Un Reino en Ruinas: torneo de dragones.

Nueve.

Descendíamos a toda velocidad, y en cuestión de segundos ya habíamos traspasado las nubes, Thar gritaba y su sangre salía salpicada hacia todos lados, y en una de esas sacudidas un enorme chorro de sangre me golpeó. Era caliente y ¡Dioses! Ardía.

Sus gritos me hacían doler el alma y el cuerpo. Sentí ese dolor como propio. Voltee a ver la cola una vez más, y gracias a los dioses porque no se la arrancó. Sentí el gritó de otros dragones pero toda mi atención estaba a la distancia de la que estábamos del suelo.

—¡Thar! —pero no me respondió. Ni esa, ni las otras dos veces que intenté hablarle ¿telepáticamente? —¡Thar, por favor responde! ¡Necesitamos que abras las alas, ya!

Tardó varios segundos en responder, hasta que abrió las alas y nos estuvimos en el aire, como si estuviéramos suspendidos. Llevó su cola hacia adelante para examinarla y una vez que lo hizo, levantó su enorme cabeza en dirección a dónde estaba nuestro atacante y sentí como toda la furia me invadió. Primero mi madre, ahora mi dragón. La van a pagar.

Oliver llegó rápido con Ignis Cealer a nuestra derecha y su dragón miró la cola de Ecliptharion e hizo el mismo acto que Thar. Rylan llegó por debajo y cuando estuvo a mi altura, me miró horrorizado, estaba cubierta de sangre, la sentía pegada a mi rostro.

—¡Phire! —exclamó Oliver mientras buscaba alguna herida en mi. —¿Qué sucedió?

—Ella. —Mi voz sonó muchísimo más grave que de costumbre y en ella se podía notar mi furia, como si tuviera a alguien más hablando conmigo. —Nos atacó a ambos por encima de la tormenta. Fue en contra de las reglas. Quiso matarnos.

La muy maldita. No quedará así.

Sentí algo extraño en mi interior. Y cuando volví la mirada hacia arriba.

—¿Thar?

—¡Casi me arranca la cola! —gritó en mi mente. —Estoy perdiendo sangre, pero lo resisto. ¿Tu tienes algún daño?

—Si. —Y esto se volvió personal. —¡Si la dejamos sin una consecuencia, todos en el reino pensaran que somos débiles! ¡Oliver! —lo miré. Él también estaba enfadado. —Tiene que recibir su castigo.

Él asintió. Su mente ya estaba trazando el plan. Cómo siempre.

—¡Haremos esto! —dijo finalmente, mis nudillos ya se habían vuelto blancos de tanto apretar la silla. —Rylan, tu y Nyxir lo atraerán hacia nosotros. Sapphire tu escóndete entre las nubes y yo lo quemaré, a mi señal bajas.

Rylan y yo asentimos y nos dividimos.

La tormenta se retorcía a nuestro alrededor, relámpagos rasgaban el cielo y la lluvia caía con fuerza. Rylan descendió en picada sobre Nyxir, zigzagueando entre la tormenta para llamar la atención del Drakaroth. Y éste, mordió el anzuelo. La enorme bestia comenzó a seguir a Nyxir y abría su enorme boca cuando se acercaba, afortunadamente Nyxir era más rápido. Oliver y yo aguardábamos en las alturas, esperando el momento indicado.

Cuando Annelise se aproximó demasiado a Rylan, le grité a Oliver. —¡Ahora!

Y él descendió con rapidez hasta llegar por la izquierda del dragón haciendo que Ignis Cealer abriera su golpeada boca y escupiera su llamarada de fuego sobre el costado del dragón, sin alcanzar a tocar a Annelise.

Sentí la adrenalina correr por mis venas cuando descendimos en picada. Era la hora. —¡Ahora Thar!

Ecliptharion giró en el aire y con una precisión alcanzó a hundir sus garras en el Ala derecha del Drakaroth, haciendo que Oliver y Nyxir se apartaran. Y cuando el dragón giró su cabeza para escupir fuego. Quizás fueron esos dos segundos en los que el dragón abría la boca que mi enojó cobró vida y me hizo hablar precipitadamente.

—¡Kurnash, Ecliptharion!

Y Thar abrió la boca e inhaló, luego soltó al dragón y escupió una larga y ardiente llamarada de fuego violeta sobre el lomo del Drakaroth. El dragón descendió con rapidez mientras gritaba para intentar apagar el fuego violeta en sus escamas. Llegó un momento en el que ya no lo oí gritar más, luego se escuchó un gran estruendo.

Yo solo me quedé ahí. Viendo cómo el dragón que un rato antes había querido sacarle la cola a mi dragón perecer en el suelo. Justo en ese instante dejó de llover y pude oír como mi corazón latía desenfrenadamente, unos minutos después Thar descendía hacia el suelo de la Arena ahora manchada de marrón, rojo y violeta. El fuego de Thar era violeta.

No bajé del lomo de Thar hasta que Oliver tocó el suelo bajo mis pies y Rylan hizo lo mismo, me miré los brazos y el traje azul ahora estaba parcialmente rojo por la sangre, miré mis manos y las encontré con sangre también. No reconocí mis manos, la sangre no era mía pero porqué me sentía…. Extraña.

—Phire— la suave y calmada voz de Oliver me sacó de mis pensamientos —. Vamos, baja, esto ha terminado. —Y me extendió los brazos esperando a que bajara. —Tranquila, ya estás a salvo.

Cuando bajé de Thar, primero me aseguré que su cola no siguiera perdiendo sangre. La herida dejaba expuesta la carne bajo las escamas, le quedaría una cicatriz fea, pero no ha perdido la cola. —Estaré bien, princesa. Ve con tu hermano.

Me paré a la altura de Oliver con Rylan detrás nuestro y observé a mi hermano inspeccionar mi cuerpo en busca de alguna herida grave. Grata fue su sonrisa al darse cuenta que estaba bien, bañada en sangre de dragón, algo mareada, pero bien.

—No tienes nada —me abrazó, en sus ojos se notaba un dejo de preocupación —. Phire, no sabes cuánto me aterré, en el momento en que vi al dragón ir detrás de ti, mi corazón casi se detiene— me soltó de abrazo pero llevó sus manos a mis mejillas y apoyó su frente en la mía, algo que solía hacer cuando éramos niños. —Te juro que no dejaré que algo de esto vuelva a pasar…

No terminó de hablar porque el rey con su guardia llegaron a la arena. Alcé la vista cuando un nuevo dragón llegó a la arena, y volví a respirar cuando ví que era Ignarth, el dragón de papa.

—¡Podéis explicarme qué ha pasado aquí! —llegó a nuestro lado y observaba a la bestia esparcida en el suelo a unos metros de nosotros. Thar e Ignis se encontraban ahora, al costado de Ignarth. —¡Sapphire, Oliver! —alzó las manos— Hablad ya, ambos.




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