Un reencuentro navideño

El recuerdo

Capítulo 02

Veo por la ventana de mi vieja habitación, impresionante como mis padres siguen teniéndola intacta para cuando yo venga a visitarlos. De forma inesperada suelto un suspiro desde el fondo de mi alma. Definitivamente es una locura tener a Joshua de nuevo en mi casa; y en navidad. Como si no tuviera ni un ápice de remordimiento por lo que me hizo hace dos años. 

Odio que se me forme el nudo en la garganta al pensar en ese tiempo, cuando estaba tan enamorada y empedernida por Joshua Huges; era una mujer totalmente diferente a la que soy ahora. Pero, aun así, su cercanía me sigue afectando, me sigue poniendo nerviosa y sigo viéndolo guapo.

Es un mal.

Totalmente malo.

Alguien toca la puerta de mi habitación, miro hacia ella, porque sé que quien esté tocándola, va a entrar. Dos segundos después, veo a mi madre asomarse, me sonríe como si me pidiera permiso para pasar, le doy un asentimiento.

—Hola, hija —saluda, sentándose en mi cama.

La miro con desaprobación, sabe que estoy molesta por tener a Josh aquí.

—Lo dejé quedarse porque su madre falleció hace un mes, Tábata, y no tiene con quien pasar navidad.

Mis ojos se abren de par en par, ¿qué acaba de decir? ¿La madre de Josh murió?

—¿Qué dices, mamá?

Ella asiente. —Lucile falleció, Josh me dijo que estaba enferma...

—¿Desde cuándo? ¿Por qué yo no me enteré?

—Porque no murió en el país, estaban viviendo en Londres.

La miro confundida, completamente sorprendida por lo que me acaba de contar. ¿Es por eso que está aquí?

—No entiendo, ¿cómo es que tú sabes sobre eso?  —inquiero con mucha curiosidad, me siento consternada.

—Me lo encontré en internet cuando buscaba un asesor de finanzas para poder mejorar las ventas de mi tienda —me explica, luego sonríe—. Al parecer se ha hecho famoso en internet, sube videos explicando las mejores estrategias. Lo llaman el Gurú de las finanzas.

¿Por qué nunca lo he visto? ¿Por qué siento que me estuvieran hablando de alguien más? De alguien que no conozco...

Estoy tan consternada, siento un mar de emociones que me abruman.

—Creo que tomaré un poco de aire, mamá. Caminaré por el pueblo un rato —le digo, levantándome de la cama, tomando mi abrigo del perchero de mi habitación y salgo de allí. Necesito aire.

Bajando las escaleras, veo pasar a Josh por la entrada hasta la sala, mi corazón da un vuelco por él... Ha perdido a su mamá. No entiendo cómo es que luce tan normal.  Como si nada sucediera en su vida. Quisiera decirle que lo siento, pero mi orgullo no me lo permitiría.

Niego varias veces, sigo caminando para poder salir y tomar aire fresco.

Una vez afuera de la casa siento la brisa fría rozar mi rostro. Camino, camino tanto, perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando ya se ha hecho de noche. Intento ver la hora en mi teléfono, pero este se ha descargado. Miro la luna, llena y hermosa. A lo lejos veo el pequeño parque de atracciones y puestos navideños que siempre abren cuando es navidad. Me acerco hasta allí, sonriendo al ver a los niños corretear por todo el lugar.

—¿Tábata? —pregunta alguien detrás de mí. Volteo para ver quien es, me sorprendo cuando veo a Richie, mi viejo amigo de la escuela. ¡Sí que ha cambiado! No es para nada el chico delgado, con acné y cabello largo. Ahora tiene buen cuerpo, un rostro de dioses y su cabello está corto. Me sonríe emocionado de verme. Hago lo mismo, él se acerca y me da un abrazo muy efusivo. Me rio por su gesto.

—Richie, tanto tiempo sin vernos —le digo, sonriendo mientras nos separamos—. Me alegra verte, ¿cómo has estado?

—Podemos decir que tengo una buena vida, ¿qué hay de ti?

—También —digo en pocas palabras—. No me puedo quejar, tú sabes, la vida ajetreada de Nueva York.

Él se ríe.

—Estuve allí el año pasado, pero no me gustó mucho y me vine de nuevo.

—Oh, ¿y te va bien aquí?

—Sí, conseguí un buen trabajo y un apartamento en el centro.

Le sonrío. —Me alegra que las cosas vayan bien, Richie.

Nos quedamos viendo por unos segundos, sin saber qué más decir.

—¿Estarás libre pasado mañana? Podemos… —Richie no termina de hablar, porque a nuestro lado llega el innombrable.

¿Qué hace Josh aquí?

—Tábata —pronuncia mi nombre con esa profundidad de su voz gruesa y suave. Mi respiración se entrecorta. Richie nos ve a ambos.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto mirándole.

—¿Lo conoces, Taby? —inquiere Richie mirándolo también. Me toma del brazo con protección.

Los ojos de Josh se dirigen hasta donde mi amigo tiene posada su mano. Veo que tensa su mandíbula y me vuelve a mirar con seriedad.

—Sí, Rich, es mi… —Ni siquiera lo presento—. Es amigo de mis padres. Pero ya nos vamos.




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