Camille
No sé qué me llevó exactamente a subirme a ese tren a París.
Tal vez fue el eco de sus manos sobre mi vientre. O la forma en que aún encontraba migas de pan en mi cocina y me daban ganas de llorar.
O quizás fueron sus cartas.
No debía haberlas leído. Estaban dentro de la caja de herramientas de la florería, junto a cintas, tijeras y facturas sin pagar. Todas sin abrir, con su letra firme. No tenía su permiso para leerlas, pero la curiosidad me ganó.
Y cuando las abrí, su voz me habló sin que estuviera ahí.
Cada línea era Julien sin armadura.
“Si alguna vez tengo miedo, es porque sé que esta vez podría quedarme para siempre.”
“Te imagino con nuestro hijo, caminando entre flores, y me duele no estar ahí. Me duele bien.”
“Je te veux. Depuis toujours.”
Las guardé en mi bolso y caminé a la estación sin pensarlo demasiado. Llevaba el abrigo abierto, el vientre redondeado, un miedo dulce en la garganta.
Llegué a su estudio sin avisar. Sabía que estaría ahí: él siempre se esconde detrás de paredes de concreto cuando no sabe qué hacer con su corazón.
Cuando empujé la puerta de cristal, lo vi encorvado sobre un plano, el cabello despeinado, las mangas enrolladas. Se parecía más al Julien que conocí a los dieciséis: cansado, hermoso, tan perdido.
Me oyó antes de verme. Se giró, sus ojos buscaron los míos, se quedaron quietos en mi vientre.
—Camille…
No dijo más. No hacía falta. Crucé la oficina, esquivé planos, cables, todo lo que no era él. Me paré frente a su escritorio. Dejé caer la bolsa con las cartas sobre su mesa.
—Las leí —dije, con la voz baja, pero firme.
Su mandíbula se tensó. Cerró los puños, como si se preparara para un golpe.
—No debías leerlas todavía —murmuró.
—Lo sé —susurré.
Y entonces tomé aire. El aire más valiente de mi vida.
—Quiero que vuelvas —dije. —Pero no a medias. No al sofá. No a medias promesas.
Quiero una familia contigo, Julien. Quiero esto. Quiero lo que no hemos sabido tener, pero que siempre estuvo aquí.
Su respiración se cortó. Dio la vuelta al escritorio, sus pasos pesados. Se paró frente a mí, tan cerca que sentí su perfume mezclado con el olor a tinta y café frío.
—Je te veux —dijo, su voz quebrada. —Depuis toujours.
Me besó. No como esa primera vez, apresurados, ebrios de deseo.
Esta vez me besó lento, como si cada segundo contara.
Y en ese beso supe que no había nada más que temer.
***
Traducciones de lo que dice en Francés
Je te veux , Depuis toujours. - Te quiero , Desde siempre.
Editado: 30.07.2025