Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 10: El Murmullo en la Oscuridad

Las luces parpadeaban débilmente, proyectando sombras retorcidas en las paredes de la celda de Marina. Los últimos eventos la habían dejado en un estado de vulnerabilidad extrema, y aunque intentaba mantener la calma, el miedo y la confusión comenzaban a tomar el control. El reflejo que había visto en el espejo, esa versión distorsionada de sí misma, seguía persiguiéndola, y no podía dejar de preguntarse si el psicópata tenía razón.

Mientras Marina se esforzaba por encontrar algo de paz en medio del caos, el psicópata, como siempre, tenía otros planes. Esa noche, había algo diferente en él, una energía inquietante que llenaba el aire. La puerta de la celda se abrió con un crujido, y Marina, sintiendo un escalofrío recorrer su columna, levantó la vista para encontrarlo de pie en la entrada, observándola con esos ojos brillantes y llenos de locura.

—¿No puedes dormir, Marina? —preguntó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Ella no respondió, solo lo observó en silencio, como si su presencia fuera una sombra inamovible.

—Me alegra, en realidad —continuó él—. Porque hoy tengo algo que quiero mostrarte. Algo... especial.

Sin esperar una respuesta, el psicópata se acercó y la tomó del brazo con una firmeza que no admitía resistencia. Marina sintió un nudo en el estómago mientras la arrastraba por los pasillos oscuros y húmedos, el sonido de sus pasos resonando en sus oídos como un eco macabro.

Finalmente, llegaron a una sala que Marina no había visto antes. Era pequeña y estrecha, con una única luz colgando del techo que apenas iluminaba el espacio. En el centro de la habitación había una mesa de metal, y sobre ella, algo cubierto por una lona gris.

El psicópata la soltó y caminó hacia la mesa, retirando la lona con un movimiento brusco. Marina contuvo el aliento al ver lo que había debajo. Era un hombre, atado y amordazado, con los ojos llenos de terror. Su respiración era rápida y superficial, como la de un animal acorralado.

—Este hombre, Marina, —dijo el psicópata, con un tono de voz casi afectuoso—. Es un ladrón. Un hombre sin escrúpulos que ha hecho mucho daño a otras personas. Pero hoy, vamos a hacerle pagar. Vamos a enseñarle lo que realmente significa sentir miedo.

Marina intentó retroceder, pero el psicópata la detuvo, agarrándola del brazo y acercándola a la mesa.

—No tengas miedo, querida. Solo observa. Aprende.

Con una habilidad fría y calculada, el psicópata sacó un cuchillo de su bolsillo y lo deslizó suavemente por el cuello del hombre, no lo suficiente para matarlo, pero sí para dejar una delgada línea de sangre. El hombre gimió y se retorció en sus ataduras, pero el psicópata lo ignoró.

—¿Ves, Marina? —dijo, con una voz que era casi un susurro—. Todos tenemos una bestia dentro de nosotros. La diferencia es que algunos la alimentamos, mientras que otros intentan ocultarla. Pero tarde o temprano, la bestia siempre encuentra una forma de salir.

Marina apartó la vista, sintiéndose mareada y enferma. Pero el psicópata la agarró del mentón y la obligó a mirar.

—No, no te des la vuelta. Esto es importante. Tienes que enfrentarlo. Tienes que entender que en este mundo, solo los fuertes sobreviven. Solo aquellos que aceptan su verdadera naturaleza pueden prosperar.

El psicópata continuó torturando al hombre, cortando pequeñas partes de su carne y obligándolo a tragarlas. Marina quería gritar, quería correr, pero sus piernas se sentían como de plomo. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, el psicópata se detuvo. El hombre en la mesa apenas se movía, su cuerpo cubierto de cortes y sangre, su espíritu quebrado. El psicópata se volvió hacia Marina, con una expresión de satisfacción en su rostro.

—¿Ves, Marina? —dijo suavemente—. Esto es lo que significa ser verdaderamente libre. No tener miedo de lo que somos, no tener miedo de lo que podemos hacer. Cuando aceptes eso, cuando aceptes tu verdadera naturaleza, entonces, y solo entonces, podrás ser libre.

Marina no respondió. Su mente estaba entumecida por el horror de lo que acababa de presenciar. Pero una parte de ella, una parte que apenas reconocía, sintió una chispa de algo. No era aceptación, pero tampoco era rechazo. Era... curiosidad. ¿Podría ser posible que, después de todo, él tuviera razón?

Mientras el psicópata la conducía de regreso a su celda, Marina se dio cuenta de que algo dentro de ella había cambiado. Algo oscuro y profundo que no podía entender del todo. Y aunque quería luchar contra ello, no podía evitar sentirse atraída por la idea de dejarse llevar, de sucumbir a la locura que él le ofrecía.

De vuelta en su celda, se dejó caer en el suelo, sintiéndose más sola y asustada que nunca. Pero al mismo tiempo, no podía negar que había algo fascinante en la oscuridad que la rodeaba, en la locura que él le mostraba. Y mientras cerraba los ojos, una sola pregunta resonaba en su mente: ¿Cuánto más podría resistir antes de que la locura la consumiera por completo?



#5870 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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