Julien
No dormí en tres noches.
Volví a París como un fugitivo. Me encerré en mi estudio de arquitectura, escuchando a mis empleados darme cifras que no entendía. Firmé papeles sin leer. Fui a reuniones sin saber de qué hablaban.
Cada vez que cerraba los ojos, veía su cara. La forma en que me miró cuando lo confesó: tan frágil, tan valiente. El sobre blanco apretado contra su pecho, como si pudiera protegerse de mí. De nosotros.
Podía haberme quedado allí. Podía haber ignorado todo. Hacer lo que siempre hago: construir paredes para no sentir, levantar techos para tapar grietas. Pero cada noche, mientras París dormía, escuchaba en mi cabeza esa palabra: père. Padre.
No sabía serlo. No sabía ni siquiera cómo estar a su altura. Pero sí sabía una cosa: no podía dejarla sola.
Volví a Lyon sin avisar. Conduje toda la noche. Ni radio, ni llamadas. Solo la carretera y mi corazón rebotando en la garganta.
Cuando llegué, ya era de madrugada. Su tienda estaba cerrada, claro. Su apartamento en penumbras. Subí los escalones de dos en dos, sin saber qué diría, sin saber si me abriría la puerta.
Golpeé. Una vez. Dos. Nada. Apoyé la frente contra la madera, respiré su nombre como una súplica.
Cuando la puerta se abrió, vi su silueta, pequeña, descalza, con un suéter ancho que la envolvía como un capullo. Sus ojos estaban rojos, hinchados.
—Julien… —dijo, bajito.
No supe qué palabra usar primero. Lo que salió fue lo único real: —Je ne peux pas t’abandonner. Ni a toi, ni à lui.
Ella parpadeó. Un suspiro, una grieta. Un paso hacia atrás, como si quisiera dejarme entrar en su casa. Y en su mundo.
No la abracé. No aún. Nos quedamos ahí, frente a frente, respirando el mismo miedo. La misma verdad.
No soy bueno con promesas. Pero esa noche, sin decirlo, hice la única que importaba: no iba a volver a huir.
***
Traducciones de lo que dice en Francés
Je ne peux pas t’abandonner. Ni a toi, ni à lui. - No puedo abandonarte. Ni a ti ni a él.
Editado: 30.07.2025