Rylan apartó la mirada, el cuerpo aún tenso.
—Te quiero Sapphire, pero no quiero hacer algo de lo que nos arrepintamos más tarde.
Mi corazón se encogió, tenía razón. Sabía eso. Esto nunca había sido algo simple. Me deslicé de la mesa, aún con los labios ardiendo y me acomodé el vestido de Corina.
¡Corina! Ya había pasado mucho tiempo. Debía volver a mi habitación.
—Debo irme Rylan— me dirigí a la puerta mientras me volvía a colocar la capucha. Pero antes de que pudiera siquiera irme, me dijo:
—Entonces… —me giré a verlo. Su cabello estaba despeinado —¿Estoy perdonado?
¿Estaba perdonado?
“No te explicó absolutamente nada”.
Thaaaarrrr.
—Aun me debes explicaciones, ma’ love. —y me fui de la habitación dejándolo solo.
[***]
El camino a mi habitación estaba silencioso, solo se oía el ruido del viento y algunos tambores de más allá. Esquivé a dos sirvientes antes de llegar a mi habitación. Cuando llegué, Cori seguía durmiendo en la cama. Me cambié el vestido y la capa por mi camisón negro y me metí en la cama intentando no hacer ruido.
—¿Alteza?— murmuró Cori mientras se giraba para verme. —¿Cómo le fue?¿Qué hora es?
Sujeté la almohada con fuerza al recordar la velada. Los besos de Rylan…
—Son poco más de las dos. —le dije—Nos besamos.
—¿Si?¿Cómo fue? —se despertó aún más.
—Ya sabes… fue… al principio tímido pero luego… más pasional.
Cori se reía. —Al parecer, su enojo no fue más fuerte que él, princesa.
—No, no tanto.
Un rato después me dormí pensando en Rylan.
El aroma a pan recién horneado y café llenaba el gran comedor del castillo, pero yo apenas lo notaba.
Mi estómago estaba hecho un nudo. No por el torneo de ayer. No por la victoria. Sino porque Rylan estaba parado al otro lado de la mesa, con la mandíbula tensa y la mirada fija en su plato.
No me había mirado ni una sola vez.
No después de lo que pasó anoche.
—Dormiste demasiado, Sapphire. —La voz de mi padre, el rey Rupert, resonó con su tono siempre severo—. Supongo que la carrera te dejó agotada.
Sentí la mirada de Oliver sobre mí.
—Sí. —Respondí con calma, tomando mi copa de vino especiado sin mirarlo—. Fue una noche… larga.
Hubo un silencio tenso.
No me atreví a levantar la vista, pero sentí cómo el cuerpo de Rylan se tensaba a mi derecha.
Rupert asintió, sin notar nada extraño.
—Tu desempeño fue impresionante. Aunque aún falta mucho por aprender de tu dragón.
Marie, mi madrastra, dejó su copa sobre la mesa con un leve tintineo.
—Lo cierto es que todos nos sorprendimos. —Su voz era dulce, pero afilada como una daga escondida—. Pensé que Oliver sería el vencedor. Pero supongo que el destino tiene formas inesperadas de actuar.
Oliver bufó. —El torneo no es la guerra. No significa nada.
—Tampoco significa nada si no sabes perder con elegancia, hermano. —Le sonreí con fingida dulzura antes de llevarme un pedazo de pan a los labios.
Él me fulminó con la mirada. Rylan seguía sin decir nada. Y eso me estaba sacando de quicio.
—¿Algo que decir, teniente Veyrion? —pregunté de repente, con voz casual, obligándolo a reaccionar.
Fue un movimiento arriesgado, pero no me importó.
Los ojos de Rylan se alzaron, verdes y fríos, como si lo hubiera arrastrado de vuelta de un pensamiento del que no quería salir.
—Felicitaciones por tu victoria, alteza.
Alteza.
Alteza.
Como si lo de anoche no hubiera ocurrido. Como si no me hubiera besado con la misma furia. Como si sus manos no hubieran recorrido mi cuerpo con hambre, como si su aliento no hubiera sido mío por un instante.
Apreté los labios, conteniendo la rabia.
—Qué formal. —Murmuré, dejando mi copa sobre la mesa con más fuerza de la necesaria—. No es como si nos conociéramos desde hace años.
Rylan me sostuvo la mirada un segundo más de lo debido. Marie sonrió levemente, moviendo una cucharilla en su té.
—Me pregunto… ¿qué hacían anoche los jinetes reales después de la celebración?
Mi espalda se tensó. Rupert alzó una ceja.
—Espero que no hayan desperdiciado la noche con tonterías. Un guerrero debe tener disciplina.
Rylan desvió la mirada y siguió rígido.
—Por supuesto, majestad.
Marie se llevó la taza a los labios, pero la diversión en sus ojos era evidente.
Ella sabía.
O al menos sospechaba. Y estaba disfrutando cada segundo. Oliver frunció el ceño, alternando la mirada entre Rylan y yo, como si finalmente empezara a notar algo raro.
Maldición.
Mantuve mi rostro sereno, pero por dentro mi sangre hervía. No sabía qué me molestaba más: que Marie insinuara cosas delante de mi padre… O que Rylan no hiciera nada para detenerla.
El silencio en la mesa se volvió insoportable. Entonces, Oliver dejó su cuchillo sobre el plato con un golpe seco.
—Esto es aburrido.
Rupert le dirigió una mirada severa.
—Lo que es aburrido es tu actitud.
—No voy a quedarme aquí mientras ustedes fingen que esta familia es funcional.
Rodé los ojos.
—Vaya, qué sorpresa. Oliver siendo dramático antes del almuerzo.
—Y Sapphire disfrutando demasiado su victoria. —Se cruzó de brazos, observándome con sospecha—. ¿O hay otra razón por la que estás tan… satisfecha esta mañana?
Mis mejillas ardieron. Marie sonrió más ampliamente. Rupert los miró a ambos con curiosidad. Y yo… Yo solo quería estrangular a mi hermano. Porque a pesar de todo, Oliver siempre me leía demasiado bien.
[***]
El segundo día del torneo se basaba en un duelo de combate aéreo entre los dragones. Este era mi día favorito del torneo. Esta vez si me había puesto el traje de escamas azules de combate que me había sugerido Marie. Ahora Corina me estaba recogiendo el cabello en una larga trenza, me sentía un poco mareada hoy, pero supongo que son los nervios.