Un Regalo De Navidad

capitulo 3

Emma

1 de diciembre

La casa ya estaba decorada con motivos navideños, desde guirnaldas y luces hasta un árbol enorme en la sala que resplandecía con adornos dorados y plateados. Era una mañana fría, y el aroma a café recién hecho inundaba el comedor mientras mi madre y la madre de Lucas charlaban animadamente, como si compartieran algún secreto. Estaba terminando de desayunar cuando ambas se volvieron hacia mí con una expresión extrañamente conspiradora.

—Emma, queremos que vayas a buscar a Lucas a la oficina. —dijo la madre de Lucas con una sonrisa—. No contesta sus mensajes, y creo que necesitamos un pequeño “empujón” para que deje el trabajo por un rato y nos acompañe.

—Exacto, cariño —intervino mi madre—. Sería perfecto si nos acompañaran juntos, así podríamos avanzar con nuestros planes para Navidad.

No tenía idea de qué planes hablaban, pero asintiendo, me puse de pie, tomé mi abrigo y me dirigí a la empresa de Lucas. El edificio se sentía extrañamente vacío; los pasillos estaban desiertos, y no había señales de nadie trabajando, tal como él había prometido al darles vacaciones a todos sus empleados.

Caminé hacia su oficina y, al llegar, lo vi sentado detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras leía algo en la pantalla de su computadora. La seriedad en su rostro y la manera en que tamborileaba sus dedos en la mesa me hicieron sonreír sin querer. Así era Lucas, siempre tan concentrado y perfeccionista.

Me acerqué y toqué la puerta suavemente, haciendo que levantara la mirada. Cuando nuestros ojos se encontraron, esbocé una sonrisa.

—Lucas, no frunzas el ceño —le dije en tono divertido—, que después se te va a quedar esa cara.

Él soltó una risa leve y se recostó en su silla, soltando el bolígrafo que había estado apretando sin darse cuenta.

—Emma, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías disfrutando el primer día de diciembre y todas las decoraciones navideñas que tanto amas —respondió, mientras se relajaba en la silla.

—Eso planeaba, pero tu madre y la mía tienen otros planes. Me pidieron que viniera a buscarte. Quieren que las acompañemos; según ellas, es importante.

Lucas suspiró y negó con la cabeza, como si ya imaginara lo que nuestras madres tenían en mente.

—¿Entonces tengo que rendirme y dejar el trabajo por hoy? —preguntó, alzando una ceja.

—Exactamente. —le sonreí, divertida—. Es diciembre, Lucas. Relájate un poco.

Lucas se levantó de su silla, y mis ojos siguieron cada uno de sus movimientos, sin poder evitarlo. Había algo en su forma de pararse, en su presencia tranquila y decidida, que siempre lograba captar mi atención. Desde que era una niña, él había sido alguien especial para mí, aunque en ese entonces no entendía bien lo que sentía. Solo sabía que me gustaba estar cerca de él, que siempre me hacía sentir segura y que su risa podía hacerme olvidar cualquier preocupación.

Pero ahora… ahora era diferente. Ese sentimiento que empezó como una simple admiración infantil se había transformado en algo más profundo, algo más real. Cada vez que lo veía, sentía una calidez que no podía explicar; mi corazón se aceleraba con solo pensar en la posibilidad de que él sintiera lo mismo.

Mientras él se acercaba, me di cuenta de lo cerca que estaba de dejar escapar mis emociones. Intenté mantenerme serena, con una sonrisa calmada, aunque por dentro sentía un torbellino de nervios. Si tan solo él supiera lo que sentía…

—Bueno, Emma, ya estoy listo —dijo, sacándome de mis pensamientos con su voz grave y tranquila.

Sonreí y asentí, obligándome a mantener la compostura.

—Perfecto, entonces vámonos antes de que nuestras madres nos envíen otro mensaje exigiéndonos que no tardemos.

Lucas soltó una pequeña risa y, por un segundo, sus ojos se posaron en los míos, intensos y cálidos. Sentí cómo me temblaban las manos, así que las escondí en los bolsillos de mi abrigo mientras caminábamos juntos hacia la salida.

Esa cercanía con él, tan cotidiana y simple, era a la vez mi felicidad y mi desafío constante. ¿Algún día me atrevería a decirle lo que realmente sentía?

Lucas me pasó su teléfono mientras salíamos de la empresa, y me sorprendí al sentir su confianza al dejarme sostenerlo, algo tan personal. Caminamos hacia el auto, y, como siempre, él se adelantó para abrirme la puerta con una sonrisa cortés que hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.

Justo cuando iba a sentarme, el teléfono en mi mano comenzó a sonar. Lucas lo notó y, sin darle mucha importancia, me pidió:

—¿Puedes contestar? Seguro es algo relacionado con el trabajo.

Asentí y deslicé el dedo por la pantalla para responder, esperando escuchar la voz de algún asistente o colega. Pero, para mi sorpresa, fue la voz de una mujer la que llegó desde el otro lado de la línea, un tono suave y casi meloso.

—Amor, ¿a qué hora vienes?

Por un instante, me quedé en silencio, sin saber qué decir. Mis pensamientos se enredaron, y sentí una punzada de incomodidad en el pecho. La palabra “amor” resonaba en mi mente, y, sin darme cuenta, mi expresión se endureció. ¿Amor? ¿Lucas tenía a alguien especial y nunca me lo había mencionado?




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