Un Reino en Ruinas: torneo de dragones.

Capitulo II: cómo domar una bestia gigante sin ser comida en el intento.

El aire era ahora frío, cargado de un silencio inquietante. Salí del Santuario de Fuego observando las cordilleras volcánicas, mi traje brillaba con cada paso que daba. Los puños estaban cerrados, no por miedo, sino por la emoción que todos los príncipes anteriores a mi tuvieron al ir a reclamar un dragón.

Mi padre, el rey Rupert, observaba desde su trono elevado en el palco real, con su corona de obsidiana y rubíes colocados delicadamente, como salía de la caverna.

La explanada estaba llena de soldados, nobles y curiosos que habían llegado desde todos los rincones de Arvandor para presenciar el evento. Las monturas de otros caballeros reales, dragones más pequeños, esperaban impacientes, moviendo las alas o lanzando ligeros resoplidos de humo. Pero cuando aparecí, todo se detuvo.

Un silencio sepulcral cayó sobre la multitud.

Y luego, lo sentí.

Ecliptharion, el coloso de escamas negras y plateadas, emergió de las sombras detrás de mí, su enorme cabeza inclinándose apenas para no golpear el arco de la caverna. Sus ojos dorados, brillando como antorchas vivas, recorrieron la multitud con un interés calculado, como si estuviera evaluando a cada uno de los presentes. Su rugido profundo resopló, estremeciendo el suelo y haciendo retroceder incluso a los más valientes.

Sin mirar atrás, levanté la barbilla y caminé hacia adelante, sabiendo que Ecliptharion me seguía. Sentía la vibración de sus pasos, pesados y seguros, como un tambor de guerra marcando el compás de mi triunfo. Lo había logrado, me logré unirme al dragón más extraño desde la reina Vaelithia en el 1578 Después del Primer Sol (D.P.S). Los años en el exilio dieron su resultado y mi entrenamiento como próxima jinete no había sido en vano, el dragón me aceptó, no me comió y estoy lista para lo que viene.

Mi padre bajó de su palco hasta llegar a mi encuentro, Ecliptharion suspiró fuertemente arrojando una ola de vapor en su dirección.

—Sapphire —me mira y puedo distinguir una pequeña sonrisa de orgullo en su rostro —, tienes ahora un dragón.

Asentí. Un dragón.

—Es hora de comenzar el torneo en honor a vosotros —Se dio la vuelta hacia el vérathos Darian Velmora y al Volrak Lyrian Vaelthor. —Preparar todo para dar comienzo a nuestro gran torneo. Anunciad a los invitados e infantería.

El torneo de dragones es una celebración de cinco días en los que hay desafíos y premios para los ganadores, puede participar cualquier persona que tenga un dragón, sea miembro de la Guardia Dracónica, Infantería, de alguna Casa importante e incluso nosotros, la Casa Real. Se hacen en honor al primer jinete que logró domar un Fulgorath y se llevan a cabo cada tres años.

Este año padre decidió realizar el torneo en conjunto con mi Alzamiento del Sol Naciente. Ceremonia de unión entre un príncipe y un dragón, si el dragón lo rechaza el príncipe o princesa pierde todo el derecho al trono y debe ganarlo por valía.

Vinieron miembros de todas las casas del país.

—Princesa Sapphire —El Rey Rupert me miró por un instante mientras le daba un papel al Vérathos—, ve a descansar por hoy, mañana comenzará el torneo, puedes irte con tu dragón.

Ecliptharion se levantó e inclinó su enorme cabeza para mirarme con su ojo dorado y yo asentí. Esto iba a ser emocionante.

Dicen que el primer vuelo con tu dragón define la relación que tendrán; o te respeta o te verá como un bocadillo.

Naturalmente, yo tenía que hacer las cosas a mi manera.

Estaba de pie frente a la caverna de Ecliptharion, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, como si eso pudiera intimidar a un enorme de dragón de treinta metros de alto y que sigue creciendo. Spoiler: no me funcionó.

—Vamos, Ecliptharion. Sal de ahí. No pienso suplicarte.

Si no podía hacer que el dragón me hiciera caso, ¿Quién lo haría?

El silencio que me respondió fue tan largo que casi oí a los grillos reírse de mi.

—¿Sabes? A otros dragones les gustan las princesas valientes. No me hagas entrar ahí.

Nada.

Resoplé y di un paso hacia la cueva oscura. Las piedras crujían debajo de mis botas de acero rojo de combate. Una debe lucir espectacular hasta para domar una gran bestia. Y la penumbra se tragó poco a poco la luz .

—¿Tienes idea de lo ridículo que es esto? Podría estar terminando mi desayuno, pero no, tengo que venir a buscarte a una cueva con olor a azufre.

De repente, un par de ojos dorados como Sol brillaron en la oscuridad. Un gruñido vibró en el aire. Y el dragón dejó entrever sus enormes colmillos.

Perfecto, tengo toda su atención.

—Si piensas que vas a asustarme, vas a tener que hacer un mayor esfuerzo.

Claro Sapphire, no tuviste mejor idea de venir a despertar un dragón de trescientos cincuenta años que seguramente tiene un hambre impresionante.

Ecliptharion se levantó y descubrí que las cavernas son más grandes de lo que pensaba, abrió la boca e inhaló para luego soltar una gran llamarada violeta que fundió algunas rocas encima nuestro.

—A ver, escamas andante rebelde. Sé que puedes chamuscarme en tres segundos, pero no lo harás. —el dragón me miró detenidamente abriendo la boca, como si se riera — ¿Y sabes el porqué? Porque yo soy la Princesa Sapphire Susan Solaris, segunda hija del Rey Rupert I, y tú… tú eres mi dragón.

Ecliptharion soltó un bufido pero no retrocedió y luego, sin que lo esperara, giró y salió de la cueva como si hubiera sido su idea todo este tiempo.

—¡¿En serio?! ¿Era tan fácil?

Lo seguí hasta el exterior, justo cuando mi hermano mayor, Oliver y Rupert, además de toda la corte nos estaban esperando. Perfecto, la humillación pública era la mejor forma de empezar el día.

—Vaya, veo que sobreviviste —comentó Oliver, montado en su aún más grande dragón. Ignis Cealer. Su dragón completamente rojo y con algunas cicatrices. Un Fulgorath con cuatrocientos años. Ignis Cealer era más grande que Ecliptharion por cinco metros.




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