Un Regalo De Navidad

capitulo 15

Emma
24 de diciembre, un año después

El aire estaba cargado del aroma dulce de galletas recién horneadas y el leve toque de pino natural que venía del enorme árbol en el salón. Todo en casa parecía diferente este año, pero al mismo tiempo, increíblemente familiar. Era como si la magia de la Navidad hubiera encontrado un nuevo significado, una calidez que no conocía antes. Y todo, absolutamente todo, giraba en torno a él.

Estaba parada frente al espejo de mi habitación, ajustando los últimos detalles de mi vestido rojo. Era sencillo, pero elegante, con un escote en forma de corazón y una caída fluida que llegaba hasta mis rodillas. "Perfecto para una noche especial", pensé mientras me colocaba los pequeños pendientes de copos de nieve que Lucas me había regalado el año anterior.

Había sido un año de cambios, de aprendizajes, y de muchas primeras veces. Había sido el año en que aprendí a amar la Navidad como nunca antes, porque él me enseñó a verla con otros ojos.

—Emma, ¿estás lista? —La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.

—¡Ya voy! —grité, ajustando mis tacones y echando un último vistazo al espejo.

Cuando bajé las escaleras, la casa estaba llena de vida. Mi madre y Beatriz, la madre de Lucas, estaban en la cocina, terminando de decorar los platos del banquete. Mi padre estaba en el salón, arreglando las luces del árbol que parpadeaban de forma irregular. Y mis abuelos, junto con algunos tíos, reían mientras jugaban cartas en la mesa del comedor.

Pero mis ojos buscaban a alguien más.

—¿Dónde está Lucas? —pregunté, intentando sonar casual mientras tomaba un vaso de ponche caliente.

—Llegará pronto —respondió mi madre con una sonrisa enigmática—. Dijo que tenía algo importante que hacer antes de venir.

Suspiré, sintiéndome un poco ansiosa. A pesar de que sabía que Lucas siempre cumplía sus promesas, no podía evitar extrañarlo. Era nuestra segunda Navidad juntos, y esta vez había algo diferente en el aire, algo que no podía describir con palabras.

Decidí distraerme ayudando con los preparativos. Pasé un buen rato en la cocina, decorando galletas con formas de estrellas y copos de nieve, mientras mi madre y Beatriz charlaban animadamente sobre los detalles de la boda que estábamos planeando para el próximo verano.

—Emma, cariño, ¿ya decidiste el color de las flores? —preguntó Beatriz, mirándome con curiosidad.

—Creo que optaré por peonías blancas y rosas pastel. Algo sencillo pero elegante.

—Lucas estará encantado —comentó mi madre, guiñándome un ojo.

No pude evitar sonreír. Lucas siempre me decía que no importaba cómo decoráramos la boda o qué flores eligiéramos, mientras yo estuviera allí, todo sería perfecto.

Eran casi las nueve cuando el timbre de la puerta resonó por toda la casa. Mi corazón dio un pequeño salto, y dejé de lado lo que estaba haciendo para ir a abrir.

Ahí estaba, con su impecable abrigo negro y una bufanda gris que realzaba sus ojos, esos ojos que siempre parecían ver directamente a mi alma. Sostenía una caja de regalo perfectamente envuelta, con un moño rojo brillante.

—Feliz Navidad, preciosa —dijo, inclinándose para besarme suavemente.

—Feliz Navidad, Lucas. Te extrañé.

Él sonrió y me entregó la caja.

—Esto es para ti, pero no lo abras hasta que sea medianoche.

Asentí, sintiendo cómo la emoción crecía en mi interior.

La noche transcurrió entre risas, anécdotas y brindis. Lucas y yo pasamos gran parte del tiempo juntos, hablando de todo y de nada, compartiendo miradas cómplices y pequeños gestos que solo nosotros entendíamos.

Cuando el reloj marcó las doce, todos levantaron sus copas para brindar.

—Feliz Navidad —dijeron al unísono, mientras los abrazos y las risas llenaban la habitación.

Lucas me tomó de la mano y me llevó al centro del salón, justo al lado del árbol.

—Es hora de que abras tu regalo —dijo, con una sonrisa traviesa.

Con cuidado, desenvolví la caja, revelando un pequeño estuche de terciopelo azul. Lo abrí, y ahí estaba: un anillo delicado, con un brillante en forma de corazón y un diseño que parecía salido de un cuento de hadas.

—Emma —comenzó, arrodillándose frente a mí—, el año pasado te prometí que esta Navidad sería aún más especial. Y aquí estoy, cumpliendo mi promesa. Quiero pasar todas las Navidades de mi vida contigo. ¿Te casarías conmigo?

Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos mientras asentía rápidamente.

—Sí, Lucas. Sí, quiero casarme contigo.

La habitación estalló en aplausos y vítores mientras Lucas se levantaba y me rodeaba con sus brazos, sellando nuestra promesa con un beso.

Esa noche, mientras miraba las luces del árbol reflejándose en sus ojos, supe que no solo estaba viviendo la mejor Navidad de mi vida, sino también el comienzo de un futuro lleno de amor, risas y, por supuesto, muchas más Navidades juntos.

El tiempo pareció detenerse mientras Lucas me abrazaba. El ruido de las risas, los aplausos y los murmullos emocionados de nuestra familia se desvaneció en el fondo. Todo lo que podía sentir era la calidez de sus brazos y el peso de su promesa brillando en mi dedo.




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