Un semestre para cambiarlo todo

Capitulo 15:Ecos en la Conversación

Ana

El apartamento de Gabriela siempre tenía un aire acogedor, lleno de mantas suaves, luces cálidas y el aroma reconfortante a palomitas de maíz. Ana se dejó caer en el sofá mullido, sintiendo un ligero alivio de la tensión que la había acompañado desde el encuentro con Eliecer. Habían pedido pizza y ahora, con tazones de helado a medio terminar sobre la mesa de centro, el ambiente era propicio para la confidencia.

Gabriela, siempre atenta, había notado la ligera sombra en el rostro de Ana desde que llegó. Después de asegurarse de que estuviera cómoda, finalmente preguntó con suavidad:

—¿Todo bien, Ana? Pareces un poco pensativa.

Ana suspiró, revolviendo su helado con la cuchara. —Tuve un encuentro... inesperado hoy. Saliendo de la biblioteca con Santiago.

—¿Ah, sí? ¿Con quién? —preguntó Gabriela, con una curiosidad palpable.

—Con Eliecer —respondió Ana, dejando caer la cuchara en el tazón con un pequeño golpe.

La reacción de Gabriela fue inmediata. Sus ojos se abrieron ligeramente, mostrando sorpresa y una pizca de preocupación. —¡¿Eliecer?! ¡Wow! ¿Cuánto tiempo...? ¿Cómo fue?

Ana tomó aire y comenzó a relatarle a Gabriela el encuentro: la sorpresa de verlo, la breve conversación incómoda, la presencia de Santiago tomando su mano. A medida que hablaba, las emociones que había contenido comenzaban a aflorar: la incomodidad de revivir un pasado doloroso, la ligera punzada de inseguridad al ser vista con otra persona por su ex, y la sensación protectora que había experimentado al sentir la mano de Santiago.

Gabriela escuchó atentamente, sin interrumpir, asintiendo en los momentos clave y ofreciendo miradas de comprensión. Cuando Ana terminó su relato, un silencio breve se instaló en la habitación.

—Vaya, Ana —dijo Gabriela finalmente, con un tono suave—. Eso debió ser... raro. ¿Cómo te hizo sentir?

Ana dudó un momento, buscando las palabras adecuadas para describir la mezcla de emociones que la embargaban. —Fue como si un fantasma del pasado apareciera de repente. Me recordó lo incómoda e insegura que me sentía en esa relación. Verlo... reafirmó por qué terminó. Pero también... me hizo sentir un poco vulnerable, ¿sabes? Como si mi pasado estuviera ahí, acechando.

Se encogió de hombros ligeramente. —Y luego estaba Santiago... No sé qué pensó de todo eso. Se portó muy bien, fue amable y discreto, pero... ¿qué impresión se habrá llevado?

Gabriela tomó la mano de Ana y la apretó con cariño. —Ana, lo más importante es cómo te sentiste tú. Y por lo que me cuentas, parece que la presencia de Santiago te dio seguridad. Eso dice mucho. Y si Santiago es la persona que creo que es, entenderá que tienes un pasado. Todos lo tenemos. Lo importante es el presente y hacia dónde quieres ir.

Continuaron hablando durante horas. Ana le contó a Gabriela sobre su día con Santiago en la biblioteca, sobre la conexión que había sentido a través de los libros y la poesía, y sobre la calidez de su compañía. Gabriela la escuchó con atención, ofreciendo su perspectiva y animándola a confiar en sus propios sentimientos.

La noche avanzó entre risas, recuerdos compartidos y la sensación reconfortante de tener una amiga incondicional. Para Ana, esta pijamada se convirtió en un espacio seguro para procesar un encuentro inesperado y para reafirmar la nueva dirección que su vida estaba tomando. Al final de la noche, aunque el fantasma de Eliecer aún flotaba en el aire, la presencia sólida de su amistad con Gabriela y la tenue esperanza que Santiago había despertado en ella se sentían mucho más fuertes.

Mientras las luces de la ciudad comenzaban a filtrarse por las cortinas entreabiertas, creando tenues franjas de luz en la habitación, Ana se sentía más ligera. Compartir sus inquietudes con Gabriela había actuado como un bálsamo, permitiéndole ordenar sus pensamientos y emociones. La aparición de Eliecer, aunque incómoda, había servido como un recordatorio de lo lejos que había llegado y de lo diferente que se sentía su conexión con Santiago.

Gabriela se había quedado dormida en el sofá, acurrucada bajo una manta suave. Ana la observó con cariño, agradecida por su amistad incondicional. En ese silencio tranquilo de la madrugada, Ana tomó una decisión silenciosa: no permitiría que los fantasmas del pasado ensombrecieran la posibilidad de un futuro diferente.

Con cuidado de no despertar a Gabriela, Ana se levantó y recogió los restos de su noche de confidencias. Al apilar los platos vacíos, su mirada se posó en su teléfono. Dudó por un instante, pero finalmente lo tomó y abrió la conversación con Santiago. Un breve mensaje surgió de sus dedos, sincero y vulnerable, mencionando el encuentro inesperado y agradeciéndole su gentileza.

No esperaba una respuesta inmediata, pero el simple acto de compartirlo se sintió liberador. Volvió al sofá, se acurrucó junto a su amiga y cerró los ojos. El recuerdo de la mano cálida de Santiago tomando la suya se entrelazó con la sensación reconfortante de la presencia de Gabriela. Por primera vez en mucho tiempo, el peso de la incertidumbre se sentía un poco más ligero, reemplazado por una tenue pero persistente esperanza en lo que el nuevo día podría traer. El capítulo de Eliecer parecía cerrarse, dejando espacio para que una nueva historia comenzara a escribirse.




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