Lucas
Mientras Emma seguía abrazada a mí, sentí el peso del pequeño objeto en el bolsillo de mi pantalón. Había estado esperando el momento perfecto, y aunque todo ya era ideal, sabía que era ahora o nunca. Me separé un poco de ella, solo lo suficiente para mirarla a los ojos.
—Emma, hay algo más —dije, mi voz más baja de lo habitual. Saqué una pequeña caja de terciopelo azul y la abrí frente a ella. Dentro estaba un delicado anillo de plata con un pequeño diamante en forma de lágrima, simple pero lleno de significado.
Sus ojos se agrandaron, y vi cómo se llevaba una mano a la boca, sorprendida.
—Lucas... ¿qué es esto? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Tomé su mano con suavidad, sosteniendo la caja abierta con la otra. Sentía que mi corazón latía más rápido de lo normal, pero estaba seguro de lo que iba a decir.
—Es un anillo de promesa, preciosa. Quiero que sepas que no solo estás en mi presente, sino en mi futuro. Este anillo es mi forma de decirte que, aunque ahora soy tu novio, espero con todo mi corazón que pronto pueda ser algo más para ti. Quiero que me permitas convertirte en mi esposa algún día, cuando ambos estemos listos.
Vi cómo una lágrima rodaba por su mejilla, y antes de que pudiera decir algo más, me lanzó los brazos al cuello, abrazándome con fuerza.
—Lucas... esto... no sé qué decir —murmuró contra mi hombro, su voz temblando.
—Solo di que aceptas, Emma. Que aceptas esta promesa, porque no hay nadie más con quien quiera estar.
Se apartó ligeramente para mirarme, y con una sonrisa que iluminaba más que todas las luces de Navidad juntas, asintió.
—Acepto, Lucas. Por supuesto que acepto.
Deslicé el anillo en su dedo, y luego tomé su rostro entre mis manos, besándola con toda la pasión y el amor que sentía en ese momento. Esta Navidad había sido más de lo que imaginé. Emma no solo era mi presente, era mi siempre.
Cuando nos separamos, todavía con una sonrisa en los labios, vi que Emma miraba el anillo en su dedo con asombro, como si no pudiera creer lo que acababa de pasar. Su rostro reflejaba una mezcla de felicidad y emoción, y eso me llenó el corazón de una calidez indescriptible.
—Lucas, no puedo creer que esto esté pasando —dijo con una sonrisa, tocando suavemente el anillo. Luego me miró fijamente a los ojos—. Gracias... de verdad, gracias por todo. Este es el mejor regalo que podría haber recibido.
No pude evitar sonreír al escuchar sus palabras. Me acerqué de nuevo, rozando su mejilla con la yema de mis dedos.
—Lo que más quiero es verte feliz, Emma. Y si este anillo representa solo un paso más para lograrlo, entonces todo vale la pena.
En ese momento, el ambiente a nuestro alrededor parecía desvanecerse. Todo lo que importaba era ella, ese momento, nosotros. No necesitábamos nada más.
Emma abrazó nuevamente, esta vez más tranquila, como si por fin hubiera encontrado la paz que tanto había estado buscando. Sentí cómo sus brazos me rodeaban con fuerza, como si quisiera asegurarse de que este momento no se fuera nunca. Y por un instante, supe que era exactamente lo que ella también había deseado: este amor, esta promesa, este futuro juntos.
—Lucas... te amo —dijo en un susurro, y esas palabras llegaron a lo más profundo de mi ser, llenándome de una felicidad tan pura que no sabía cómo expresarlo. Solo sonreí, abrazándola más fuerte.
—Te amo, Emma. Siempre lo haré.
Fuimos interrumpidos por las voces de nuestros amigos y familiares, que comenzaban a aplaudir y felicitar a los recién comprometidos. Sin embargo, nada podía quitarnos la atención en ese momento. Estaba completamente sumergido en ella, en la promesa que acabábamos de hacer y en el futuro que nos aguardaba.
Pero cuando miré a su alrededor, vi que todos sonreían, compartiendo la alegría que tanto habíamos esperado. Este era el comienzo de algo aún más grande, y estaba más que dispuesto a disfrutar cada segundo de este viaje junto a la mujer que amaba.
Tomé una profunda bocanada de aire, sintiendo que el momento era perfecto. Miré a Emma a los ojos, mi corazón latiendo más rápido con cada segundo que pasaba junto a ella. Me acerqué un poco más, sonriendo, y le tomé suavemente las manos.
—Gracias, Emma —le dije, mi voz suave pero llena de emoción—. Gracias por hacer que esta sea la mejor Navidad que he tenido. Por estar a mi lado, por darme todo tu amor. Nunca pensé que viviría algo tan especial, y lo debo a ti.
Ella sonrió, su expresión iluminada por la alegría que nos rodeaba. Podía ver cómo sus ojos brillaban con las mismas emociones que yo sentía en ese instante.
Antes de que pudiera decir más, la atraje hacia mí y la besé con ternura, dejándome llevar por la fuerza del momento. El beso fue suave al principio, pero la conexión entre nosotros crecía, como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros. Sentí su calor, su cercanía, y su corazón latiendo con el mismo ritmo que el mío. Era todo lo que necesitaba.
Justo en ese instante, la voz de su padre interrumpió el momento, haciendo que nos separáramos rápidamente. Miré hacia él y vi que nos observaba con una expresión entre divertida y algo seria.