Un semestre para cambiarlo todo

Capitulo 7:La Disculpa Bajo el Sol

Ana

La noche había sido un torbellino de emociones contradictorias, dejando a Ana con una sensación de agotamiento y un persistente nudo en el estómago. Mientras el sol de la mañana se filtraba tímidamente por la ventana de su habitación, sus pensamientos volvían una y otra vez a la incómoda escena del día anterior. La imagen de la expresión de Santiago al despedirse, una mezcla de gentileza y quizás un ligero desconcierto, la hacía sentir un punzante remordimiento.

Había sido brusca, defensiva. Su frustración con su madre se había proyectado injustamente sobre él, quien solo había intentado ayudar. La calidez y la comprensión que había sentido en sus mensajes se habían evaporado bajo la tensión familiar, y ahora se sentía culpable por haberlo tratado de esa manera.

Con una determinación inusual, Ana se levantó de la cama. Necesitaba disculparse con Santiago en persona. Aunque la idea la ponía nerviosa, sentía que era lo correcto después de su brusquedad del día anterior. No podía dejar que esa incómoda despedida fuera la última interacción entre ellos, especialmente después de la conexión que habían empezado a construir a través de sus mensajes.

Se arregló rápidamente, sintiendo una mezcla de ansiedad y resolución. No estaba segura de dónde encontraría a Santiago, pero decidió empezar por los lugares comunes de la universidad donde solían coincidir. Quizás en la biblioteca, o cerca de la cafetería después de clases.

Llegó al campus con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo normal. Escaneó los rostros entre la multitud, sintiéndose ligeramente ridícula por estar buscándolo activamente. Finalmente, lo vio cerca de la facultad de literatura, hablando con un grupo de compañeros.

Respiró hondo y se acercó lentamente. A medida que se acercaba, Santiago se giró y la vio. Su expresión cambió ligeramente de despreocupada a una mezcla de sorpresa e interrogación.

Ana se detuvo a unos metros de él, sintiendo las mejillas ligeramente sonrojadas. Esperó a que terminara la frase que estaba diciendo a sus amigos, y luego, cuando hubo una breve pausa, habló.

-Santiago, ¿podemos hablar un momento?

El grupo de amigos intercambió miradas curiosas. Santiago asintió con una leve sonrisa y se excusó con ellos. Se acercó a Ana, con una expresión tranquila que la tranquilizó un poco.

-Hola, Ana. ¿Todo bien?

Ana apretó ligeramente sus manos.
-Sí... bueno, no del todo. Quería disculparme por cómo me comporté ayer. No fue justo. Agradezco mucho que vinieras.

Santiago la miró con atención, sin decir nada por un momento. Ana sintió la ansiedad crecer ante su silencio. ¿Estaba molesto? ¿Decepcionado?

Finalmente, Santiago sonrió suavemente.
-Ana, no pasa nada. Entiendo que estabas pasando por un momento difícil. No tienes nada de qué disculparte.

La respuesta de Santiago tomó a Ana por sorpresa. Esperaba quizás una respuesta más distante o incluso un reproche sutil. Su aceptación tan sencilla la alivió de inmediato.

-¿De verdad? -preguntó, sintiendo cómo la tensión abandonaba sus hombros.

-De verdad -confirmó Santiago-. Lo importante es que estés mejor ahora.

Un pequeño silencio se instaló entre ellos, esta vez sin la incomodidad del día anterior. Había una calidez en la mirada de Santiago que Ana no había notado antes.

-Gracias, Santiago -dijo Ana sinceramente-. Significa mucho.

-No tienes nada que agradecer -respondió él con una sonrisa amable-. De verdad, entiendo. A veces las cosas se ponen difíciles.

Ana asintió, sintiendo una conexión sutil que trascendía la breve y tensa interacción del día anterior. La aceptación de Santiago era un bálsamo inesperado para su culpa.

-¿Estás... estás bien ahora? -preguntó Santiago con una suavidad que la sorprendió.

Ana dudó por un instante. ¿Debía ser completamente honesta? Finalmente, decidió abrirse un poco.
-Estoy mejor. Todavía... procesando algunas cosas. Pero mucho mejor, gracias.

Santiago asintió comprensivamente.
-Me alegro de oír eso. Si necesitas hablar en algún momento... ya sabes.

La simple oferta de Santiago la tomó por sorpresa. No esperaba tal apertura después de su comportamiento.
-Gracias, Santiago. Lo tendré en cuenta.

Un ligero rubor apareció en las mejillas de Ana. No estaba acostumbrada a este tipo de interacción genuina y amable fuera de su círculo más íntimo (que era bastante pequeño).

-Bueno... -dijo Santiago, con una pequeña sonrisa nerviosa-. Me alegro de que estés mejor. Iba a... a buscar un libro para la clase.

-Yo también tengo que ir a la biblioteca -respondió Ana, sintiendo una repentina sensación de ligereza. La tensión se había disipado, reemplazada por una calma inesperada.

-¿Vamos juntos entonces? -propuso Santiago, con una sonrisa un poco más amplia esta vez.

Ana sintió una punzada de sorpresa, seguida de una extraña sensación de calidez.
-Sí, claro.

Caminaron juntos en silencio por un momento, una atmósfera tranquila y cómoda entre ellos. Para Ana, era un contraste marcado con la tensión del día anterior. La aceptación sencilla de Santiago había creado un espacio inesperado para una posible conexión.

Mientras se dirigían a la biblioteca, Ana sintió una pequeña chispa de esperanza. Quizás, a pesar de sus propias complejidades y las difíciles interacciones con su madre, no estaba completamente sola. Y quizás, Santiago entendía un poco más de sus "ruidos internos" de lo que ella había imaginado.




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