Shiro un chico de dieciséis años de cabello café y ojos del mismo color, se encontraba en el ala este, su parte favorita del castillo, ya que nadie trascurría por ella, se encontraba en el jardín practicando con su espada desde muy temprano ya que desde la muerte de sus padres solía hacerlo con mas frecuencia como medio de distracción
-¡Shiro! gritaba un viejo hombre a la distancia
-Abuelo que raro verte por esta parte del castillo- exclamo Shiro colocando su espada en la pequeña mesa de mármol a su lado para dirigirse a su abuelo
-Vine porque te estaba buscando, pero me alegra ver que has estado entrenando mucho estos días
-Si abuelo, quiero entrenar mucho para llegar a ser muy fuerte; tan fuerte como para viajar por el mundo sin ningún riesgo- comento Shiro mirando al cielo con tristeza recordando que sus padres habían sido asesinados por una banda de mercenarios en las fronteras del reino
-Y lo serás Shiro solo tienes que trabajar duro y nunca rendirte
-Lo se abuelo, pero para que me estabas buscando ¿sucedió algo?
-Si y quiero hablar contigo sobre algo muy importante
-¿Y eso me incluye?- indago Shiro algo preocupado
-Si, estuvimos discutiendo quien será el próximo rey de Artoria y llegamos a la conclusión que quien mejor que tu
-¡Queee! como es eso posible si yo soy solo un adolecente no estoy preparado para tomar el trono
-Estoy consiente de eso, pero se que podrás llevar este reino por el buen camino
-Pero... yo no quiero ser un rey
-Recuerda que si tienes un problema tienes a tu abuelo para que te guie
-Esta bien- respondió Shiro con la cabeza baja
- Shiro, no tengo la mas mínima duda de que tu padre sin duda estaría orgulloso de ti, bueno te dejo con tu practica. Oh, se me olvidaba la coronación se llevara a cabo en siete meses
Mientras Shiro observaba la espalda del hombre viejo que se alejaba suspiro diciendo
-Abuelo yo no quiero un trono que me ate a un reino, aun así se que podría seguir los pasos de mi padre y ser el próximo rey Artoria, pero mi deseo es explorar este vasto mundo pero aun así seguiré tu deseo
Esa misma noche se avistaba una tormenta que seria testigo de la tragedia que ocurriría