Un secret entre nous

Capítulo 5: Borrachera y verdad

Camille

Perdí la cuenta de cuántas copas me ofrecieron. Chloé decía que me relajara, que era la boda de Théo, que todo estaba perfecto. Y sí: las luces, la música, la carpa llena de risas, los brindis interminables… todo era perfecto. Excepto lo que latía dentro de mí cada vez que Julien estaba cerca.

Lo busqué con la mirada mientras bailaba con mis primos, con amigas de la novia, con Théo que se empeñaba en hacerme girar como cuando era niña. Cada giro me mareaba un poco más. Cada mirada hacia Julien me quemaba la garganta.

Lo vi sentado, con la corbata floja, la copa en la mano. No hablaba con nadie. Solo me miraba. O yo quería creerlo.

Cuando la música cambió a una lenta, busqué a Chloé. Pero Chloé estaba perdida entre risas y brindis. No quería bailar con nadie más. No quería seguir fingiendo.

Me acerqué a Julien. Él levantó la vista, sus ojos más suaves de lo que había visto en toda la noche.

—Ven —le dije, sin pensarlo.

Frunció el ceño. —¿A dónde?

—A caminar. —Me encogí de hombros. —Me duele la cabeza. Quiero aire.

Él dudó, pero se levantó. Me siguió. Caminamos entre mesas, saludos, risas. Detrás de la carpa, el campo se abría oscuro y silencioso.

Me quité los zapatos y hundí los pies en la hierba. Sentí la tierra húmeda, el frescor de la noche.

—No deberías —dijo Julien detrás de mí.

—¿No debería qué?

—Caminar descalza. Emborracharte. Provocarme.

Me giré tan rápido que casi pierdo el equilibrio. Él me sostuvo del codo. Su mano grande, cálida. Mi piel vibró.

—No te provoco, Julien. Solo quiero respirar —susurré.

Nos quedamos así. Cerca. Demasiado cerca. Él me soltó, pero no retrocedió.

—¿Por qué huyes de mí? —me atreví a preguntar. Las palabras me salieron antes de poder tragármelas. —Siempre huyes.

Se pasó una mano por el pelo, frustrado. —Camille…

—Dime la verdad. Solo una. —Levanté la cara, desafiándolo. —¿Alguna vez pensaste en mí? ¿En serio?

Él me miró como si quisiera decirme mil cosas y ninguna a la vez. Bajó la voz hasta convertirla en un roce.

—No deberías querer saberlo.

—Pero quiero.

Nos miramos. El aire olía a lavanda y a vino. A pecado. A deseo retenido.

Julien suspiró, derrotado.

—Siempre pienso en ti.

Mi corazón dio un salto. Sentí el vino arderme en la sangre.

—Entonces bésame —dije, temblando. —O vete para siempre.

Y entonces me besó.

No fue un beso tierno. Fue desesperado. Torpe al principio, como si no supiera cómo hacerlo sin romperme. Mi espalda chocó contra un árbol. Mis manos se enredaron en su camisa. Su respiración se mezcló con la mía.

Sentí su murmullo entre mis labios: «Putain, Camille…»
Y mi risa ahogada. Y el mundo entero desapareciendo mientras nos perdíamos uno en el otro, por fin.

***

Traducciones de lo que dice en Francés

Putain, Camille - Maldita sea, Camille




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