Pero estaba paralizada, atrapada en un juego que no comprendía, uno en el que cada movimiento que hacía parecía acercarla más a su perdición.

—Esto es solo el comienzo, Marina —continuó él, acercándose lentamente hasta quedar a su lado—. Pronto te darás cuenta de que no somos tan diferentes. Pronto entenderás que el reflejo que ves en ese espejo no es una mentira, sino una revelación. Y cuando lo aceptes, entonces, y solo entonces, seremos verdaderamente inseparables.

Marina giró la cabeza hacia él, y por un instante, algo en sus ojos se quebró. Era como si una parte de ella empezara a sucumbir a la locura que él le ofrecía, como si empezara a aceptar lo que él le decía. Pero justo cuando parecía que iba a ceder, su instinto de supervivencia la empujó a retroceder, a luchar contra la oscuridad que se cernía sobre ella.

—Nunca... —murmuró con un hilo de voz—. Nunca seré como tú.

El psicópata la miró con una mezcla de lástima y expectación.

—Eso lo veremos, querida Marina. Eso lo veremos.

Con esas palabras, salió de la habitación, dejándola sola frente al espejo, con la grotesca imagen de su "verdadero yo" reflejada ante sus ojos. Marina se quedó allí, sin saber cuánto tiempo había pasado, con la mente en un torbellino de pensamientos contradictorios.

Finalmente, reunió las fuerzas suficientes para apartar la vista del espejo y salir de la habitación. De alguna manera, sabía que esa experiencia la había cambiado. Pero aún se aferraba a la esperanza de que podía luchar contra lo que él quería que se convirtiera. Porque si no lo hacía, sabía que perdería algo más que su libertad. Perdería su alma.

De vuelta en la celda, Marina se dejó caer en el suelo, abrazándose a sí misma en un intento desesperado de mantener su cordura. Pero en lo profundo de su mente, la imagen de aquel espejo seguía acechándola, como un recordatorio de que la línea entre lo que era y lo que podía llegar a ser estaba cada vez más borrosa.

Mientras cerraba los ojos, una sola pregunta resonaba en su mente: ¿Cuánto más podría resistir antes de que la locura la consumiera por completo?



#5870 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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