Un sacrificio inesperado

Capítulo 3.

Chicago, Illinois.

Zuri se mostraba decidida para convencer a su padre ausente de que se hiciera la prueba como posibles donantes de su hijo, así tuviera que suplicar con lágrimas y arrodillarse ante sus ojos. Lo haría, por lo más importante en su vida, su hijo Daniel.

Sabía que Darren y su familia también podrían ser donadores, pero ni siquiera tenía idea de su paradero en la otra ciudad a donde se fueron y no hubo manera de contactar con ellos. Lo había intentado a escondidas, pero sin resultado alguno.

Por eso iba manejando hacia la dirección que su madre le suministró para que buscara a su padre y se veía dispuesta a lograrlo, tanto que fue fácil encontrar la ubicación. Se trataba de unos suburbios en las afuera de Chicago, lugar donde vivían muchas personas de dinero como famosos o empresarios.

—Bien, ya estás aquí y ahora necesitas mucho valor para enfrentar esta delicada situación —se dijo así misma.

Estacionó donde pudo y se bajó para buscar la entrada de la casa donde vivía el señor que supuestamente era su padre. No lo pensó, simplemente tocó el timbre de la puerta, esperando a que apareciera en escena.

Un señor de buena estatura y elegante, apareció delante de la chica, ambos con ojos muy parecidos, pero se extrañaron de la similitud que había en algunos rasgos físicos de ambos.

Ella veía a su verdadero padre por primera vez y el resentimiento la inundaba por culpa de su abandono, pero sabía que no tenía tiempo para rencores, necesitaba convencerlo de que le diera ayuda para su hijo.

—Hola, ¿usted es Arthur Bruck?—preguntó ella.

—Así es, señorita, ¿en qué puedo ayudarle?—respondió el hombre que no reconoció a su propia hija.

—Necesito hablar con usted de algo muy serio y me gustaría que me regale unos minutos de atención —pidió Zuri.

—No la conozco, pero si es tan importante, entonces tome asiento y escucho lo que quiere decirme —invitó a la chica a sentarse en el balcón principal de la casa en la primera planta.

Ambos se acomodaron sobre la silla y se quedaron en silencio un momento, hasta que ella comenzó a hablarle sin muchos rodeos.

—Vine aquí en son de paz y quiero valerme de su empatía para que me ayude como pueda, ya que mi hijo tiene insuficiencia renal, es una enfermedad horrible que lo tiene muy delicado de salud —expresó.

—Comprendo y supongo que quiere una donación para su pequeño, ante la falta de recursos, es válido, siendo así, puedo aportarle una cantidad moderada como ayuda humanitaria —respondió él.

—No necesariamente, necesito que usted o sus hijos acepten hacerse una prueba de compatibilidad de órganos y así puedan donarle un riñón a su único nieto o sobrino —declaró.

El señor frunció el ceño por la confusión de sus palabras y creyó que la chica le estaba haciendo alguna jugarreta, ya que no comprendía nada sobre su pedido.

—Señorita, no tengo nietos todavía…

—Si lo tiene, se llama Daniel James y vive con su madre, Zuri James, la misma persona que ahora le pide que lo salve de su situación —confesó.

El hombre se quedó pensando un momento y después el entendimiento vino a su mente, entonces se sorprendió, de hecho, hasta entró en pánico, ya que su esposa estaba a punto de llegar a la casa, mientras que sus hijos seguían dentro de sus habitaciones.

—Te equivocas, solo tengo dos hijos varones con mi esposa y ninguno de ellos tiene hijos, que yo sepa…

—¡No se haga el tonto! Sabe muy bien que soy su hija, que me negó cuando nací y nunca me buscó, pero no vine aquí a reclamarle eso, sino para que tenga piedad de mi pequeño hijo de cuatro años. Necesita un riñón con urgencia, pero ni siquiera mi madre ni yo, somos compatibles —exclamó.

—¿Qué pretendes?

—Que se hagan las pruebas, usted y sus hijos, quizás algunos de ustedes puedan donarle el órgano, es un sacrificio de amor hacia un pariente —pidió.

El señor comenzó a reír con cierta ironía y se levantó para caminar de un lado a otro, como si no pudiera creer lo que la chica le estaba diciendo.

—Aunque me haga pruebas, no voy a someter a mis hijos a semejante tortura, ellos necesitan tener sus órganos completos y tampoco iré yo con la edad que tengo, así que no cuente con nosotros —negó.

Zuri se puso de rodillas con las lágrimas corriendo por sus mejillas y unió sus manos, suplicando por su ayuda; quería conmoverlo de alguna manera.

—Va a fallecer si no consigo el donante con tiempo y solo ustedes me pueden ayudar por el momento, por favor, se lo ruego —suplicó, agachándose la cabeza contra el piso en una reverencia de completa sumisión—. No estoy pidiendo dinero, solo que me den el órgano que mi hijo necesita como parientes que somos; estoy dispuesta a comprarlo si es necesario.

—¡Qué tontería! Ni siquiera estoy seguro de que lleves mi sangre y con toda la razón, pues lo que tuve con tu madre fue una noche de pasión en una discoteca. Amo a mi esposa, no pienso causarle este tipo de angustias, así que lárgate de aquí —demandó.

—Por favor, ayúdeme—siguió diciendo ella.

—¿Qué está ocurriendo aquí?—preguntó una persona que hizo acto de presencia y se trataba de la esposa del padre de Zuri.

—Cariño, no me avisaste que venías —expresó un nervioso hombre—. Esta joven desconocida se apareció aquí y quiere que la ayude con su hijo enfermo, me suplica que aporte económicamente en su mejoramiento —declaró una gran mentira.

La mujer atribulada levantó la cabeza para mirar a la persona que nunca creyó que sería tan cruel y a la dulce mujer a su lado, con el rostro lleno de lágrimas, además de que tenía los ojos inyectados en sangre, se sentía desconsolada, entonces comprobó el motivo por el que su madre nunca le mostró quién era ese hombre.

—¿Amor, entonces qué esperas? Fírmale un cheque con algo de dinero para que pueda resolver. Pobrecita, un hijo es demasiado importante y lo sabes bien… Espera, te busco la chequera —dijo la señora y después se fue a buscar el talonario de cheques.




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