Un regalo para navidad

Capítulo 3

Recuerdo perfectamente como ese día descubrí una carta escrita por mi madre, una carta fue todo lo que me dejo; bueno por lo menos tuvo la decencia de hacerlo, de quien no supe su paradero fue de mi padre hasta días después con un mensaje de texto.

Los dos olvidaron que tenían una hija, pudieron hacer las cosas de otra manera. hubiera preferido que se pelearan por mí en un juicio, por lo menos sabría que a alguno de los dos les intereso, en lugar de eso prefirieron irse pensando que el otro se quedaría conmigo.

El único que se quedó conmigo fue soledad, una soledad amarga que me convirtió en lo que soy.

Desde aquel día olvide lo que fui en mi pasado, olvide a la excelente alumna que era, olvide amarme dejándome caer en un vacío del que nunca más quería salir.

Hasta que lo encontré a él, recuerdo perfectamente aquella noche, llevaba días fuera de casa, el dinero se me había terminado y aquella noche tenía mucha hambre.

—Hola hermosa, ¿puedo ayudarte en algo?

No lo conocía de nada, pero el tiempo que llevaba en la calle me había enseñado a defenderme de cualquiera que se quisiera aprovechar de mí. Pareciera que él estaba igual de perdido que yo.

—No tengas miedo, me llamo Emanuel y ¿tu?

Algo en el me inspiro la suficiente confianza para responderle.

—Soy Vanessa.

—Mucho gusto Vane.

Se sentó a mi lado y esa noche por primera vez me sentí menos sola, por primera vez sentí que a alguien le importaba. Esa noche no quise viajar a ningún lado, esa noche quise estar despierta solamente para seguir escuchándolo.

—¿Sabes cuánto falta para navidad? —pregunte de la nada.

—Algunos meses.

—¿Deseas algún regalo para navidad? —Pregunte nuevamente.

—Una familia —Respondió en voz baja.

Le preguntaba cualquier cosa solo para seguir escuchándolo, aquella noche no dormí.

Y desde ese día nos volvimos uno solo, a veces dormíamos en la calle o donde callera la noche, cuando el dinero se nos terminaba teníamos dos opciones; pedíamos dinero en la calle o volvía a la casa por más, la caja fuerte se fue vaciando poco a poco.

Me volví una vagabunda, de alguna manera no estar en la casa me hacía sentir menos miserable, durante meses solo fuimos él y yo, conociéndonos de a poco. Mis amigos se olvidaron de mí o tal vez yo me olvide de ellos. No quise seguir con la escuela, era en lo que menos pensaba.

Las calles se volvieron mi hogar junto a Emmanuel. Él se volvió mi primer amor, a él le di mi primer beso y no fue en medio de ningún sueño, estábamos consientes los dos y puedo decir que fue maravilloso. Recuerdo con perfección sus palabras.

—Este primer beso fue la llave para que entraras en mi corazón y lo guardare aquí mismo, nadie lo podrá sacar de aquí.

—Eres mi refugio, mi compañero, mi sueño y lo único que te pediría es que tu no me dejes, tu no vayas a hacer lo que mis padres hicieron conmigo.

—Jamás lo haría, jamás dejaría que mi princesa quede sola, tu serás mi amor por siempre.

Aquellas palabras cargadas de promesas aquella noche de estrellas se volvieron realidad durante los meses que estuvimos juntos. Aun cuando vivíamos en las calles nunca nos veían separados, los demás aprendieron a vernos siempre tomados dela mano, consientes o no. Dormíamos abrazados hasta que un nuevo día nos despertaba con sus rayos.

Aquella noche del primero de diciembre había vuelto porque necesitaba dinero, mi nana me veía con lastima y era esa una de las principales razones por las que no quería permaneces aquí, nunca quise que nadie sintiera lastima por mí, menos ella.

Tampoco le volví a dirigir la palabra, si acaso las muy necesarias. De la moto no supe más, jamás la había tomado y aquella noche lo único que quería era olvidarme de mis penas.

Ahora me encuentro aquí, nuevamente en esta casa con unos padres que parecieran que han olvidado que me abandonaron cuando más los necesitaba, comportándose como si nada hubiera pasado.

—Tenemos que aprender a perdonar —Había escuchado una vez entre sueños lo que le me decía.

Tal vez algún día; hoy no, esta navidad no será.

Mis pensamientos regresan al presente al escuchar la puerta siendo tocada. Cierro mis ojos con fuerza fingiendo dormir.

—Se ha dormido, no debemos despertarla.

—Tiene que comer.

—Vela tan tranquila, yo me quedare vigilando por si necesita algo o a media noche le da hambre.

—Nos quedaremos entonces.

De tanto pensar ni hambre me dio, al final me quede dormida sin saber si ellos se habían marchado o se quedaron haciendo vigilia.

Por la mañana el olor a café inunda mi cuarto, abro los ojos con pereza, al hacerlo totalmente puedo ver una bandeja con comida haciendo que mi estómago chille pidiéndome alimento. Tomo el trasto y como. Todo está delicioso.

El día transcurre sin mucha novedad, creo que hoy mis padres me han dado una tregua por algunas horas, no se han acercado ni han intentado hablar conmigo, sé que siguen aquí porque los puedo escuchar hablar tras la puerta. La única que si llego a hablar conmigo fue mi nana.



#1015 en Otros
#206 en Relatos cortos
#141 en Joven Adulto

En el texto hay: navidad, perdon, amor

Editado: 14.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.