El ambiente en la Mansión de los Osos estaba cargado de tensión y desesperanza. Marina, después de haber pasado por tantas pruebas y desafíos, se encontró ahora en la sala más aterradora que había visto hasta el momento. La sala estaba oscura, iluminada únicamente por una tenue luz que provenía de unas velas en los rincones. En el centro, había una gran mesa cubierta con un tapete rojo y negro, en la que se encontraba un tablero de juego antiguo y macabro.
Marina estaba exhausta, tanto física como emocionalmente. Los eventos recientes la habían llevado al límite de su resistencia, y sabía que estaba a punto de enfrentarse a la prueba final del Maestro de las Apariencias. En la mesa había seis sillas, cada una con un nombre grabado en un pequeño cartel: Marina, el Maestro, y cuatro figuras enmascaradas que nunca antes había visto.
El Maestro de las Apariencias, con su presencia imponente, estaba sentado en una de las sillas. Vestía una capa negra que se movía lentamente con la brisa, y sus ojos brillaban con una intensidad casi sobrenatural. Marina observó las figuras enmascaradas con inquietud. No sabía quiénes eran ni qué papel jugarían en el juego final.
—Bienvenida al último juego —dijo el Maestro con voz profunda y resonante—. Este es el juego que definirá el destino de todos los presentes. Cada uno de ustedes deberá tomar una decisión que determinará su destino. Y, como es costumbre, habrá un costo por cada elección.
Marina sintió un escalofrío recorrer su espalda. El Maestro había mencionado antes que cada prueba tenía un precio, pero nunca había imaginado que el costo final sería tan alto. La tensión en el aire era palpable, y Marina sabía que debía mantener la calma y pensar con claridad.
—¿Qué se supone que debemos hacer? —preguntó Marina con voz firme, tratando de esconder su preocupación.
El Maestro hizo un gesto hacia el tablero de juego en el centro de la mesa. Era un tablero grande, con casillas que parecían representar diferentes desafíos y obstáculos. Cada casilla tenía una pequeña placa con un símbolo o una palabra escrita en un idioma que Marina no reconocía. Había también unas fichas en forma de figuras humanas, cada una con un nombre grabado en ella.
—Este es el Tablero del Destino —explicó el Maestro—. Cada uno de ustedes tomará una ficha y avanzará en el tablero según lo indique el dado. Las casillas del tablero determinarán los desafíos que enfrentarán. Al final de cada turno, deberán tomar una decisión que influirá en el destino de todos. La elección que tomen determinará quién sobrevivirá y quién no.
Marina miró el tablero con atención. La perspectiva de enfrentar desafíos desconocidos y tomar decisiones que podrían costar vidas era aterradora. No sabía si el juego era una trampa o si había alguna manera de salir con vida. Sin embargo, entendió que debía participar si quería llegar al final.
Uno a uno, los participantes tomaron sus fichas y se sentaron en las sillas alrededor de la mesa. El Maestro tomó un dado antiguo, tallado en piedra, y lo lanzó sobre el tablero. El dado rodó y se detuvo en una casilla con un símbolo de calavera.
—El primer desafío es el más temido —anunció el Maestro—. La casilla de la Calavera. Cada uno de ustedes deberá enfrentar una prueba personal, y sólo el que tenga el coraje suficiente para enfrentarse a sus miedos tendrá la oportunidad de avanzar.
Marina sintió el peso de las palabras del Maestro. Sabía que debía prepararse para lo peor. El tablero comenzó a iluminarse con una luz sobrenatural, y la casilla de la Calavera brilló intensamente. Una niebla oscura comenzó a emanar del tablero, llenando la sala con una sensación de maldad.
El primer participante, una figura enmascarada que parecía estar temblando, avanzó hacia la casilla de la Calavera. La niebla se espesó alrededor de él, y Marina vio cómo se desvanecía en la oscuridad. Un grito ahogado resonó en la sala, y la figura enmascarada desapareció sin dejar rastro. Marina sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que la prueba había comenzado en serio.
El siguiente participante, otra figura enmascarada, se acercó al tablero con una determinación visible. Tomó un profundo respiro y avanzó hacia la casilla de la Calavera. La niebla se arremolinó a su alrededor, y Marina observó cómo la figura luchaba contra algo invisible. Finalmente, el participante cayó al suelo, y su cuerpo se desvaneció en la oscuridad. Marina no podía creer lo que estaba viendo. La tensión en la sala era insoportable.
Finalmente, llegó el turno de Marina. El Maestro la miró con una mezcla de expectativa y cruel satisfacción.
—Es tu turno —dijo el Maestro—. Debes enfrentarte a la Casilla de la Calavera.
Marina se acercó al tablero con el corazón acelerado. La niebla oscura parecía pulsar con una vida propia, y el aire estaba cargado de una energía siniestra. Dio un paso hacia adelante y sintió cómo la niebla se envolvía a su alrededor, cubriendo su cuerpo con una sensación fría y opresiva.
De repente, Marina se encontró en un paisaje oscuro y desolado. El cielo estaba cubierto de nubes negras, y la tierra estaba agrietada y desolada. En el centro del paisaje, había una figura conocida, una representación de sí misma, pero con una expresión de desesperación y sufrimiento. La figura estaba atrapada en una jaula de sombras, sus gritos llenaban el aire con una desesperación palpable.
Marina avanzó hacia la figura, tratando de liberar a su otro yo de la jaula. Sin embargo, cuanto más intentaba ayudar, más la jaula parecía resistir. La figura en la jaula miraba a Marina con ojos llenos de tristeza y desesperanza, y Marina sintió que el peso de su propia angustia la estaba abrumando.
De repente, la niebla se disipó, y Marina se encontró de vuelta en la sala. La figura enmascarada que había estado en la Casilla de la Calavera se había desvanecido, y el tablero de juego estaba en silencio. Marina miró a su alrededor, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. Había pasado la prueba, pero el precio había sido alto.