Aileen
Otro día más.
Suspiré luego de salir del elevador, escuché la voz de Leia. Y que ella me aborde de esa manera solo significa una cosa.
Problemas.
—Aileen, llegó una carta para tí. -Leia me extendió el sobre y al ver el sello real me tense.
Solo existe una persona que me enviaría una carta.
Mi padre, el rey.
—Gracias Leia. -murmure por lo bajo y ella asintió. —¿Héctor llegó?
—Aileen ese hombre tiene la intensión de recuperarte. Me dijo que no se rendirá hasta que vuelvas a su lado. Debeias reconsiderar la idea de perdonarlo.
—Leia sabes lo duro que fue para mí pasar por esa situación. Todavía no puedo olvidar lo que hizo. Todavía no.
—Como podrías si tienes copias exactas a él. Olvídalo mujer, tú nunca podrías borrar al padre de tus....
Leia hizo silencio luego de escuchar la voz de Héctor justo detrás de mí.
—Princesa.
Giré sobre mis pies, muy a mi pesar.
—Héctor. -dije mirándolo fijamente.
Lastimosamente todavía no podía apartar los ojos de él.
Ese hombre tiene un no se que que me vuelve totalmente loca.
—Aileen.
—Dame un segundo, Leia.
—¿El señor está cómodo en su nueva oficina?
—Si pero, estaría más cómodo si la mujer de mi vida, mi princesa me permitiera volver a estar a su lado. Sin mantener algún chantaje.
Enarque una ceja.
—Te tendrás que conformar con lo que tienes. Porque de mi no recibirás nada.
—Aileen...
—Un segundo Leila.
—Deja los rencores amor y volvamos a ser lo que éramos antes.
—¡Qué no...! Déjame en paz Héctor Cuevas. Búscate a otra a quién molestar.
—No tengo porque buscar a otra si tú estás aquí. A tí es quien quiero, a quién necesito. A quien deseo besar.
Si no me estuviera haciendo la dura, juro que me hubiera derretido por esas palabras.
—Entiende de una vez por todas que yo ya no te quiero. Tú te encargas de de matar el amor que sentía por tí.
Héctor abrió la boca para responder. Pero fue interrumpido por Leia.
—¡Estan bajo el muérdago..!
¿Qué?
Alce mi cabeza hacia el techo, y maldije al ver el dichoso muérdago colgando sobre nuestras cabezas.
—¿Y que con eso?
—Princesa. Si una pareja se colocaba bajo el muérdago deberá besarse para conservar su amor para siempre.
—Que cosa tan absurda. -dije y tanto Leia como Héctor se miraron entre sí.
Hice el intento de marcharme pero fui detenida por Héctor.
—No es nada absurdo amor mío. Y como yo quiero conservar nuestro amor hasta la eternidad tendré que besarte.
Enarque una ceja.
—Ni te atrevas...
Héctor alargó su mano hacia mi.
—Princesa.
—Héctor.
Él me atrae hacia su cuerpo y sin perder más tiempo sus labios chocaron con los míos.
Un beso urgido, un beso para sellar nuestro amor.
Porque si, todavía existe amor entre nosotros.
Un beso bajo el muérdago. Un beso con el amor de mi vida.