A pesar de las limitaciones, ambos encontraron una forma de comunicarse a través de las cartas. Cada día intercambiaban pensamientos, sentimientos y experiencias. A medida que se conocían más, la conexión entre ellos se fortalecía.
Violeta compartía sus sueños y anhelos con él, mientras que él le contaba sobre su vida después del accidente y cómo había aprendido a vivir con su discapacidad. A través de las cartas, encontraron consuelo y apoyo mutuo en momentos difíciles.
La víspera de Navidad, Violeta se debatía en lo que quería escribir en la tarjeta para el joven. Después de mucha reflexión, finalmente decidió tomar una decisión valiente. En la tarjeta, invitó a Daniel a pasar las navidades en su casa, aunque agregó una nota aclarando que no estaba obligado a aceptar.
Además de responder a la pregunta que Daniel le había hecho el día anterior, Violeta decidió compartir su propio deseo para estas navidades. En la tarjeta, escribió:
—Lo que más deseo para estas navidades es un amor nuevo.
Violeta había pasado muchos años sintiéndose sola y anhelaba encontrar un amor verdadero, alguien con quien compartir su vida y su corazón. Aunque no sabía si Daniel sentiría lo mismo por ella, decidió ser honesta y abrir su corazón en la tarjeta. Con el corazón latiendo rápidamente, Violeta colgó la tarjeta en el cuello de Noel y esperó con nerviosismo la respuesta de Daniel. Para su sorpresa ese día Noel trajo la respuesta que no entendió.
—¿Tiene que ser un amor nuevo?
Violeta se sentía confundida y desconcertada por la respuesta de Daniel a través de Noel. No entendía qué quería decir con:
—¿Tiene que ser un amor nuevo?
Además, había notado algo extraño en las cartas de Daniel: siempre firmaba con una G en lugar de su nombre completo. Esto la hacía preguntarse si realmente se conocían de alguna manera en el pasado.
La incertidumbre y la intriga se apoderaron de Violeta. No sabía cómo reaccionar a esta situación y tampoco tenía claridad sobre si asistiría a su casa en la noche de Navidad.
Ella anhelaba tener un verdadero amigo, alguien que la aceptara tal como era, sin intereses superficiales. Estaba cansada de los chicos del pueblo que solo se acercaban a ella por su belleza o por lástima después de la pérdida de sus padres. Lo que realmente deseaba era encontrar un alma afín, alguien dispuesto a entregarse y amarla sin restricciones.
En medio de sus pensamientos, Violeta decidió tomar acción. Escribió una nueva carta para Daniel, expresando sus sentimientos y preguntándole directamente si asistiría a su casa en la noche de Navidad. También le confesó sus dudas y curiosidad sobre su conexión y el uso de la inicial G en sus firmas.
Colgó la tarjeta en el cuello de Noel, esperando ansiosa la respuesta de Daniel. Mientras tanto, se preparó para pasar la noche de Navidad en compañía de su familia y amigos, manteniendo la esperanza de que Daniel decidiera unirse a ellos.
La noche de Navidad finalmente llegó y Violeta fue a pasar un rato en casa de sus abuelos. Aunque estaba rodeada de sus seres queridos, su mente y corazón estaban llenos de preguntas sobre Daniel y la posibilidad de que él se uniera a ellos. Pero se dio cuenta de que había olvidado un detalle importante: Daniel no sabía que ella estaría celebrando la Navidad en casa de sus abuelos, no en la suya.
Los ladridos de Noel, saltando y tirando de ella, la hicieron darse cuenta de su olvido. Se despidió cariñosamente de sus abuelos y, tomando su abrigo, corrió por la calle hacia su casa. Al llegar casi congelado en la escalera, se encontró con un Daniel que jamás imaginó. Estaba pulcramente vestido, afeitado y con el cabello corto.
—Perdón, Daniel—, dijo mientras se apresuraba a abrir la puerta y ayudarlo a entrar.
Luego corrió a la cocina para preparar un chocolate caliente. Al regresar, se quedó atónita. Frente a la chimenea estaba Daniel, pero no era él, era Gael, su amigo y primer amor, que le sonreía tímidamente con los ojos apagados.
—¿Gael?—, preguntó Violeta temerosa, sin poder creer lo que veía. —¿Eres tú de verdad?
Lo había dejado de ver cuando eran apenas unos niños, había cambiado mucho, era alto y apuesto a pesar de su ceguera. Gael asintió lentamente, con una mezcla de tristeza y esperanza en su rostro. En lo que esperaba ansiosamente que ella dijera más, y al ver que no lo hacía preguntó tímidamente.
—¿Te conformarías con un amor viejo como regalo de Navidad, Violet? —preguntó con voz temblorosa.