Emma
15 de diciembre
Desde que desperté esta mañana, no podía evitar sonreír al recordar los últimos días. Todo había cambiado entre Lucas y yo, pero de una manera que nunca imaginé, aunque siempre había soñado con ello.
Me senté en la cama, abrazando mis rodillas, mientras mi mente repasaba todo lo que había pasado. La confesión de Lucas aún resonaba en mis pensamientos. Su manera de hablarme, con una dulzura y honestidad que nunca había visto en él, me había hecho sentir más segura que nunca. No solo en sus palabras, sino también en la forma en que me miraba, como si fuera lo único importante en su mundo.
Habíamos aceptado nuestros sentimientos sin reservas, sin temor. Era como si todo lo que habíamos compartido durante años nos hubiera preparado para este momento. Ahora entendía por qué siempre me sentí tan conectada con él, como si no hubiera espacio en mi vida para alguien más.
Sonreí al recordar cómo Lucas me besó, cómo me sostuvo como si temiera perderme. Era increíble cómo un simple gesto podía hacerme sentir tan completa. En los días siguientes, cada instante juntos había sido especial: las conversaciones, los paseos, incluso los momentos de silencio compartido. Era como si ahora todo tuviera más sentido.
Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana, observando el paisaje invernal que se extendía más allá de la casa. Mi corazón latía con fuerza al pensar en lo que significaba para mí estar con Lucas. Siempre había sido importante en mi vida, pero ahora... ahora era todo.
Una pequeña parte de mí todavía sentía temor por lo que podría pasar. ¿Qué dirían nuestras madres? ¿Cómo cambiaría esto nuestra relación de años? Pero cada vez que esos pensamientos surgían, me recordaba que lo que teníamos era real y valía la pena arriesgar todo.
Lucas y yo habíamos esperado tanto para encontrarnos de esta manera, y no iba a permitir que el miedo arruinara lo que habíamos construido.
Con esa certeza en mi corazón, sonreí una vez más y me dirigí al armario. Hoy quería verme bien, no por vanidad, sino porque sabía que lo vería más tarde. Y con cada día que pasaba, esperaba con ansias el momento de estar a su lado, porque, por primera vez en mi vida, sentía que estaba exactamente donde debía estar.
Bajé los escalones con una ligereza que solo la emoción de los últimos días podía darme. Mi corazón aún llevaba la cálida sensación de los momentos que había compartido con Lucas. Sin embargo, mi alegría se detuvo al ver a nuestras madres sentadas en la sala, conversando animadamente, como si estuvieran planeando algo.
Cuando llegué al último escalón, la madre de Lucas me miró con una sonrisa peculiar, como si estuviera a punto de soltar una noticia importante.
—Emma, querida, ven aquí un momento —dijo, haciendo un gesto para que me acercara.
Caminé hasta ellas, un poco confundida. Mi madre también me observaba con una expresión que no lograba descifrar.
—Queremos presentarte a alguien muy especial —continuó la madre de Lucas, mientras tomaba una taza de té y daba un sorbo pausado.
—¿A alguien? —pregunté, sintiendo un ligero nerviosismo.
—Sí, a mi sobrino. Es un chico encantador, muy educado y de buenos modales. Creo que sería bueno que pasaras tiempo con él... quizás entablen una relación más allá de la amistad —añadió con un tono sugerente que hizo que mi estómago se revolviera.
Abrí la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir algo, escuché unos pasos firmes detrás de mí. Giré la cabeza y vi a Lucas entrando en la sala. Su presencia llenó el espacio como siempre, imponente y segura, pero esta vez su expresión era distinta. Había una mezcla de determinación y algo más... algo parecido a celos.
—Emma no irá a ninguna cita con mi primo —dijo Lucas, con voz firme y autoritaria, mientras avanzaba hacia donde estábamos.
Ambas madres lo miraron sorprendidas, y yo me quedé congelada en mi lugar, sin saber qué hacer o decir.
—¿Y eso por qué? —preguntó su madre, levantando una ceja.
Lucas se detuvo a mi lado y me miró directamente. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Luego, dirigió su mirada a nuestras madres.
—Porque Emma es mi novia. No necesita conocer a nadie más.
El silencio que siguió fue tan pesado que casi podía oír el sonido de mis latidos. Mi madre se llevó una mano a la boca, sorprendida, mientras la madre de Lucas parpadeaba, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Novia? —repitió su madre, claramente incrédula.
Lucas asintió sin titubear, y antes de que alguien pudiera añadir algo, tomó mi mano entre las suyas y entrelazó nuestros dedos. El contacto me hizo sentir una mezcla de alivio y emoción, aunque aún estaba tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir.
—Sí, mamá. Emma y yo estamos juntos. Y no voy a permitir que nadie intente cambiar eso.
Sus palabras resonaron en la sala con una certeza que no dejaba espacio para dudas. Mi madre lo miró con una mezcla de sorpresa y, para mi sorpresa, una leve sonrisa. En cambio, la madre de Lucas parecía querer decir algo más, pero se contuvo.
En ese momento, miré a Lucas, quien aún sostenía mi mano con fuerza. Su mirada se encontró con la mía, y no pude evitar sentir una punzada de felicidad al darme cuenta de lo serio que estaba. Había dejado claro lo que sentía por mí, y no iba a permitir que nada ni nadie interfiriera en lo nuestro.