Lucas
19 de diciembre
Desperté antes de lo habitual, con el sonido de la lluvia golpeando suavemente contra la ventana. El cielo estaba gris, y el ambiente frío era perfecto para quedarse en casa, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza como para permitirme ese lujo.
Los últimos días habían sido un torbellino de emociones. Cada vez que pensaba en Emma, no podía evitar sentir cómo mi pecho se llenaba de algo que nunca antes había experimentado. Amor, pasión, un sentido de pertenencia que no sabía que necesitaba hasta que llegó ella.
Me levanté y caminé hasta la cocina, preparando un café mientras revisaba mi celular. Tenía varios mensajes pendientes, pero uno en particular llamó mi atención: era de Emma.
"Buenos días, Lucas. Espero que hayas dormido bien. ¿Ya tienes todo listo para tu viaje?"
Sonreí al leerlo. Aunque sabía que no estaba del todo contenta con mi partida, trataba de mostrarse comprensiva. Y eso era lo que más admiraba de ella: su paciencia, su manera de siempre poner a los demás primero.
"Buenos días, preciosa. Sí, casi todo listo. Solo me falta lo más importante: despedirme de ti como es debido."
Envié el mensaje y me quedé mirando la pantalla, esperando su respuesta. Mientras tanto, pensé en los planes que tenía para hoy. Quería aprovechar cada momento que nos quedaba antes de que me fuera.
Minutos después, su respuesta llegó:
"Espero que ese 'despedirme como es debido' sea algo memorable."
Reí para mí mismo. Con Emma, cada despedida, cada momento, era inolvidable.
Después de un rato, decidí salir. Tenía que pasar por un par de lugares antes de ir a verla. Mientras manejaba, no podía dejar de pensar en cómo habían cambiado las cosas. Hace apenas unas semanas, la Navidad seguía siendo una época que me pasaba desapercibida, pero ahora, con Emma, todo tenía un significado diferente.
Estacioné el coche frente a una tienda y entré, buscando algo especial. Quería que este año tuviera un recuerdo de nosotros, algo simbólico que pudiera llevar consigo mientras yo estaba lejos. Después de una hora, encontré lo que buscaba: un pequeño colgante en forma de copo de nieve, delicado y brillante, que me recordó a ella.
Cuando finalmente llegué a su casa, el cielo ya comenzaba a despejarse. Bajé del coche y respiré hondo antes de tocar el timbre. Sabía que cada segundo con Emma era un regalo, y estaba dispuesto a aprovecharlo al máximo antes de mi partida.
Toqué el timbre y esperé, ajustando mi abrigo mientras el aire frío me envolvía. Pasaron unos segundos antes de que la puerta se abriera y, para mi sorpresa, no fue Emma quien apareció, sino su padre.
—Lucas, qué sorpresa verte por aquí —dijo con una sonrisa amable, aunque su mirada estaba cargada de curiosidad.
—Buenas tardes, señor —respondí con respeto—. ¿Emma está en casa?
Él asintió, cruzándose de brazos mientras me observaba con una mezcla de seriedad y algo de diversión.
—Sí, está en su habitación. Pero antes de que pases, tengo que preguntarte algo.
Sentí cómo su tono cambiaba, y aunque mantenía la calma, no pude evitar tensarme un poco.
—Por supuesto, señor.
—¿Qué intenciones tienes con mi hija? —preguntó directamente, sin rodeos, pero sin perder esa calidez que parecía caracterizarlo.
Me quedé en silencio por un momento, asegurándome de elegir las palabras correctas. No quería fallar en este momento.
—Mis intenciones son serias, señor —respondí con honestidad—. Emma es una mujer increíble, y quiero construir algo real con ella. Quiero hacerla feliz.
Él me observó por un largo segundo antes de asentir, como si estuviera evaluando mis palabras y la sinceridad detrás de ellas.
—Me alegra escuchar eso. Emma merece a alguien que la valore. Pero debo advertirte, Lucas, si en algún momento la haces sufrir…
—No lo haré —lo interrumpí suavemente, pero con firmeza—. Puede estar seguro de eso.
Él sonrió de nuevo, esta vez con más confianza.
—Muy bien. Entra, entonces. Y no la hagas esperar mucho.
Le di las gracias y pasé al interior de la casa. Al cerrar la puerta, lo escuché llamarla desde las escaleras.
—Emma, tu novio está aquí.
No pude evitar sonreír ante la manera despreocupada en que lo dijo. Instantes después, Emma bajó corriendo por las escaleras, con una sonrisa radiante que hizo que todo valiera la pena.
—Lucas —dijo emocionada mientras se acercaba y me abrazaba con fuerza.
—Hola, preciosa —respondí, envolviéndola entre mis brazos.
Su padre se retiró discretamente, dejándonos a solas.
—¿Todo bien? —me preguntó ella, mirándome con curiosidad.
—Todo perfecto, pero… —bajé la voz y sonreí— tu padre y yo tuvimos una pequeña conversación.
Ella arqueó una ceja, divertida.
—¿De qué hablaron?
—Nada de qué preocuparse. Solo me dejó claro que no debo hacerte sufrir.