Un secreto y cuatro letras.

Capítulo 3: Desepción.

Aileen

Me mire al espejo por décima vez.

Estoy nerviosa, bastante nerviosa.

—Mujer por Dios, estás hermosa. -observe el reflejo de Leila atravez del espejo y no me quedo más que sonreír. —Eres una auténtica princesa, la más bella de todas.

—Leila...

—Es la verdad. Y tú muy bien lo sabes. -rode los ojos. —Si todo sale bien quizás no regreses a dormir está noche.

—Claro que regresaré Leia, no digas disparates.

—Solo decía...

Tomé el bolso que llevaría y antes de salir de la habitación me dirigí hacia la cuna de mis retoños.

—Mamá los ama, cariños. -murmure mientras acariciaba la cabeza de uno de mis amores. —Si todo sale bien le contaré muy pronto a su padre de su existencia.

—Es lo mejor que has decidido Aileen.

—Lo sé Leila, lo sé.

Arrope a mis dos retoños y tras hacerlo camine hacia la puerta de mi habitación.

—Otra cosa Aileen, los hombres de seguridad anunciaron haber visto un evento sospechoso fuera de la empresa.

—¿Qué sucede?

—Vieron a varios hombres husmeando por los alrededores del lugar. Me temo que él te quiera llevar a la fuerza Aileen. No quiero perder a mi mejor amiga.

—No me perderás Leila. No lo harás porque él muy claro dijo que no me quería a su lado. ¿Por que se molestaría en buscarme?

—Quizas quiere recuperarte.

—Deja de decir tonterías...

Leila abrió la boca para hablar  pero no llego a hacerlo  porque la detuve en seco.

—No quiero hablar de él Leila.

—Esta bien, entiendo pero no puedo ignorar el presentimiento que tengo Aileen acerca de esto.

—No pasará nada Leila. -la vi hacer una mueca. —Cuida bien de ellos.

—No tienes que pedirlo.

Luego de escuchar estás palabras me marché de casa.

Espero que esta noche se resuelva el problema que tengo con Héctor. Porque verdaderamente no quiero pasar más tiempo lejos de él.

Estoy dispuesta a perdonarlo. Dispuesta a retomar lo que él y yo teníamos. 



 

Luego de recorrer la cuidad por casi treinta minutos, aparco el auto al frente de la casa de Héctor.

Antes de bajar del auto tomé una corta respiración.

—Tu puedes hacerlo Aileen. Tú puedes. -me dije a mi misma mientras recorría el corto camino hacia la puerta.

Cuando me encontré al frente de la puerta toque el timbre. Y puse mi mejor sonrisa.

Solo espero que todo salga bien.

La puerta se abrió e inmediatamente la sonrisa que llevaba en el rostro se me borró.

—¿Qué haces aquí?

Me quedé totalmente muda ante esta inquisición.

Era ella, la mujer con la que Héctor me había engañado tiempo atrás.

—¿Qué haces aquí? -pregunte y al parecer estás palabras le causaron gracias.

—Eso debería preguntarlo yo.

—¿Donde está Héctor?

La chica sonrió.

—Descansando porque tuvimos una tarde bastante ajetreada. ¿Quieres que le diga algo de tu parte?

—Si claro que sí. -la mujer asintió. —Dile que no se le ocurra acercarse a mí y que para mí él está muerto.

—Si es todo lo que tienes que decir te pido que te marches, porque tú presencia no me gusta. -mis manos se formaron en puños tras escuchar estas palabras —Vete deja de estar rogando amor, ten un poco de amor propio y lárgate de una vez por todas. Deja de ser una arrastrada.

¿Y esta que?

—Es él quien me busca. Si tu estuvieras haciendo tu trabajo bien Héctor no estuviera rogándome por volver. Al parecer no sabes...

—¡Qué te largues....!

Ella dio un paso hacia mi dispuesta a golpearme y yo lo me quedé atrás.

—¿Qué rayos está pasando aquí? -me tense al reconocer lla voz de la persona que había verbalizado estás palabras.

Giré sobre mis pies y la sorpresa fue enorme al entrar a mi hermano justo detrás de mí.

—¿Qué está pasando aquí, dije?

—Xander yo...

—Aileen, ¿que ocurre? ¿Porque esta mujer se atreve a insultarte?

Abrí mi boca para responder pero la explicación quedó en segundo plano tras escuchar la voz de Héctor.

Mis ojos se llenaron de lagrimas al verlo prácticamente desnudo.

—Aileen.

—¿Me invitaste para que viera con mis propios ojos a la mujer con la que revuelcas? ¿Me invitaste para que confirmara que eres un perro asqueroso Héctor Cueva? ¿Para eso lo hiciste?

Héctor giro su cabeza hacia la mujer.

—¿Quién eres tú, y como entraste en casa?

La mujer enarcó una ceja.

—¿No recuerdas que me invitaste a tu casa toda la tarde? Tú mismo me buscaste Héctor.

—No. Yo no recuerdo. No sé quién eres.

—¡Qué desfachatez...! ¿Como es que no me recuerdas? Si tú y yo hemos estado desde tu rompimiento con ella juntos -la mujer dijo estás palabras totalmente enervada. —¿Es que a caso quieres jugar con las dos?

—No se quién rayos eres, ya te lo dije. ¡Marchate de mi casa ahora mismo...! -la mujer se cruzó de brazos —Y prepárate para ir a juicio.

La chica se tensó.

—Que fácil es negarme delante de ella Héctor, que fácil te lavas las manos diciendo que no me conoces. Eres un maldito mentiroso.

Héctor entrecerró los ojos.

—Qué te pagues te digo.

—Me voy pero, -ella coloco sus ojos en mi —Espero que con esto te des cuenta de la clase de hombre que te pretende.

Tras estás palabras la mujer se marchó.

—Aileen...

—No quiero volver a verte Héctor Cuevas. No te quiero cerca de mi. Ya bastante daño me haz hecho.

—Aileen..

—Otra vez me decepcionaste Héctor. Otra vez.

Héctor trato de acercarse mi pero, mi hermano  se lo impidió.

—No te quiero cerca de ella.

—Me importa un bledo lo que quieras. Porque yo no me apartare de ella.

—Me decepcionaste Héctor. Lograste romperme otra vez...

Mi hermano me atrajo hacia su cuerpo para abrazame.

—No se que está pasando Aileen pero te juro que yo no conozco a esa mujer. Te juro que nunca te he sido infiel. No sé cómo entro en mi casa, pero cuando lo sepa será sola primera en saberlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.