Marina despertó en la penumbra, su mente nublada por el cansancio y el dolor persistente. La celda estaba aún más fría que de costumbre, y el eco de sus gritos anteriores parecía resonar en las paredes, como si el espacio mismo estuviera conspirando contra ella. Se incorporó lentamente, su cuerpo adolorido protestando con cada movimiento. Sus músculos estaban tensos, sus huesos parecían crujir al estirarse. La sensación de frío en la celda parecía ser casi tangible.
La puerta de la celda se abrió de golpe, y la figura del psicópata apareció, envuelta en una capa negra que ondulaba con cada paso que daba. Sus ojos brillaban con una intensidad fría que solo aumentaba el malestar de Marina. En esta ocasión, llevaba consigo una pequeña caja de madera, decorada con intrincados grabados en su superficie.
—Buenos días, Marina —dijo él, su tono inusualmente animado—. Hoy vamos a tener una pequeña conversación.
Marina lo observó, su mente cansada y desconfiada. Se preguntaba qué nueva tortura le esperaba, pero intentó mantener una expresión neutra. El psicópata colocó la caja sobre el suelo y se sentó en una silla cercana, mirando a Marina con un interés casi inquietante.
—Te he estado observando —dijo él—, y creo que es hora de que te muestre algo muy especial.
Marina frunció el ceño, sin dejar de observar la caja. El psicópata, notando su curiosidad, sonrió con satisfacción.
—Dentro de esta caja, hay algo que es fundamental para lo que estoy intentando lograr. Pero antes de que la abras, quiero contarte una historia.
El psicópata comenzó a relatar una historia que parecía sacada de una novela de terror. Hablaba de una mujer que vivió en una mansión antigua, rodeada de sombras y misterios. La mujer, según él, estaba atrapada en un ciclo interminable de desesperación y angustia, mientras luchaba por encontrar la verdad detrás de los oscuros secretos de su hogar. La historia era inquietante y perturbadora, con detalles gráficos sobre el sufrimiento y el miedo.
A medida que el psicópata narraba, Marina escuchaba con atención, tratando de mantener su mente ocupada y distraída de la ansiedad que sentía. Sin embargo, el contenido de la historia no hacía sino aumentar su incomodidad. El psicópata tenía una forma de contarla que hacía que cada palabra pareciera más real y más amenazante.
—La mujer en la historia —continuó él— estaba atrapada en su propia pesadilla, y cada día era una lucha por mantener su cordura. Pero en su desesperación, encontró algo en la mansión que cambió todo. Algo que, de alguna manera, la liberó de sus cadenas.
Marina miró la caja con renovada curiosidad. ¿Qué podía haber dentro que era tan importante para el psicópata? ¿Qué clase de "liberación" estaba tratando de mostrarle?
—Ahora —dijo el psicópata—, te invito a abrir la caja y ver qué hay dentro. Tal vez encuentres algo que te ayude a comprender mejor lo que estás viviendo.
Con manos temblorosas, Marina se acercó a la caja y la abrió. Dentro, encontró una serie de objetos desordenados: un pequeño frasco con líquido oscuro, un cuchillo con una hoja afilada y varios papeles arrugados. Todo parecía ser una colección de elementos perturbadores, cada uno con una historia propia.
El psicópata se inclinó hacia adelante, su mirada fija en los objetos.
—Cada uno de estos artículos tiene un propósito —dijo—. El frasco contiene un líquido que puede inducir alucinaciones. El cuchillo, bueno, es una herramienta de precisión, para los momentos en que la precisión es necesaria. Y los papeles... los papeles contienen fragmentos de historias y recuerdos, tanto reales como fabricados.
Marina sintió un escalofrío recorrer su espalda al pensar en lo que el psicópata podría hacer con esos elementos. ¿Cómo iba a usarlos para torturarla? ¿Qué tipo de "liberación" estaba buscando?
—Voy a hacer una pequeña demostración —continuó él, sacando el frasco de la caja—. Quiero que observes lo que sucede cuando este líquido entra en contacto con el aire.
El psicópata vertió un poco del líquido en el suelo y, al instante, un vapor oscuro y espeso comenzó a salir del frasco. El aire en la celda se volvió denso y pesado, y Marina sintió una sensación de mareo. Sus ojos empezaron a ver distorsiones en el entorno, y los contornos de las sombras se movían de forma inquietante.
—Este líquido —explicó él— está diseñado para provocar una especie de viaje mental. No es letal, pero es bastante desagradable. Quiero que experimentes lo que siente una mente cuando se enfrenta a sus propios demonios.
Marina intentó concentrarse en mantener la calma, pero el vapor estaba comenzando a afectar su percepción de la realidad. Los objetos en la celda parecían distorsionarse, y los sonidos se volvían más intensos y confusos. El psicópata observaba su reacción con una expresión de placer frío.
—Recuerda —dijo él—, esto es solo una muestra de lo que puedes enfrentar. La verdadera prueba es mantener la claridad de pensamiento mientras tu mente es asaltada por visiones perturbadoras.
De repente, Marina escuchó un ruido en la puerta de la celda. Giró la cabeza y vio una figura oscura que se acercaba. Era difícil distinguir los detalles debido a la distorsión provocada por el vapor, pero parecía una persona vestida de manera similar al psicópata.
La figura se acercó y se detuvo justo fuera del alcance de Marina. El psicópata se levantó y se acercó a la figura, murmurando algo que Marina no pudo entender. La figura respondió con un tono bajo y apagado, y el psicópata asintió.
—Parece que tenemos una visita —dijo él, dirigiéndose de nuevo a Marina—. Esta es una de las pocas personas que conocen mi trabajo en profundidad.
La figura se acercó a Marina, su presencia era inquietante y su rostro oculto bajo una capucha. Sin decir una palabra, comenzó a ajustar el cuchillo que había en la caja, examinando la hoja con atención.
Marina sintió un pánico creciente al ver el cuchillo. ¿Qué tenía planeado el psicópata? ¿Cómo iba a usar el cuchillo en esta situación?