°✵.。.✰ Un Rayito De Esperanza ✰.。.✵°

EL RECUERDO NO SE VA

Nunca supe cómo sucedió, pero hubo un instante en que su nombre se instaló en mis pensamientos como una melodía constante, un eco que resonaba suavemente incluso cuando me encontraba rodeada de voces. Fue una tarde gris, sin promesas de sol, cuando todo empezó a tener otro significado. Yo lo veía desde lejos, como quien observa el horizonte, deseando tocar algo que aún no puede alcanzar. Quizá esa fue la magia: la distancia que, aunque cruel, mantenía la emoción viva, como una llama frágil en medio de la tormenta.

Lo conocí en un lugar sin tiempo, donde las conversaciones eran ligeras, pero los gestos profundos. No hubo promesas, ni palabras que se sellaran con un “para siempre”, pero el aire entre nosotros tenía algo especial, algo que no se podía tocar pero que se sentía en el espacio compartido. Había algo en su mirada que no comprendía del todo, un vacío lleno de algo que solo yo parecía ver, un anhelo no dicho, como un secreto a medio contar. Él sonreía con suavidad, pero en su risa había una sombra, algo que se desvanecía antes de que pudiera preguntarle qué era.

Los días pasaban y las coincidencias se amontonaban, siempre en ese mismo lugar, siempre en esos mismos pasillos, como si las estrellas se alinearan para crear momentos que nunca debieron existir. Un saludo casual, una sonrisa tímida, una conversación que fluía como si hubiésemos hablado durante años. No fue amor a primera vista, pero algo más profundo, algo que se anidó en mis pensamientos. Sentía que las palabras entre nosotros eran solo un pretexto para acercarnos sin decirlo, para rozarnos sin atrevernos a cruzar una línea que, si se cruzaba, cambiaría todo.

Recuerdo la primera vez que sus ojos se encontraron con los míos de verdad, y sentí como si el mundo, aunque lleno de ruido, se silenciara por un instante. No hubo palabras, solo un intercambio de silencios que decían más que cualquier conversación. Pero luego se fue, no de manera dramática ni ruidosa, sino como algo que se desvanece lentamente, como el aroma de una flor que se pierde con el viento. Y lo extraño, lo que me quedó flotando, es que aunque su ausencia fue tan silenciosa, su presencia sigue allí, siempre en esos detalles que antes parecían insignificantes. Un gesto, una palabra al azar, y ahí está él, como si nunca se hubiera ido.

Hoy, mientras caminaba bajo la lluvia, me encontré con su recuerdo en cada charco que reflejaba las luces de la ciudad, en cada paso que daba con la esperanza de que, tal vez, al final del camino, lo encontraría. Pero sabía que no sería así. El tiempo nos ha cambiado, nos ha hecho otras versiones de lo que fuimos, pero el eco de lo que sentimos sigue allí, como una canción que nunca termina, como una historia sin final. No sé si alguna vez nos cruzaremos de nuevo, si nuestras sombras se volverán a rozar, pero algo me dice que ese encuentro, cuando suceda, será un reflejo de lo que somos ahora: dos almas que, aunque distantes, siguen buscando la misma luz, aunque no sepan cómo alcanzarla.




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