°✵.。.✰ Un Rayito De Esperanza ✰.。.✵°

DONDE SOLÍAMOS HABLAR SIN PALABRAS

El tiempo pasó, y con cada día que transcurría, algo se iba transformando en mí. No lo vi venir, ni me di cuenta cuando sucedió, pero comencé a acostumbrarme a la idea de que tal vez nunca más lo vería, de que aquella conexión, tan fugaz como un suspiro, quedaría guardada en algún rincón del alma, donde las memorias se desvanecen lentamente, pero nunca desaparecen por completo.

En las noches, cuando el silencio lo invade todo, me encontraba atrapada entre los recuerdos, como una prisionera que se niega a escapar. Los días parecían iguales, como un ciclo que se repetía sin fin, pero había algo en mi interior que no podía dejar ir. Sus palabras seguían flotando en mi mente, sus gestos, sus risas, su presencia que aún lograba calmar el ruido del mundo cuando, por un instante, me perdía en el pensamiento de todo lo que no llegamos a ser. Era como si un hilo invisible lo conectara conmigo, uno tan tenue que a veces no estaba segura de si era real o simplemente una ilusión de mi corazón.

Un día, casi sin querer, me encontré mirando aquel lugar que compartimos, el que había sido testigo de nuestras conversaciones a medias, de nuestras miradas perdidas en el espacio. Todo estaba igual, pero al mismo tiempo, diferente. Las paredes parecían susurrar historias que nunca contaron, y me dio la sensación de que él aún estaba allí, esperando. Me quedé unos minutos, mirando la misma esquina en la que solía verlo, esperando algo que no llegaba. Pero como siempre, no había señales, solo el eco de su ausencia que seguía resonando en mi pecho.

Fue entonces cuando entendí algo que no había querido aceptar antes: el tiempo no borra todo. No borra lo que sentimos, ni lo que no logramos decir. Las palabras no dichas quedan grabadas en las almas, como una tinta invisible que, por más que intentemos limpiar, siempre deja una marca. Y esa marca, aunque a veces duele, es lo único que nos conecta con lo que una vez fuimos, con lo que una vez soñamos.

No sé si algún día lo volveré a ver. No sé si alguna vez nuestras miradas se encontrarán nuevamente, pero una parte de mí, la parte que aún guarda esa esperanza, sabe que, en algún rincón del mundo, de alguna manera, seguimos siendo lo que éramos en aquellos momentos fugaces, en esos segundos robados al destino. Y si no es así, si nuestros caminos realmente no se cruzan de nuevo, me conformaré con llevarlo en mi corazón, en esa esquina secreta donde se guardan los amores imposibles, donde los recuerdos no tienen fecha de caducidad, y donde el amor, aunque lejano, siempre permanece.

Porque al final, quizás lo que realmente importa no es lo que dejamos de hacer, sino cómo, a pesar de todo, lo que sentimos nunca desaparece. Y aunque no pueda alcanzarlo, aunque no pueda tocarlo, el simple hecho de saber que alguna vez existió, me da una razón más para seguir buscando la luz que tanto deseamos encontrar, aunque sea en la oscuridad.




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