Estoy feliz. Más feliz que una lombriz.
—Si que estás feliz mujer. -escuche la voz de Leila mi secretaria.
Y en ataqué de furor me levanté de mi silla giratoria.
—Logre lo que quería. Tengo el contrato de mis sueños.
—Eso lo sé. -dijo ella sin mostrar entusiasmo alguno.
—Pense que estarías contenta por mi. -verbalice mirándola a los ojos fijamente.
—No creo que deba estar contenta Aileen.
Enarque una ceja.
—¿Qué pasa?
Leila abrió la boca para hablar, pero no llego a hacerlo porque unos toques en la puerta la interrumpieron.
—¡Pase! -exclame.
—Hay vienen los problemas.. -escuche la voz de Leila y estás palabras me hicieron fruncir el entrecejo.
La puerta se abrió dejándome ver a Héctor Cuevas, mi archienemigo. Pero también el hombre que me tiene hasta la coladera por él.
Soy una masoquista, lo sé.
—¿Qué haces aquí? -luego de decir estás palabras me ergi.
—Al parecer tu secretaria no te ha dado la noticia, preciosa.
Juro por lo más sagrado que no sentí nada al escuchar ese “preciosa” de su parte.
Na... Mentira.
Ese hombre me desestabiliza con solo una palabra.
¿Cuál es el poder que tiene él sobre mi? Sobre todo lo más importante. ¿Por qué yo le permito tener ese poder?
—Si viniste a molestarme te puedes marchar por donde viniste.
—No vine a molestarte hermosa, más bien viene a conocer el lugar en donde trabajaré.
¿Qué?
¿De que habla este hombre?
Leia emitió una tos claramente falsa, y yo coloque mis ojos en ella.
—Aileen.. Héctor es socio de tu socio. Así que él es hora parte de la empresa. Para desgracia tuya tendrás que aguantarlo.
—Asi que princesa... me verás muy seguido por aquí. Y te prometo que te sacaré de tus casillas.
Mis manos se formaron en puños tras esas palabras dichas por él.
—Vete al mismo infierno. -Hector sonrió tras escuchar mis palabras.
Ese idiota si que le gusta sacarme de mis casillas. Y lastimosamente para mí está asociación será como tener un pacto con el mismísimo diablo.
Porque cuándo Héctor le da por joder se lo toma muy enserio.
—¿Cuál será mi oficina?
Me llevé una de las manos a la sien para masajearla.
—No contamos con oficinas disponibles actualmente señor Cuevas.
—Pues entonces esta hermosa mujer tendrá que hacerme un espacio en esta oficina, porque desde este preciso momento empezare a trabajar.
Leila giró su cabeza hacia mi. Y no me quedo más que suspirar.
—Leila por favor, que traigan un escritorio para el señor.
Leia asintió y tras mirar por un momento a Héctor se marchó dejándome a solas con el indeseable hombre de las cavernas.
Héctor empezó a caminar hacia mi y cuando estuvo al frente de mi sonrió.
—Creo que ahora no podrás tratar de olvidarme, princesa.
—Logre olvidarte... -dije tratando de sonar convincente.
—Haré como que te creo, princesa. Pero la realidad sólo la sabemos nosotros. -Héctor alzó su mano para acariciar mi rostro y yo como tonta deje que él me acariciara.
Grave error.
—Se que no me has olvidado. Y yo tampoco lo he hecho. Te digo queriendo como el primer día. Y la posibilidad de que estés con otra persona me está matando, no podría soportar que te toque como yo lo hacía o que tú le mires con esa sonrisa en los labios, con la que me alegrabas los días. Sé que soy un egoísta pero quiero que seas solo para mí. Qué solo me mires a mi, y que solo me toques a mi. Te necesito.
¿La posibilidad de estar con otro lo mata?
Es que como le explico que solo tengo ojos para él. Lastimosamente está es mi realidad.
—Perdoname Aileen. Perdoname por estropear lo que teníamos.
Esas palabras fueron suficientes para que volviera a la realidad.
—¿Crees que te puedo perdonar que me hayas engañado, tres días antes de casarnos, Héctor? ¿Lo crees?
—Yo no te engañe. ¡No lo hice..!
—¿Entonces como explicas el haberte encontrado desnudo en un habitación de hotel con esa mujer....?
Él se pasó una de sus manos por el rostro.
—No lo sé. No recuerdo con claridad como llegue a esa habitación. No lo recuerdo.
—Pues yo si recuerdo haber quedado como la cuernuda del año. Y eso no te lo voy a perdonar. -Héctor trato de quedar abrazarme. Pero yo fue más rápida que él y me aparte. —Fui el hazme reír de todos Héctor. Y eso no te lo puedo perdonar.
—Te amo Aileen. Te amo con todo el corazón y no me iré de este lugar sin salir tomando tu mano.
—Suerte con ello. -dije y él asintió.
Lo vi dar un paso hacia mi.
—Se te da bien mentir mi amor. Porque si no me quisieras no estuvieras llevando el anillo que te he dado y tampoco tuvieras en tu oficina el porta retrato que yo te he regalado.
Arqueé una ceja.
—Ahora mismo me deshago de todo.
—Quedatelo mi amor, porque volveremos a estar juntos -Héctor se atrevió a acercarme a él a la fuerza y no obstante me pegó a su cuerpo.
Su perfume se coló por mis fosas nasales y esto logró embriagarme por completo.
—Llevas el perfume que te regalé.
—Desde que tú me lo regalaste se convirtió en mi favorito, amada mía.
—Héctor me puedes soltar.
—No. No puedo dejar de abrazarte. Quiero que estemos así, que nos quedemos así.
—Hubiéramos podido seguir con lo que teníamos pero tú me engañaste. -me removí entre sus brazos. —No te importo como yo me sentiría no te importó déjarme sola esa noche, no te importo la noticia que tenía para darte.
—¿Que noticia?
—Nada. Olvídalo.
Volví a luchar por salirme de sus brazos pero él ejercía bastante fuerza.
—Te amo Aileen, y no descansaré hasta despertar un día a tu lado. Hasta llenar nuestro hogar con hijos, tal y como querías. No descansaré hasta tenerte. Te lo prometo.
Tras estás palabras una de sus manos se colocó en mi nuca y sin perder tiempo Héctor ejerció fuerza para que mi boca chocará con la de él.