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Chicago, Illinois.
Cuatro años antes.
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En medio de una ciudad fría y llena de rascacielos, con personas que caminaban de un lado a otro hacia diferentes direcciones, vivía una chica hermosa de casa humilde, muy joven como para llevar una vida tan difícil, aunque no era su culpa, pues era la hija ilegítima de un hombre casado que se negó a reconocerla, que a pesar de tener más hijos, nunca se hizo cargo de ella.
Tuvo mil dificultades desde niña, viviendo con su madre que apenas podía darle de comer, pero como adulta, ya era muy trabajadora, demostrando sus habilidades desde el día uno que comenzó sus labores en un café en el centro de la ciudad.
—¿Señor, quiere el té con leche?—preguntó a uno de los clientes.
—Sí, señorita, muchas gracias —aceptó.
—De acuerdo, ahora mismo se lo traigo.
La chica se marchó hacia la cocina para calentar la leche del señor y lo hacía como algo rutinario, puesto que llevaba varios años en esa cafetería, sirviendo de mesera.
—Aquí tiene, espero que lo disfrute —dijo a la persona que atendió.
—Muchas gracias —respondió el señor amable.
Así eran sus horas laborales todos los días, repleta de comensales que pedían sus servicios y cuando por fin terminaba de sus funciones, se iba a la pequeña habitación donde residía, solo para una cosa.
Observar los juegos de fútbol americano donde participaba Darren Snox.
Abrió la puerta para soltar su bolso sobre el pequeño mueble que poseía y se fue corriendo a encender la televisión, solo para observar a su amor platónico en medio de un juego de su equipo, los Chicago Bears.
Ese hombre de un metro ochenta y siete, con cabello rubio y ojos color miel, era su debilidad, tanto que hasta soñaba con que era su novia, se sentía flotar en el aire cuando su imaginación creaba una historia entre ellos, un romance apasionado que la hacía suspirar de amor, aunque sabía que era una simple ilusión.
Aun así, invertía dinero en compras de boletas para verlo jugar en el campus y obtenía buenos asientos solo para verlo de cerca. Era su afición favorita desde que supo de su existencia.
—Darren, como quisiera que fueras mi novio, yo te haría tan feliz y te complacería en todo —habló a la pantalla de su televisor—. Pero tengo claro que nunca podré tenerte, por eso necesito olvidarte y no encuentro cómo hacerlo.
Siguió viendo el juego que se realizaba en otra ciudad, mientras disfrutaba de una rica comida china que se compró en el camino y en soledad, le daba ánimos al equipo, hasta que vio que ganaron el partido, entonces se puso de pie para comenzar a brincar como cabra, celebrando la victoria de sus favoritos por casi media hora.
Mientras lo hacía, escuchó la notificación de llamada de su teléfono y se apresuró a responder cuando vio que era su mejor amiga, Tiara Red.
—¡Tiari! Me tenías abandonada —exclamó.
—Lo siento, Zuri—se disculpó su amiga—. Hoy no tuve mucho tiempo para atenderte y por eso no te llamé más temprano.
—Ah, está bien, te perdono —dijo con ternura.
—Te estoy llamando para decirte que los Bears van a celebrar el triunfo de hoy con una fiesta privada de antifaces y conseguí entradas para nosotras. Como tu cumpleaños se acerca, quiero darte tu regalo con anticipación —comunicó Tiara.
—¿A qué te refieres?—averiguó Zuri con un poco de ansiedad.
—Vas a conocer a tu eterno amor de manera directa y podrás hablarle, conquistarlo como tanto deseas —declaró.
Las palabras de su amiga le enfriaron todo el cuerpo y el nerviosismo la embargó de repente. Los latidos de su corazón se sintieron irregulares, incluso las manos le sudaban con semejante noticia.
—Amiga, no bromees con algo así—pidió ella.
—No es broma, te juro que iremos a esa fiesta y podrás hablarle, solo necesitamos comprar un bonito vestido sexy, además de un antifaz que cubra un poco nuestros rostros —aseguró.
—¿Cómo conseguiste esas entradas?—interrogó una nerviosa Zuri.
—Sabes que tengo mis contactos de la clase alta que me facilitan estas cosas —explicó.
—No puedo, si lo que dices es cierto, me voy a morir cuando me esté mirando —dijo con pánico.
—¡No seas tonta!—exclamó con insistencia—. Es tu única oportunidad de conquistar a ese hombre que te gusta tanto y no puedes perderla.
—De verdad, no creo que pueda…
—¡Basta! Mañana paso por ti para comprar un vestido espectacular y unos zapatos altos, además de una máscara que nos hagan ver muy femeninas —informó.
—De acuerdo.
Colgó.
Después de asear su cuerpo, se acostó sobre su cama, muy pensativa y con la ansiedad a mil, pues aún no podía creer que iba a conocer a Darren o, por lo menos, tenerlo tan cerca. La idea erizaba sus vellos, ya que no tenía idea de cómo iba a actuar en ese instante.
Se consideraba muy guapa y femenina, pero aun así, sentía que la presencia de su amor platónico le causaría inseguridad, por lo que no tenía claro si iba a aprovechar el momento.
Aunque le costó bastante, se durmió luego de darle vueltas a su mente y, como lo había previsto, desde que amaneció, su amiga aprovechó que tenía el día libre para irse de compras, así que ambas se fueron a un centro comercial a buscar la tienda adecuada para comprar el bonito atuendo.
Tiara compró una ropa demasiado atrevida y Zuri se decidió por algo más conservador, aunque elegante y juvenil. Luego se fueron por un antifaz acorde a sus vestimentas.
En la noche era la fiesta y querían estar listas para el evento, así que fueron arreglándose como era debido, hasta que llegó el momento de llamar a un taxi que las llevara a la propiedad donde se haría la celebración.
—Tiara, estoy que me como las uñas y no puedo con tanto nerviosismo, conocer a Darren tan cerca es mi sueño casi imposible —susurró.
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Editado: 16.09.2025