Como muchas de las veces lo hicimos, escapamos sin que nadie se diera cuenta, probablemente para cuando ellos se dieran cuenta de mi ausencia sería demasiado tarde. Sentí alivio por momentos al escribir la carta que dejé sobre la cama. Tal como ella lo había hecho.
Salimos por la ventana riéndonos como dos niños.
Caminamos por algunas calles hasta llegar al parque en el que nos conocimos, aquel lugar donde conocí al chico de mis sueños, que desde la primera vez que lo vi sentí mi corazón latir con desenfreno.
Ambos nos abrimos paso en este mundo, un mundo lleno de vicisitudes, dejamos la inocencia enterrada en medio de los vicios que existen aquí. Se fue la niña buena que vivía en mí, la de las bunas calificaciones, la que nunca decía una mala palabra. En este parque se ha quedado todo eso.
Nos sentamos solo viendo pasar las horas, como siempre en un sueño.
—Mañana es navidad ¿Qué es lo que deseas como regalo? Dime que iré en su búsqueda, mi Vane. Por ti dejaría todo esto. Cambiaria. —La última palabra la dice en voz baja como si le costara decirla.
—La navidad dejo de tener sentido para mí, este año no deseo nada, no hay regalo suficiente para clamar el rencor que se ha posado en mi alma. —Respondo firme mientras sigo escondida entre sus brazos.
—creo que debemos dejar de lado ese rencor, hagámoslo por esta noche, solo hoy olvidemos que la vida es un lugar lleno de basura.
Estábamos perdidos, ambos estábamos mal, subimos a una nube de ensueño del cual era difícil regresar.
No recuerdo en que momento abordamos al primer autobús que paso frente a nosotros, ni siquiera sabía a donde es que íbamos. Por dentro estaba más vacío que nuestra alma. Nos sentamos en los últimos asientos, me abraza y yo me refugio en su calor.
—¿Crees que el amor que nos tenemos sea suficiente para salir de esto?
—Podemos intentarlo —Respondo soñolienta.
Otra vez las lágrimas; podemos intentarlo, podemos intentarlo, podemos intentarlo, repito una y otra vez en mi cabeza hasta quedarme dormida.
—Jóvenes, despierten hasta aquí llego.
Abrimos los ojos a la vez.
—Hemos viajado por más de 5 horas, tendrán que pasar la noche en este pueblo ya que no hay manera de salir hasta en la siguiente corrida que es a las 5 de la mañana. —Nos dice preocupado el chofer.
—Gracias —habla Emmanuel invitándome a bajar.
Al hacerlo el frio golpea mi rostro, aun así, me siento en el paraíso, puedo sentir la calidez con que este pueblo nos acoge olvidándome por completo del intenso frio.
Caminamos un poco observando las luces que adornan el lugar.
—¿Puedo ayudarlos en algo? —pregunta con cautela una mujer de mediana edad.
—A encontrar un nuevo comienzo —responde firme haciéndome desear lo que ha solicitado.
—Creo que no hay mejor lugar que este para comenzar de nuevo.
La misma señora nos ofrece una infusión de frutas que hace que nuestros cuerpos entren en calor, de pronto se escuchan unas voces cantando a coro y a mucha gente en peregrinar hacia lo que parece la iglesia. Caminamos hasta integrarnos a ellos; nadie nos dice nada, nadie pregunta ¿Quiénes somos? O ¿de dónde venimos?
Los villancicos van cesando, sin que se retiren y es que hay una cena comunitaria donde al final todos brindan y se abrazan. Alguien nos ha dado una cobija para que no pasáramos frio, nos sentamos bajo el inmenso árbol del parque viendo el amanecer abrazados.
Ya es navidad, hoy es navidad y mi regalo no se visualiza por ningún lado.
—Ya sé lo que quiero de regalo de navidad. —Le digo viendo al horizonte.
—Dime que deseas, tendrás lo que pidas —responde.
—Mi regalo es un nuevo comienzo, lo quiero aquí.
—Te prometí que te daría cualquier cosa que desearas y cumpliré mi palabra.
Se levanta de un salto y me tiende la mano.
—Acompáñame.
Sin pensarlo dos veces camino junto a él hasta llegar a una hermosa casa junto a un rio.
—Quiero que cierres los ojos. —Ordena.
Lo hago y me guio hacia donde el me dirige, oigo como abre la puerta, escucho villancicos de fondo. Creo que las canciones navideñas me acompañan a todos lados.
Abro despacio los ojos descubriendo una casa navideña, un árbol junto a la chimenea y bajo de esta un par de cajas, solo dos regalos.
—Este es nuestro nuevo comienzo.
Nos sentamos bajo el árbol tomando cada uno el regalo con nuestro nombre.
Mi regalo es un suéter con la leyenda “un nuevo comienzo” el suyo dice exactamente lo mismo. No entiendo mucho de que va esto y sobre todo ¿Qué hacemos en esta casa?
—Esta es nuestra casa —Responde como si me hubiera leído la mete. —La compre para que los dos pudiéramos tener nuestro nuevo comienzo, ese es nuestro regalo de navidad.
—No entiendo —Contesto sin saber que más decir.