Un secret entre nous

Capítulo 28: Papá y mamá

Julien

Nunca pensé que sostener a alguien tan pequeño me haría sentir tan grande.

Louis dormía en mi pecho como si el mundo no pudiera tocarlo ahí. Tenía la respiración leve, cortita, el puño cerrado aferrándose a mi camiseta como un recordatorio de que ahora yo era su refugio.
Y de que nunca volvería a estar solo.

Camille dormía también. Exhausta, hermosa. Sus pestañas temblaban cada tanto, como si soñara algo mejor de lo que podía decirme despierta.

Yo me quedé quieto, sentado en el sillón de la habitación, escuchando la respiración de ambos. Un sonido tan simple. Tan suficiente.

Horas después llegó Théo. Entró despacio, con una bolsa de café y ojeras que combinaban con las mías.

Nos miramos. Louis hizo un ruidito, como un gatito. Théo dejó el café, me miró a mí, luego a Camille.
Y luego al bebé.

—¿Puedo? —preguntó, la voz áspera.

Asentí. Me levanté despacio, pasé a Louis a sus brazos. Théo lo sostuvo como si cargara dinamita y un milagro al mismo tiempo.
Vi cómo sus ojos, duros durante meses, se suavizaban cuando la cabecita se acomodó en su antebrazo.

—Se parece a ella —dijo.

—Y a ti, un poco —respondí, medio en broma.

Théo soltó una risa breve. Luego suspiró. Me miró, directo, sin rodeos.

—Cuídalos, Julien —me dijo. —Esta vez de verdad.

Tragué saliva. Miré a Camille, dormida, frágil y fuerte a la vez.

—Lo haré —contesté. —Lo juro.

Louis hizo otro ruidito. Théo se sentó a mi lado, sosteniéndolo con la misma mano firme con la que alguna vez quiso partirme la cara.

En ese instante entendí que, a veces, las familias no se construyen con promesas perfectas, sino con heridas que se cierran juntas.

Y mientras Louis suspiraba en brazos de su tío, sentí, por primera vez, que de verdad éramos papá y mamá.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.