Un secret entre nous

Epílogo

Camille

Provenza huele a verano incluso cuando ya es otoño.

Hace casi un año de aquella noche que parecía un error y que resultó ser el principio de todo.
Un año desde que desperté sola en una habitación equivocada, convencida de que nunca volvería a sentir su mano en la mía.

Ahora despierto cada mañana entre dos respiraciones suaves: la de Julien, pesada y tranquila, y la de Louis, más cortita, más ligera, como un recordatorio de que la vida nunca deja de moverse.

Nuestra casa es pequeña, nada parecida a los planos perfectos que Julien dibuja para otros. Aquí hay esquinas torcidas, una puerta que siempre se atasca y una cocina que se llena de flores porque no sé vivir sin ellas.
Pero para mí, es palacio suficiente.

Louis gatea por el suelo de madera, dejando un rastro de risas y juguetes. A veces se queda dormido entre mis macetas, y Julien lo carga como si fuera el tesoro más frágil de la tierra.

Esta mañana lo encontré dibujando planos nuevos, uno con un jardín más grande, una habitación para Louis cuando ya no quiera dormir pegado a nosotros, una terraza para mis flores.

Cuando le pregunté por qué, me contestó:
—Porque quiero que aquí siempre haya espacio para crecer.

Y entendí que eso somos ahora.
Un espacio que crece.
Un secreto que ya no se esconde, sino que florece cada día un poco más.

Salgo al porche mientras ellos duermen la siesta. El sol de Provenza se derrama sobre el campo. Respiro. Pienso en lo que fuimos. En lo que somos.
En lo que vendrá.

Sonrío, porque ahora lo sé con certeza:

Nada volverá a ser igual.
Y está bien así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.