4 de enero de 2015
Incluso si alguna vez mi caso llega a su fin, estaré en paz dejando una huella indeleble en la historia. Me convertiré en un símbolo que todas las damiselas lujuriosas temerán. Pensarán dos veces antes de sucumbir a sus repugnantes debilidades. Sabiendo que ninguna de ellas está a salvo de ser secuestrada, caminarán hacia sus hogares mirando constantemente atrás.
Son muchas y es difícil luchar contra ellas. Su arma es la hipocresía, la doble moral y la mediocridad. Lo único que reconforta es que no estoy solo. Siempre ha habido personas como yo, que no caen en sus absurdas reglas que ellos inventaron para protegerse. Siempre habrá quienes castiguen a las rameras por su comportamiento indigno. Y la sociedad, que en lugar de condenar la inmoralidad, condena la lucha contra ella, temblará de miedo al saber que no todos comparten sus miradas hipócritas y contradictorias.
La debilidad tiene un precio, y todos lo pagarán...