Un secreto y cuatro letras.

Capítulo 2: La carta.

Aileen

En cuento Héctor dejo de besarme arremetí contra él. Le di una cachetada que logró que el girará el rostro.

—Ni se te ocurra volver a besarme.

—Lo haré cuántas veces quiera, amor mío.

Héctor me acercó a él y nuevamente volvió a besarme.

Y yo como tonta volví a caer.

En cuánto Héctor volvió a separarse de mi, volví a golpearlo.

—Te dije que no volvieras a besarme.

—Lo haré cuántas veces quiera, mi amor.

Entrecerré los ojos al ver la gran sonrisa que tenía en sus labios.

—Aqui queda sellado nuestro amor, princesa. Estaremos juntos para toda la vida. Ve mentalizandolo.

—Vete al mismo infierno, Héctor.

—Me iré pero, a nuestra oficina. Te espero allí para robarte un par de besos más.

Luego de estas palabras Héctor se marchó con una gran sonrisa en sus labios.

—Le quieres Aileen. No puedes negarlo.

—Leila. Leila, ¿qué haré contigo?

—Aumentarme el sueldo, sería lo primero que harías y después llevarme a recorrer tu reino.

—¿Estas loca?

—Si pero por tu hermano. Ese hombre es todo un bombón, por él tendría una navidad secreta. Estaría dispuesta a convertirme en quien no soy para poder estar cerca de él.

—Por Dios Leila.

Mi mejor amiga y secretaria soltó un suspiro.

—Me gustaría que me ayudes a cumplir mi sueño por navidad Aileen. Te prometo que solo estaré en el reino tres días.

—Te ayudaré a cumplir tu sueño pero te tengo que advertir que mi hermano es todo un casanova. No te enamores de él Leila, porque la realiza puede ser despedida y no quiero que pases por un mal rato.

—Gracias, gracias... -Leila se acercó a mí y sin perder tiempo me abrazó. —Te amo, princesa.

—¿En que quedamos Leila?

—Uff, lo siento.

—Suficiente tengo con Héctor recordándome a casa instante de donde vengo.  Así que no lo hagas tú también.

Leila asintió.

—Estoy segura que con esta carta llegarán los problemas. Leila prepárate para ver cómo mi padre trata de joderme la vida. Porque estoy segura de que eso es lo que trata de hacer.

—¿Volveras algún día al reino?

—No. No quiero volver a pisar ese lugar, ya bastante tuve.

Leila hizo una mueca.

—¿Tanto daño te hicieron?

—No quiero hablar de eso, Leila.

Tras estás palabras empecé a caminar hacia mi oficina.

Me duele recordar todo lo vivido en ese lugar. Me duele mucho no tener el apoyo de mi padre, duele saber que él no deseaba tenerme. Él solo quería tener un niño, a su digno heredero. Al futuro rey del país.

Apreté la carta entre mis manos y decidi no leerla.

Sea lo que sea no me importa. Todo dejo de importarme el día que mi propio padre me exilio del reino. Ahora porque tendría que leer una carta de él.

No me importa, no me interesa.

Hice la carta una bolita y en cuanto entre a la oficina la deposite en la papelera.

—¿Problemas mi princesa?

—Desde que entraste a esta oficina plebeyo.

Héctor me dió una sonrisa.

—El problema se puede resolver volviendo conmigo Aileen.

—¿Si vuelvo contigo te irás a la misma fregada?

—No me iré a al fregada.

—Entonces no. Tú y yo solo seremos compañeros de trabajo Héctor Cuevas, no aspires a más.

Héctor negó con la cabeza.

Camine hacia mi escrito y al estar frente a él. Observé que en mi mesa encontré un arreglo de flores, una caja de bombones y una pequeña caja de color rojo.

—¿Qué significa esto?

—Un regalo para la mujer que amó con locura.

—¿No lo quiero?

—Abre la caja y arrepiente de rechazarlo el regalo.

—No creo que pueda arrepentirme.

—Abrela y arrepiéntete.

Le tomé la palabra a Héctor y abrí el estuche.

Mis ojos se abrieron como platos al ver el broche que tanto había buscado en todos estos años.

Se trataba de un broche en forma de corazón muy simbólico para mi, utilizado por nada más y nada menos que mi bisabuela. Este broche habia desaparecido tras ella morir y nadie sabía de su paradero.

—¿Como lo conseguiste?

—Eso es lo de menos mi amor.

—Lo conservaré Héctor.

Él asintió.

—Es un regalo mi amor. Es tuyo.

—¿Qué quieres a cambio de esto?

—Una cena en mi departamento. Solo eso pido.

—De acuerdo Cuevas. Está noche cenaré contigo.

—Preparare todo mi princesa.

Hice una mueca y luego me senté en mi silla giratoria.

Solo espero que esto no se descontrole. 








 

Señor, la carta fue enviada. Ahora solo haya que esperar que la princesa retorne a casa.

—Ella no va a volver, no lo hará por su propia voluntad.

—Pero señor..

—Pon en marcha el plan b. -él hombre asintió —Aileen Volverá a casa a como de lugar, de ello me encargaré yo.

—Alexander, no te atrevas a volver a meterte en la vida de nuestro hija. Déjala vivir en paz, déjala hacer su vida. Por tu culpa ella lo ha pasado mal, por tu culpa no conocemos a nuestros nietos, por tu maldita culpa ellos están creciendo sin su padre.

—Clariss.

—No me digas nada Alexander. Te encargaste de joderle la vida a tu propia hija, y no conforme con eso hiciste que el hombre que ella ama se aleje de ella. 

Tragué saliva al escuchar esta confesión de parte de Clariss.

—¿Como sabes eso?

—Si haces algo en contra de ella, yo misma te declaró la guerra Alexander. Déjala tener una vida tranquila, déjala disfrutar de lo que nunca tuvo aquí.

Clariss tras esta palabras se marchó dejándome a solas.

—La dejaré en paz cuando ella esté aquí en palacio, la dejaré en paz cuando conozca a mis nietos. Podré morirme en paz luego de ver por última vez el rostro de mi niña. De mi princesa.

Saque una foto de ella de mis bolsillos. Y acaricié con las yemas de mis dedos la imagen.

—Te quiero princesa. Fue por tu bien que te aleje de este lugar. Por tu propio bien fue que lo hice. Por tu bien princesa. 

 




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