Un secret entre nous

Capítulo 23: Un paso hacia atrás

Camille

Me dieron el alta dos días después. Dos días de monitores, voces suaves de enfermeras y latidos que me mantenían despierta. Dos días con Julien sentado a mi lado, como un guardián silencioso, sin quitarme los ojos de encima.

Él se encargaba de todo: llamadas a la floristería para avisar que seguiría cerrada, mensajes a Chloé, silencios con Théo. Me traía sopa que no comía, libros que no leía, y sus manos. Siempre sus manos, sosteniendo las mías como si tuviera miedo de soltarme y que desapareciera.

Pero cuando volví a casa, algo dentro de mí pedía aire.
Aire para entender qué quería. Aire para entendernos.

La primera noche en mi apartamento sentí su abrigo colgado junto al mío, su cepillo de dientes junto al mío, su vida mezclándose con la mía como si todo ya estuviera decidido. Y aunque una parte de mí quería eso —esa versión de Julien que no huía—, otra parte aún no sabía si creérselo.

Lo vi de pie en mi cocina, buscando azúcar para el té, sus mangas remangadas, su reloj caro brillando bajo la lámpara vieja. Y sentí la punzada: miedo. Miedo a confiar. Miedo a perderlo otra vez.

—Julien —dije, sin adornos.

Él se giró, taza en mano.

—¿Qué pasa?

Tragué saliva. Toqué mi vientre, como siempre que quiero anclarme.

—Necesito espacio —murmuré. —Para pensar. Para entender.

Sus ojos —fríos para todos, cálidos para mí— se oscurecieron un segundo. Vi cómo apretaba la taza, cómo respiraba antes de hablar.

—No quiero irme —dijo, casi sin voz.

—No es para siempre —le aseguré, aunque ni yo estaba segura de qué quería decir para siempre. —Es solo… un poco de espacio. Para mí. Para esto. Para que tú también sepas si de verdad quieres quedarte.

Silencio. Su silencio. El que más duele.

Me acerqué, tomé su mano, la puse sobre mi vientre. El bebé dio una patadita, como si entendiera la tensión.

—No te estoy echando —susurré. —Te estoy dejando quedarte bien.

Me miró. Sus dedos temblaron sobre mi piel. Después asintió. Me besó la frente.
Y esa noche se fue, cerrando la puerta con un clic que me partió el pecho.




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