Tiempo atrás.
El despertador suena, pero hacer rato que llevaba despierta, incluso me ha dado tiempo para ducharme y ponerme el uniforme. Estoy emocionada, es hoy uno de los mejores días, uno que esperaba con ansias. Corro hasta la habitación de mis padres y resulta que no se encuentran en su cama, eso me hace pensar que también estaban esperando este día, así como yo. Bajo hasta la cocina donde mi nana está preparando mi desayuno, me siento en el taburete esperando que mis padres lleguen para desayunar juntos. Pasan los minutos y ninguno de ellos aparece.
—Come niña que llegaras tarde a la escuela.
—No, quiero esperar a mis papis.
—Nada de eso, además ninguno de los dos se encuentra en casa.
Me sorprende escuchar lo que me está diciendo, ¿Dónde se fueron tan temprano?
Desayuno ya sin muchos ánimos, subo por mi mochila que en esta ocasión solo lleva la libreta en donde he anotado mi ensayo. El chofer me está esperando con la puerta del coche abierta, subo y como todas las mañanas, me encanta mirar a la ventana mientras la gente corre por sus obligaciones diarias.
Llegamos a la escuela, voy hasta donde se encuentran mis amigos haciendo planes para vacaciones ya que hoy es el último día que nos vemos. La directora anuncia que nos coloquemos en posiciones para iniciar con la ceremonia. Desde donde estoy puedo ver el palco en donde se encuentran los padres, busco con la mirada a los míos, pero no los veo, me consuelo pensando en que son muchos y posiblemente no los vea entre tanta gente.
Anuncian a los mejores de la generación, conforme van pasando mis compañeros de clase, sus padres se van acercando hasta ellos, soy la última en ser nombrada como una mencione especial por mi desempeño durante los tres años de secundaria, además de que soy la que dirá el discurso a los demás. Llego hasta donde se encuentra el presídium esperando ver a mis padres, nunca llegaron hasta mí.
Digo las palabras ya sin la emoción con que las había ensayado. Bajo con el diploma en mis manos hasta el lugar en el que me encontraba, a lo lejos puedo escuchar el murmullo de los demás sobre que mis padres no hayan estado conmigo en algo tan importante. La ceremonia termina y todo es ajetreo, todos se mueven de aquí para allá, yo me quedo estática, esperando que ellos vengan hasta mí, no quiero moverme para que ellos puedan ubicarme fácilmente, nada de eso pasa.
Enojada y con las lágrimas en mi rostro, corro hasta el estacionamiento en donde el chofer me abre la puerta para que suba, sería inútil preguntar que paso o donde esta mis padres porque es algo que él no me responderá.
Cierro mis ojos, no quiero mirar a la ventana, hoy no. Así llegamos a la casa y lo sé porque le chofer me lo indico. Bajo sin esperar que me abra y corro dentro de la casa, un presentimiento me invade, algo paso y necesito encontrar respuestas. Corro dentro gritando.
—¡MAMÁ, PAPÁ!
No hay respuesta. Voy a la cocina, al despacho, a la biblioteca a cada rincón de la parte baja gritando a todo pulmón lo mismo. No hay respuesta.
Subo hasta el segundo piso, recorro el pasillo hasta llegar a la habitación de mis padres, tengo que apoyarme en la pared debido a la falta de aire, ellos deben estar en algún lugar. Tomo el teléfono y marco a sus números, nadie me contesta.
Llego hasta el balcón gritando nuevamente, a este punto mis lágrimas están brotando con desespero. Vengan aquí, ¿Dónde están?
Como si un algo me guiara hasta el tocador de mamá, mis pasos van hasta aquel mueble. Me miro al espejo, mis ojos rojos de tanto llorar. Un sobre amarillo me llama a que lo abra. Lo hago así y fue lo peor que pude haber hecho. Ambos se fueron sin importar nada.