Un regalo de amor para Navidad. Relato

NOEL

Aquella imagen del vagabundo ciego y el perro ayudándolo despertó en ella una mezcla de curiosidad y compasión. Durante los días siguientes, Violeta no pudo dejar de pensar en aquel joven ciego y en la conexión especial que parecía tener con Noel. Decidió que era hora de enfrentar sus propios miedos y prejuicios, y se propuso conocerlo.

Con el corazón latiendo rápidamente, Violeta se dirigió a la plaza central una tarde, esperando encontrar al joven ciego. Al llegar, se percató de que Noel, su perro travieso, se escapaba a menudo hacia ese lugar.

—Hola, cachorro travieso. ¿Es aquí donde te metes cuando te escapas de casa?—, le preguntó a Noel con una sonrisa. En ese momento, el joven giró su cabeza al escucharla. Violeta se dirigió a él y le preguntó si era suyo. El joven, de manera extraña, hundió su gorro para ocultar su rostro y negó con la cabeza.

 Luego, desenvolvió su bastón y comenzó a alejarse hacia la estación del tren. Noel corrió detrás de él, como lo hacía todos los días. La actitud poco amistosa del joven dejó una extraña sensación en Violeta, quien decidió esperar en el mismo banco a que su perro regresara.

Mientras esperaba, Violeta reflexionaba sobre la situación. Se preguntaba qué relación tenía aquel joven con Noel y por qué parecía evitar cualquier tipo de interacción. Aunque su curiosidad era grande, decidió respetar la privacidad del joven y esperar a que él decidiera acercarse.

 Pasaron unos minutos largos antes de que Noel regresara, moviendo su cola con alegría. Violeta acarició a su fiel compañero y se levantó del banco, dispuesta a regresar a casa. Aunque no había obtenido respuestas, sabía que aquella experiencia la había dejado con más preguntas que antes.

 Los siguientes días mantuvieron a Violeta muy ocupada con los preparativos navideños. A pesar de ello, ella seguía abriendo la puerta a Noel a la hora esperada, permitiéndole correr hacia la plaza en busca del joven ciego. Mientras tanto, Violeta se quedaba esperando ansiosamente su regreso.

 En una de esas tardes ocupadas, Violeta decidió hacer algo especial. Aprendió a escribir en braille y envolvió una tarjeta con un mensaje escrito en ese sistema de lectura táctil. Colgó la tarjeta en el cuello de Noel, esperando que el joven la encontrara y la leyera.

 Cuando Noel regresó a casa esa tarde, Violeta se llenó de alegría al ver que la tarjeta no estaba en su cuello. Esto significaba que el joven había tomado la invitación. La emoción y las expectativas crecieron dentro de Violeta, quien esperaba con ansias el encuentro con aquel misterioso joven.

El siguiente día, Violeta esperó con ansiedad que Noel regresara a casa. Se llenó de felicidad al ver que traía colgando de su cuello una tarjeta con una pregunta escrita: 

—¿Eres feliz? 

 Aquella pregunta intrigó mucho a Violeta, quien no entendía por qué el joven ciego se interesaba tanto por su felicidad.

 Sin pensarlo mucho, al día siguiente, Violeta decidió responder a la pregunta. Escribió en una tarjeta que no estaba del todo feliz y explicó brevemente la pérdida de sus padres. Colgó la tarjeta en el cuello de Noel y esperó ansiosa por la respuesta.

 A partir de esa día, las cartas continuaron llegando todas las tardes. Violeta se encontraba ocupada con su trabajo en la florería, lo que le dificultaba ir al encuentro del joven en la plaza. Por otro lado, él chico no sabía dónde quedaba exactamente la florería de Violeta y no se atrevía a adentrarse más allá de lo que conocía.

 




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