Es primero de diciembre y lo que menos deseo en estos momentos es pensar en las fechas que se aproximan. Nadie se ha preocupado por si existo, a nadie le importo y lo peor de todo es que hasta yo misma me he dejado de importar.
No hayo nada que celebrar este año, recuerdos de los demás años llegan a mi mente, desde un día como hoy mamá corría al ático por todo lo que habíamos guardado el año anterior seleccionábamos aquello que aún nos serviría y lo que no, lo íbamos desechando, hacíamos una lista de lo que faltaba y el siguiente día recorríamos las tiendas del centro comprando lo necesario.
Al siguiente día afianzábamos detalles hasta que por fin quedaba lista la decoración, papá, mamá y yo prendíamos el árbol, mi padre me cargaba para que pudiera poner la estrella, yo era la encargada de hacer que esa estrella brillara en lo alto del árbol, las luces iluminaban la casa y aquel sonido característico de los villancicos dentro de las luces era lo que más me encantaba, me sentaba bajo el árbol dejándome mecer por el sonido de los villancicos. Todo era hermoso.
Ahora no queda nada de eso, ahora solo puedo sentir el vacío y la soledad en mi alma.
Recuerdo del fatídico día en el cual me abandonaron mis padres; ellos que no se detuvieron a pensar en que a quien dejaban atrás era sangre de su sangre y carne de su carne, no pensaron en que aquella chiquilla se sentiría sola, tampoco pensaron en las necesidades emocionales que le harían falta. De los materiales no hablamos porque de eso hay de sobra. Pero, ¿de qué sirve? No hay niña más pobre que esta niña rica que puede verse reflejada en la ventana.
¿Por qué se fueron y me dejaron? ¿Pensaran en mí? ¿Se arrepentirán? A veces quisiera escuchar las respuestas a estas preguntas, otras prefiero no escuchar sus mentiras.
—Tienes que comer algo, llevas todo el día mirando a la ventana —Escucho la voz de mi nana, ella es la única que no se fue, después de todo alguien le pagaba para que estuviera aquí.
—Déjame sola nana, hoy no, no quiero que me digas nada.
—No puedes pasarte la vida ahí.
No respondo, quito de golpe las lágrimas que han comenzado a salir, no quiero sentirme más vulnerable de lo que estoy, quiero ser fuerte y hacer que mi corazón deje de sufrir, sé que puedo lograrlo, lo hare solo para que nadie más vuelva a lastimar mi corazón.
—¡He dicho que me dejes en paz! ¡LARGO DE AQUÍ!
Al ver que no se mueve y siguen con la bandeja de comida en sus manos, tomo la decisión de que la que se va soy yo es momento de volver con él, le prometí que volvería pronto. Me levanto de golpe hasta mi habitación en donde tomo mi abrigo y corro hasta la salida donde coloco la llave de una de las motos que eran de mi padre, el casco está en su lugar y a pesar de la vida tan miserable en la que vivo, tampoco tengo ganas de tentar al destino. En el fondo deseo que las cosas vuelvan tal como fueron hace algunos años.
Manejo sin importar la velocidad en la que voy, la adrenalina recorre mi cuerpo como una corriente eléctrica, me gusta la sensación y subo más la velocidad mientras recuerdos vienen a mi cabeza.
Como en las películas ocurre, una luz me ciega, ruido, dolor y después silencio. Nada, estoy volando y soy libre.
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Hola mis queridos lectores, en esta ocasion les traigo una historia corta referente a la navidad, ojalá les guste, me encanta leer sus comentarios y lo que les parece. Si les gusta no se olviden de agregarla a su bilbioteca y regalarle mucho amor dandole me gusta.
Al ser corta no tendran que esperar mucho tiempo para las actualizaciones. Así que nos leemos en el siguiente capítulo.