Aileen
—Aileen, Alec necesita un cambio de ropa.
Alce mi vista hacia Xander y este al ver a Héctor enarcó una ceja.
—¿Qué hace él aquí?
—Vine por mi mujer y de aquí no me voy sin ella.
Xander hizo una mueca.
—Te la llevarás si yo permito que lo hagas.
Dijo Xander mientras se colocaba frente a Héctor.
—Me la llevaré, principito. Aunque tenga que pasar por encima de tu cabeza.
—Intentalo y veamos a como nos toca.
Rodé los ojos.
—Una cosa machos alfas pecho peludo, me voy si me da la regalada gana y me marcho si me se me mete en la cabeza hacerlo. ¿¡Ha quedado claro!?
Héctor y Xander abrieron su boca para hablar pero yo los interrumpi.
—Una cosa Xander te anticipo que dejas los malditos celos de lado porque este bizcocho es mío, -abrace a Héctor —Y como me pertenece tendrás que verlo muy a menudo por aquí.
—Estas loca Aileen.
—No discutiré eso hermano.
Xander nos dio una última mirada y poco después se marchó.
—¿Existe otra persona que quiera alejarte de mi, con la que tenga que luchar, Aileen?
—Si, hay dos hombre más.
Héctor se tensó.
—Alexander y Alec. Tendrás que luchar contra ellos porque ninguno de ellos dejará que sea solo tuya.
—¿Donde están? -verbalizo Héctor tensó.
—Vamos a por ellos Amor.
Con una gran sonrisa en los labios entrelace la mano de Héctor con la mía y tras salir de la estancia lo guíe hacia la sala de estar.
—Por lo menos dimes si puedo contra ellos Aileen.
—No creo que puedas contra ellos Héctor.
—Gracias por el voto de confianza. Ahora estoy más nervioso que antes.
—Si quieres te llevo al baño Héctor. -lo vi rodar los ojos. —Pensé que tú amor por mí era tan grande que si tuvieras que luchar contra el ejercicio de mi padre por defender lo nuestro lo harías.
—¿Ejercito? Es que estás loca mujer. Eso hombres con solo mirarme me trituran todos los huesos. Contra tu hermano si puedo luchar pero, contra un ejército no creo, más bien moriría antes de que pudiera si quiera defender lo nuestro.
—Héctor Cuevas, me saliste un cobarde.
—Cobarde nunca cariño, más bien consciente.
Me detuve al llegar a la sala. Y lo que presencie me hizo abrir la boca.
Y no era para menos.
El rey se encontraba mirando los atributos de mi hijo fijamente.
—Ustedes son mi orgullo, hasta en eso se parecen a mi. Mis dos diamantes.
Mis hijos estaban completamente desnudos, mientras que mi padre los miraba totalmente embobado.
—¿Qué está pasando aquí?
—Yo he...
—¿Por que ellos están en esas fachas?
—Estaba tratando de colocarle el pañal.
Entrecerré los ojos.
—La verdad.
El rey suspiro.
—Quise ver si mis nietos tenían grandes atributos... Y al parecer lo tienen.
—Padre...
—¿De quién son esos niños? -pregunto Héctor y yo giré mi cara para mirarlo.
Es hora de decirle mi secreto porque las cuatro letras ya las había dicho.
—Nuestros. Son nuestros hijos Héctor Cuevas.
—¿Qué.....? ¿Pero como?
—No me hagas explicarte delante de mi padre como fue que me hiciste a esos bebé Héctor, porque si él se llega a enterar le ordena a sus hombres tu cabeza.
Héctor luego de mis palabras se acercó hacia donde estaban nuestros hijos.
—Mis hijos. Mis espermas.
Este si que está loco.
Héctor sonrió al ver a los niños.
—Estoy orgulloso de sus atributos.
—Vez hija que no soy el único que está orgulloso de los atributos de mis nietos.
—Princesa.. Después de esto nada me impedirá colocarte un gran anillo en el dedo. Te haré mi esposa si o si.
—Alto hay muchacho. Primero me tienes que pedir su mano, y después se hace la boda.
—¿Rey, me concede la mano su hija? Le prometo que la trate como la princesa que es y trataré de hacerle más hijos. Si ella quiere llenaremos el castillo de niños.
—Y niñas, por favor.
—¿Qué dice entonces?
—Te la concedo pero, hay de tí que la lastimes. Si llegas a hacerla llorar iré por tu cabeza y la incertaré donde todo el mundo la vea.
No espero menos de él.
—La haré muy feliz y también le haré muchas niñas.
—Me convenciste muchacho esa mano es toda tuya... -él rey mostró sus dientes.
Y yo negué con la cabeza.
Héctor dejo un beso en la cabeza de nuestros hijo y posteriormente se acercó a mí.
—¿Te gustaría casarte aquí en el palacio?
El rey al escuchar estás palabras me miró fijamente.
—Que más da donde nos casemos Héctor. Que sea contigo es lo que hace la diferencia.
Mi amado me abrazó por la cintura y dejo un beso en mi labio.
—Te amo, mi amor. Te prometo que estaremos juntos por siempre.
—Por siempre -susurre contra los labios de mi amado y él se encargó de besarme.
—¡Padre....! Padre.
Me separé tras escuchar la voz agitada de Xander.
—Ella viene. Llega mañana. La princesa vendrá.
El rey se pasó las manos por el rostro.
Mientras que yo sonreí.
—¿Qué pasa?
—La cenicienta de mi hermano llegará mañana.
—¿Qué tienes que ver en eso?
—Nuestro secreto y las cuatro letras termina aquí pero, a Xander le falta tener una navidad secreta con una cenicienta.
—Que tienes que ver en eso?
—Yo nada.. aunque pronto tendré mucho que ver.
—No quiero más secretos entre nosotros, ya bastante tuve con el secreto y las cuatro letras.
—Héctor Cuevas, se que en el fondo te gusto mi secreto y las cuatro palabras.
—Me encanto tu secreto y tus cuatro letras, princesa.
—¿Te puedo decir un secreto Héctor?
Lo vi mirarme fijamente.
—Si.
Antes de hablar bese sus labios.
—Te amo.
Héctor me miró a los ojos y posteriormente me abrazo.
—Te amo.
Susurró él en mi odio. Y yo por mi parte lo abracé.
Un secreto y cuatro letras.
Dos bebés y la palabra amor.
Este era mi secreto por navidad, y es el mejor de todos.