Cuando desperté, estaba en casa. Estaba tendido en mi cama, y mis padres, que me acompañaban, estaban muy preocupados.
–¿Quién diablos puede hacerte eso? Son unos seres sin alma–decía mi madre desconsolada.
–Kamila, entiendo tu preocupación, pero no estás ayudando a Tyler con esas palabras–respondió mi padre.
–¡¿Y qué coño quieres que haga, Asmir?!–replicó ella, ya enfurecida–. Esto no puede seguir así. Mejor cambiemos a Tyler de escuela.
–Nada de eso–respondió mi padre, con voz reposada–. Tyler es un hombre y debe aprender a defenderse.
–¡¿Estás loco?! Tyler no puede ir por todos lados golpeando a quien se le cruce–dijo mi madre, ahora preocupada.
–No, Kamila, no me refiero a eso–mi padre estaba fastidiado–. Me refiero que Tyler no puede dejarse golpear de cualquier idiota solamente porque sus padres son yugoslavos. Tiene que aprender a detener los abusos.
–Sí, tienes razón. Pero puede intentarlo siendo amable–propuso ella.
–No sirve de mucho, ya viste lo que le ha pasado a Tyler cuando él solo intentaba 'ser amable'–respondió él, sarcásticamente. Y luego agregó–: Voy a hablar con él.
–Está bien, Asmir–fue lo único que pudo decir mi madre, dando por terminada su conversación.